«LA ANOMALÍA»Hervé Le Tellier (2020)
«Hay algo admirable que supera
siempre al conocimiento, a la inteligencia e incluso al genio, y es la
incomprensión.»
("La
anomalía", VICTOR MIESEL)
UN OULIPIANO EN EL
GONCOURT
HERVÉ LE TELLIER (París,
1957), además de Licenciado en Matemáticas, es uno de los
autores franceses actuales más prestigiosos. Además de escritor, con una
extensa obra (poesía, teatro, novela y relato), y reconocido crítico literario,
ha sido editor (de Raymond
Queneau o Georges Perec, por ejemplo),
además de ocasional colaborador de medios escritos y radiofónicos (Le Monde, France Culture...).
Desde 1992 forma parte del grupo de experimentación narrativa de
vanguardia OuLiPo, que preside desde 2019, y del que son
miembros (pues nunca se deja de serlo) Italo Calvino, Harry Mathews o Georges Perec.
Este grupo, que responde al acrónimo de Ouvroir de
Littérature Potentielle, fue fundado, en noviembre de 1960, por François Le
Lionnais, Raymond Queneau y una decena de amigos
(escritores, matemáticos o pintores), con el propósito de inventar nuevas
formas poéticas o novelescas, a través de un intercambio de técnicas entre
matemáticos y escritores. Desde entonces, los 37 miembros de OuLiPo (y
otras muchas personas que sin pertenecer de manera oficial al Taller
generan literatura oulipiana) han escrito sorprendentes textos sujetos a restricciones de tipo matemático.
Pues bien, contra
todo pronóstico, en 2020 Le Tellier obtuvo con
LA ANOMALÍA el Goncourt,
premio tan prestigioso como paupérrimo (dotado con sólo 20 €), así como un
considerable éxito de ventas en Francia (que se ha extendido al resto del
mundo).
NOVELA DE NOVELAS
Tal como la define Le Tellier, puesto que presenta una forma tan ecléctica que la hace inclasificable:
fusiona géneros y estilos (al modo de Italo Calvino), que van desde el thriller
psicológico, el suspense, el surrealismo puro o la divulgación
científica a la narrativa futurista,
planteando, con fina ironía, cuestiones de
índole filosófica (teoría de cuerdas
incluida) o religiosa.
Tal fusión de géneros se traduce en
el uso de los procedimientos que les son
propios: desde los de la literatura gris, la ciencia
ficción, el noir, el gore, las series (de detectives, del FBI…) o la novela rosa (o, como ha dicho el autor, de la comedia romántica inglesa, a lo Richard Curtis).
Así mismo le permite introducir una
pluralidad de formatos: citas, aforismos, poemas,
canciones, entrevistas, mails, cartas, artículos periodísticos, un caligrama...
Justamente el autor utiliza
esa innovadora y compleja técnica narrativa para esbozar diversas cuestiones derivadas de un único elemento: lo extraño, planteando un cambio de paradigma que introduce al lector en el enclave
fabulador del «No
es posible, pero ¿y si sí…?
PERSONAJES COMO REFLEJOS
Se
trata de una novela
coral con una estructura polifónica. El autor va introduciendo, con pequeñas
pinceladas, a diversos personajes
en una narrativa enfocada a conocerlos a ellos, sus entornos y circunstancias
personales (problemas, miedos y alegrías).
Aunque alguno peque de cierta
superficialidad, son personajes muy bien perfilados, creíbles y veraces. un sicario, un
escritor, una montadora cinematográfica y madre soltera, un famosos arquitecto,
un enfermo de cáncer, una niña cuyo padre es un soldado con muchas ausencias y
un carácter «difícil», una abogada negra de éxito, o un cantante nigeriano que acaba
de obtener su primer gran hit. Unos comienzan su vida, otros la están
cambiando, y alguno sopesa si cambiarla o mantener su actitud conformista.
Todos van a compartir una experiencia común… que permite al autor trenzar sus historias al estilo scoubidou al cruzarse sus vidas tras el
incidente.
