sábado, 16 de marzo de 2024

EL EXTRAÑO CASO DEL DOCTOR JECKYLL Y MR. HYDE

 «EL EXTRAÑO CASO DEL DOCTOR JECKYLL Y MR. HYDE»
Robert Louis Stevenson (1886)


«Me arriesgo a barruntar que acabará por descubrirse que el hombre es una simple comunidad organizada de personalidades independientes, contradictorias y variadas»

UN MITO BASADO EN HECHOS REALES

El tema del doble (como alguien ajeno, pero íntimamente perturbador) es tan antiguo como el espejo, la sombra o el sueño. Pero la originalidad de Robert Louis Stevenson (Edimburgo 1850 - Vailima, Samoa, 1894) radicó en retomar la chispa dramática de Fausto y suscitar en el lector la sorpresa en el reconocimiento final, que provoca terror y piedad a un tiempo. El bueno del doctor Jekyll es un creador, como pudo serlo Frankenstein o Pigmalion, un hacedor que crea de sí (y para sí) otra vida.


   De hecho, parece ser que cuando escribió la obra, Stevenson llevaba veinte años obsesionado por el tema de la dualidad y de la ética, que entreveía en una historia real acaecida noventa y siete años antes en su puritano Edimburgo natal. William Brodie, de día concejal del Ayuntamiento (ocupación que compartía con un próspero negocio de ebanistería) se transformaba durante la noche en un rufián que llegó a perpetrar toda una serie de audaces robos: vivió una doble vida y acabó siendo ahorcado. No obstante, el autor se sentía incapaz de encontrar la forma de interpretar o narrar la vida de ese hombre. De hecho, llegó a escribir una obra teatral basada en tales hechos con la que tuvo escaso éxito.

UN ESCOCÉS DE CULTURA CALVINISTA

Pero si bien se ha dicho que Brodie fue el padre de Jekyll y Hyde, en realidad el origen de esa doble personalidad hay que buscarlo en la lucha interna del propio autor para afrontar el problema, para él acuciante, del mal que vive a la sombra de la virtud y rectitud postuladas por el calvinismo; como buen escocés, interiorizaba un dualismo profundo, la lucha entre la inclinación al placer y al gozo de la vida contra el afán de perfección de las doctrinas calvinistas.

Por ello precisamente, el relato elude la moraleja. Es más, las ideas que expone son más bien subversivas, o lo eran para la época: deja claro con la confesión final de Jekyll su fascinación (codiciosa), como persona convencionalmente buena, por sus posibilidades de maldad desaprovechadas. Es decir, el mal adopta el aspecto atractivo de la liberación de una virtud sofocante e insostenible: envidia la ligereza, la disponibilidad y la viveza juvenil de Hyde.

Incluso lleva su propuesta más allá: el mal absoluto de Hyde sale a la luz como consecuencia del empeño de Jekyll de ser correcto, honrado y perfecto en todos los aspectos, cuando el mismo declara haber ocultado su gusto por los placeres a lo largo de su vida en aras de su exagerada aspiración a «ganarse el respeto de las personas sanas y buenas.»

MATERIALIZACIÓN DE UNA OBSESIÓN

Sin embargo, siete años después, en 1885, una fructífera pesadilla (tal como le sucediera a Mary W. Shelley para su novela Frankenstein o el moderno Prometeo) le proporcionó la clave para abordar la historia: al despertar tenía la idea para dos o tres escenas. Según su esposa: «A altas horas de la mañana, fui despertada por gritos de horror de Louis. Pensando que tenía una pesadilla le desperté. Él me dijo, furioso: "¿Por qué me has despertado? Estaba soñando un dulce cuento de terror." Yo le había despertado en la escena de la primera transformación.» Como resultado, una actividad febril le mantiene tres días seguidos pegado al escritorio, cuando desaparece ha elaborado una descripción precisa de la dualidad del alma: la duplicidad. La radiografía de la ambigüedad moral del ser humano llevada a a los extremos del mito.

Sin embargo, como siempre, la señora Stevenson leyó aquel esbozo anotando sus críticas en los márgenes. Como el autor estaba postrado entonces en la cama por una hemorragia, ella dejó sus comentarios con el manuscrito en el dormitorio. En ellos decía que la historia, aunque la escribiera como un cuento, realmente era una alegoría. Stevenson la llamó al dormitorio y allí le mostró un montón de cenizas: había quemado el manuscrito.

Se obligó a comenzar desde el principio a escribir una historia alegórica como su esposa había sugerido. Aún hoy se mantiene el debate académico sobre si realmente quemó o no el manuscrito. Sea como fuere, algunos especialistas en su obra sugieren que las críticas de su mujer no se centraban en torno a su espíritu alegórico, sino sobre el contenido sexual inadecuado que seguramente contendría aquella versión.