Cada
personaje tiene su propia voz, en tercera
persona, y su propio
género literario: novela negra, literatura introspectiva, sentimental o
novela psicológica (género clave en el libro). Voces que aprovechan los estilemas,
el vocabulario, los ritmos y los clichés de esos géneros literarios,
construyendo así varias voces narradoras con precisión.
Entre el elenco de personajes,
el autor
adopta el alter ego de Victor Miesel (que
aparece en el capítulo 2),
un escritor con dos novelas de relativo éxito crítico, pero que nunca llegará a
ser un superventas. Es el autor de una obra titulada La anomalía, se titula igual pero que no
es esta novela: otro juego metaliterario más, siguiendo con el juego de espejos de la duplicidad; libro que acabará
siendo un superventas (premonitoria clarividencia), porque tal y como describe
en la novela: Nunca un autor escribe el libro que el lector espera
encontrar, ni el lector lee nunca la obra que el autor ha querido escribir.
ESTRUCTURA LEGO
De hecho, el fenómeno acaecido, cuyas
posibles explicaciones se convierten en el novum (innovaciones
científicamente probables) de la historia, no es sino la excusa, el McGuffin, para analizar las emociones profundas que de repente
afloran, los sentimientos frágiles que se ponen en entredicho, los nefandos
pecados imperdonables o los defectos tan humanos que surcan los relatos vitales
de cada personaje.
Porque la restricción principal de La
anomalía se aplica a su estructura, mediante los
cruces de personajes (scobidou según el propio
Le Tellier), lo cual permite un modo de lectura alternativo, no lineal, pues
permite (eligiendo los capítulos adecuados) conocer la historia de cada
personaje, olvidando al resto de los protagonistas.
Linealmente, la novela se
estructura en 35
capítulos cortos, que pueden verse como cuentos,
divididos en tres partes,
cuyos
títulos, en homenaje a Raymond Queneau, corresponden a
extractos de poemas suyos. Cada una de estas secciones presenta,
respectivamente, los personajes principales (Tan negro como el cielo: 13capítulos en
132 páginas); la investigación del suceso por parte de las autoridades (La vida es sueño,
dicen:
9 capítulos en 86 páginas) y la manera en la que continúa la vida tras la
anomalía (La
canción de la nada: 13 capítulos en tan solo 31 páginas).
LA TRABA ES TRAMA
La
primera
parte consiste en una larga introducción que dedica cada uno de sus capítulos
a un diferente punto de vista a través de la selección de diferentes y
eclécticos personajes, entreverando un par de capítulos con una acción ajena
que remite al acontecimiento central de la novela (y nudo de unión
de los personajes). El punto neurálgico del libro lo constituye el capítulo 5, «La lavadora»,
que se inicia parafraseando al Tolstoi de
Ana Karenina. Todos ellos
comparten un incidente el 10 marzo 2021 (con consecuencias el 24 junio 2021): precisamente lo imposible. Entonces, hay que buscar
explicaciones en la religión, la ciencia, incluso en el cine...
La
segunda parte plantea diversas problemáticas, desde las
explicaciones científicas a las religiosas. Se trata de intentar comprender y,
al mismo tiempo, valorar sus consecuencias (científicas, políticas, sociales,
religiosas…). Un profuso despliegue de posibilidades en el terreno de la
especulación. Se barajan incluso las
más peregrinas hipótesis científicas y tecnológicas, de las que se pasa a las
inferencias filosóficas y religiosas… Cuestiones
que implican la presencia de políticos, militares, científicos y líderes
religiosos de todas las confesiones… Especialmente estimulante resulta el
capítulo «Descartes 2.0», dedicado a
explicar el funcionamiento del cosmos, sobre todo los universos paralelos y el
tiempo como concepto científico. El misterio se acrecienta con el desarrollo de un
protocolo secreto seguido por el Gobierno estadounidense…
La
tercera parte, sin duda
la más interesante del libro, plantea las cuestiones más precisas y más
enraizadas en la condición humana. Pasa a analizar las consecuencias personales para cada uno de
los personajes iniciales, y alguno más que ha ido apareciendo. Obligado cada uno de ellos a lidiar
con las consecuencias de esa singularidad van a tener
que asumir sus vidas, replanteárselas o darles
la orientación que necesitan. Final, cerrado (para los personajes) y abierto
(para el lector); final redondo, pues a la postre lo que realmente importa son
las historias de las personas.