REGISTROS QUE GENERAN INTERPRETACIONES

De ese afán de superación, con su indudable vena de orgullo e hipocresía, nace Mr, Hyde. Y en esto, Stevenson se adelanta a teorías como la del inconsciente, la lívido o la sombra (propuestas por Freud y Jung). En fin, lo que atrae a Jekyll de Hyde es su repelente (pero inevitablemente atractivo) «amor a la vida.»

Narración, por tanto, con múltiples registros: misterio y terror, pero también moral y filosofía: una lectura obvia se centra en el concepto de la cultura occidental del conflicto interior del ser humano entre el bien y el mal. A lo que se añaden, además, sus contenidos psicológicos en los que se puede rastrear un trasunto de los enfrentamientos de la época de su redacción entre ciencia y religión.

Como toda obra maestra, admite todo tipo de interpretaciones en función de las resonancias que encuentra en el lector, pues está trufada de contenidos y sugerencias.

Ha sido considerada como una de las mejores descripciones del período victoriano: presentando la dicotomía fundamental decimonónica y su tendencia a la hipocresía social, respetabilidad externa y lujuria interna.

Por otra parte, la división interna de Jekyll ha sido vista por cierto sector de la crítica como un imagen de las divisiones existentes en la sociedad británica: divisiones sociales de la clase, divisiones políticas entre Inglaterra e Irlanda, y divisiones entre fuerzas religiosas y seculares.

Tampoco hay unanimidad en cuanto a su adjudicación a un determinado género literario, aspecto tan caro a los críticos literarios, pues se ha calificado de alegoría religiosa, literatura del doble (doppelgänger), novela policiaca, novela gótica, cuento diabólico escocés, o incluso se la ha tildado de novela de ciencia ficción debido a la alteración provocada por las sales de la poción que Jekyll descubre accidentalmente.

PUERTAS Y DISOCIACIÓN

La trama, que trata acerca de un abogado (Gabriel John Utterson) que investiga la extraña relación entre su viejo amigo el Dr. Henry Jekyll y el misántropo Edward Hyde, presenta la intriga de un relato policiaco, pues hasta el final no se descubre el secreto que comparten ambos personajes, de identidades tan dispares. El Dr. Jekyll consigue resolver un problema que le atormenta: sentirse movido por dos tendencias opuestas, o más exactamente no ser una sino dos, bien y mal, en una naturaleza.

Una pócima inventada accidentalmente, le permite aislar el lado oscuro en estado puro, hasta que llega un momento en que tal disociación rompe el equilibrio, materializándose en dos personas cada día más difíciles de armonizar.

No falta el ámbito metafórico: la casa tiene dos puertas; una trasera, que da a un callejón sombrío que conduce a los arrabales; la otra, guardada por un honorable mayordomo, Poole, pertenece a la fachada principal y da a una noble y respetable plaza. Cada una de las puertas conduce a un ámbito distinto: a la sociedad respetable y al placer nocturno. Obviamente Jekyll utiliza la principal y Hyde la trasera desdoblando así el espacio en función de las dos personas cuyo precario equilibrio acabará por romperse.

Otro aspecto destacable radica en que Stevenson nunca llega a decir cuáles son exactamente los placeres que Hyde obtiene en sus incursiones: se limita a decir que se trata de actos de naturaleza mala, lujuriosa y aborrecible para la moral religiosa victoriana. Lo cual deja abierta a la imaginación del lector la concreción de dichos prácticas.

FUNDIDO EN BLANCO Y NEGRO

Aunque la historia se ubica en Londres, el escenario subyacente de la novela es, sin duda, el Edimburgo de la época, escindido en la parte antigua, Old Town, convertida en los peores bajos fondos de Europa; y la New Town, donde se asentaba la gente honorable (que no en pocas ocasiones buscaba la sordidez y los placeres prohibidos de la ciudad antigua).

Finalmente, merece la pena, destacar que supone una ruptura con la producción del autor, pues están ausente el mar y la aventura. El aire libre y la naturaleza de sus demás novelas se ve sustituido en esta por espacios cerrados, estrechos, sinuosos y fríos. Pocas veces se alude al cielo, casi siempre cubierto, o como fondo de estrellas de luz afilada sobre el aire húmedo. Quizá porque no es una historia de exteriores en color, sino de un intimista blanco y negro: el de la condición humana.

EL EXTRAÑO CASO DEL DOCTOR JEKYLL Y MR. HYDE fue un éxito inmediato y uno de los más vendidos de Stevenson. Las adaptaciones teatrales comenzaron en Boston y Londres apenas un año después de su publicación y aún hoy continúa inspirando películas e interpretaciones múltiples: probablemente sea la historia que más veces se ha llevado a la pantalla (aunque, como suele ser común, nunca de forma fiel), lo que ha implicado y sigue implicando, una popularización inusual.

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