UN COMPLEJO EJERCICIO
DE ESTILO…
Como buen oulipiano ha construido su novela con una plétora de mecanismos formales: de hecho, parece una
plasmación en una novela de los Ejercicios de estilo de su amigo y maestro Raymond Quenau.
Aparte
de un vasto y variado vocabulario que expone sólidos conocimientos (científicos,
culturales, artísticos y religiosos) y la adecuación de lenguaje y filosofía a la vorágine imaginativa de la trama
(aunque abunden las frases
reflexivas como la que abre la reseña, que a veces resultan ampulosas) consigue un ritmo
trepidante, ágil y lúdico, salpicado de un humor sarcásticamente divertido (salvo en algún momento
dramático), que hacen que la novela resulte divertida, ágil y de
fácil (y rápida) lectura.
El relato evita
caer en hermetismos (dado su enfoque psicológico y metafísico), para lo cual
explota todo tipo de recursos narrativos, como el final
en cliffhanger (una intriga que
anima a seguir leyendo) de los capítulos, así como ciertos artificios
retóricos para producir expectativa, sorpresa, alivio o desazón.
Otro logro importante es la provocación, la alusión continua al lector en un giro
metaliterario magistralmente ejecutado. Juego literario,
que hace evidente el artificio siempre que puede, como cuando expone lo que
piensa el personaje de Víctor
Miesel, (autor de esa novela titulada La anomalía) sobre su libro:
No aprecia el arte de la fórmula sentenciosa ni lo atraen los aforismos. Francamente no entiende el
entusiasmo que ha despertado el libro.
…PARA ABRIR INTERROGANTES…
La novela
funciona a partir de este dispositivo como un campo de experimentación en el
que no sólo explora las posibilidades de la narración, pues lo realmente
destacable no son los juegos formales, sino su
posicionamiento contra la falacia de la originalidad: abusa de tópicos y arquetipos, propios de la literatura de
consumo y la industria cinematográfica. La anomalía recuerda adrede a muchas cosas (desde Adolfo Bioy Casares y La trama celeste, la serie Perdidos o la película Teléfono rojo: volamos hacia Moscú
de Stanley Kubrick). Pero, aunque busque
recordar, en algunos momentos, títulos de éxito, rápidamente se aleja de ellos,
tomando otros derroteros: ¿Por qué escribir a la sombra de Perec? ¿Por
qué no se libera de una vez por todas de las influencias, de las figuras
tutelares?
De todas formas, la
duplicidad está en la raíz de la novela: desde la tradición yoruba sobre los gemelos (dos
iguales), a la aparición de La
anomalía ese éxito editorial del personaje de Miesel, pasando por la revisión del planteamiento del problema del doble, más allá de Poe (William Wilson) o Dostoyeski (El doble).
De este modo, en
la fantasía delirante de una novela como ésta, construida con precisión a
partir de otros muchos textos que aparecen de forma más o menos velada, Le
Tellier construye una máquina narrativa perfecta, porque su objetivo es encandilarnos para
que sigamos leyendo en busca de una resolución imposible a un hecho que,
sin darnos cuenta, hemos aceptado como real para, una vez convencidos, colocarnos frente a nuestra propia realidad.
Le Tellier no da respuestas: escribe esta
ficción de 362 páginas como un dios que crea una situación trepidante e
inexplicable en la que mete a unas criaturas y nos permite observar su
mundo: «He hecho lo contrario que se hace en una novela:
primero creas el personaje y luego lo precipitas a la acción, yo he creado una
situación y diez reacciones posibles, luego he distribuido los personajes». Ante esto, no queda otro remedio que aceptar
sus
reglas o dejar el libro. Quizá este sea su principal defecto y su indudable mérito: confiere al lector el papel de
simple mirón en un revoltijo de tiempos y decisiones, hasta llegar al final
preconcebido, un final abierto (game over) muy lejos de los finales clásicos.
No
obstante, el
conjunto se ve debilitado, hasta cierto punto, por sus concesiones a la actualidad,
que incluye desde la sátira religiosa y política (con líderes como Macron, Xi Jinping o un innominado presidente estadounidense) a referencias actuales,
como la pandemia o la cultura pop reciente: citas
cinematográficas, literarias, filosóficas y, por supuesto, científicas.
…Y
ANALIZAR LA CONDICIÓN HUMANA
A partir de esa
premisa, la novela reflexiona sobre la consciencia, sobre qué
nos constituye, qué nos hace quienes somos. Es
también un fino análisis de la futilidad de la vida, lo en apariencia prescindible, y el
planteamiento de algunos temas centrales identidad, la memoria, el sujeto o el binomio
original-copia, que depende de la noción de verdad, tan devaluada
hoy día.
Ante unas circunstancias
inéditas que ponen
en cuestión muchas de esas cosas que se dan por aceptadas, y que
quizá hubiera que revisar de vez en cuando, presenta buen número de cuestiones
morales, éticas o filosóficas, y también
legales, de difícil (o improbable) respuesta: las obsesiones laborales; la
inseguridad; la depresión; las relaciones de pareja; el desamor; los hogares
rotos; la aceptación de uno mismo; la consistencia de la realidad que cada uno
construye para sí; la mirada de uno mismo en el espejo de lo que conseguido o
no en la vida, y extraer dolorosas conclusiones; la apuesta por la diversidad;
las segundas oportunidades...
Sin dejar de destacar la importancia de la memoria (del pasado) respecto al futuro: la vida sin pasado no es la misma y las cosas
cambian. De ahí que la narración establece un
momento simbólico que es la primavera donde uno se renueva, (tres meses o 106 días exactamente,
justamente entre marzo y junio.
El autor, en fin,
juega con la realidad, las relaciones, las decisiones y la propia vida revelando la
naturaleza de la condición humana, para poner
de manifiesto, con un humor corrosivo, la vulnerabilidad a la que estamos sometidos y
la incongruencia
de muchas actuaciones tendentes a evitarla. En suma, temas diversos,
algunos de los cuales no se habían planteado antes con tanta claridad.
LA RESPUESTA, EL LECTOR
Porque Le Tellier no busca contentar al lector con respuestas que
satisfagan su curiosidad; al contrario, lo deja sin resolución, invitando a que
él mismo rellene los huecos o, simplemente, a que conjeture libremente posibles
explicaciones. En efecto, tras la exploración de la psique, de los caminos del destino
o de la consistencia de la realidad, no da respuestas. Hay
una explicación sugerida para el fenómeno, pero no confirmación: plantea las
hipótesis, pero deja a elección del lector aceptar o descartar (en el caso de que
se decanta por alguna): en el centro de la novela, siguiendo esa tradición de los best sellers (desde Verne a Crichton) de envolver
narrativamente propuestas científicas polémicas, se plantean varias
teorías como la de «agujero de gusano», la «hipótesis de la fotocopiadora» o la «hipótesis de la
simulación», teoría sobre inteligencia artificial elaborada en 2003 por el
sueco Nick Boström.
Porque Le Tellier defiende el
conocimiento
científico frente a las ideas religiosas: afirma que, si se quiere comprender
realmente, no hay que deformar los hechos para adaptarlos a nuestras creencias,
como hacen las religiones: el único y
verdadero razonamiento filosófico y científico sigue siendo este: «He aquí los
hechos, veamos cuáles son las posibles conclusiones.»
La novela occidental es dialógica y La
anomalía lleva ese rasgo al extremo para dar una visión de la contemporaneidad globalizada: transcurre en el planeta entero y se nombran múltiples
países y regiones, aunque sobresalgan dos tradiciones nacionales: la francesa y
la estadounidense. De ellas provienen las instituciones humanas exploradas, los nombres de personajes histórico/contemporáneos, y muchas de las citas (musicales, literarias, cinematográficas,
arquitectónicas, de cultura popular y más). Y sobre todo esa contemporaneidad
globalizada es la respuesta: nos guste o no vivimos en un mundo globalizado.
Todo en ella, provoca la
introspección y prioriza la experiencia sobre las revelaciones, por eso cierra
la novela con un final muy
abierto, sugerente e irónico, que deja en el aire todo el misterio… (o tal vez
no). Cada lector ha de
hacer su lectura y adoptar sus propias conclusiones a partir de los (muchos)
indicios que Le Tellier ha ido dejando en el texto. Lo relevante es lo vivido
por los protagonistas, los problemas a los que se enfrentan en esa situación imposible
y su manera de lidiar con ellos. No importan tanto las respuestas que pueda dar
el autor, sino las que se dan a sí mismos sus personajes. Porque, al final no se trata de saber cómo hacer
frente a uno mismo, sino saber
qué es lo importante
para cada uno, qué es esencial para la vida,
qué estamos dispuestos
a compartir y a no dejar ir…
EL «F I N»
DE UN BEST SELLER DE VANGUARDIA
El cierre, un caligrama simulando un reloj
de arena, contiene una última referencia oulipiana: Le Tellier deja
un mensaje escondido entre estas letras que caen anunciando el final. Una (última)
invitación a recomponer un texto incompleto. Las primeras palabras se dejan
adivinar fácilmente. Después la tarea se complica… aunque se puede leer la
palabra ulceraciones, un guiño al
folleto Ulceraciones (1974) de Georges Perec, que fue la primera publicación de La
Bibliothèque oulipienne. Las frases se reducen, las letras se desvanecen hasta
quedar en tres caracteres finales que en su verticalidad dan: / f / i
/ n / pero, ¡sin punto final! Aunque
en un rizo más, los precedentes sugieren otro sentido añadido, y «arena
al / f / i / n /, que evoca la
granularidad del tiempo.
Esas últimas líneas en forma de la
arena de un reloj aportan una clave a la novela, pero una clave voluntariamente incompleta: en una reunión
de Le Tellier con nueve de sus traductores (Maison de la Poésie, 14 mayo 2021)
se trató largamente de esta última página, para finalmente confirmar la
existencia de un texto subyacente que el autor se negó a descifrar, dejando a los lectores y a los
traductores la tarea de reconstruirlo.
El caligrama no
hace sino reforzar la sensación de que durante 300 páginas la escritura experimental se ha camuflado
bajo el disfraz más inusitado (el del best seller) y sólo en las
últimas 22 decide mostrar los hilvanes y el auténtico final.
Finalmente,
en un último guiño oulipiano, el autor reconoce, en estricto orden alfabético, a casi todos los miembros de su
grupo, incluido el escritor español Eduardo Berti, aunque excluye a Pablo Martín Sánchez (ingresado en 2014), pues es el traductor de la novela y Le
Tellier sostiene que el
traductor es coautor de libro
que traduce.
(Aberrante) Nota
EDITORIAL
He procurado presentar
la trama sin desvelar nada relevante, pues, por su propia índole, requiere abordarla
sin conocimiento previo, para ir descubriéndola a medida que avanza la lectura,
proceso que forma parte de su encanto. Por eso sorprende que Seix Barral la haya descifrado en la contraportada,
utilizando su idea central, que no aparece hasta la página 140, como reclamo publicitario. Así,
adelanta al lector a esa página 140, en lugar de dejar que llegue a ella partiendo de la 11. Bastante inexplicable, teniendo en
cuenta que lo realmente divertido es lo imposible.
¡Otro hito en la chapuza editorial
de nuestro país!
«Hay algo admirable que supera
siempre al conocimiento, a la inteligencia e incluso al genio, y es la
incomprensión.»
("La
anomalía", VICTOR MIESEL)
UN OULIPIANO EN EL
GONCOURT
HERVÉ LE TELLIER (París,
1957), además de Licenciado en Matemáticas, es uno de los
autores franceses actuales más prestigiosos. Además de escritor, con una
extensa obra (poesía, teatro, novela y relato), y reconocido crítico literario,
ha sido editor (de Raymond
Queneau o Georges Perec, por ejemplo),
además de ocasional colaborador de medios escritos y radiofónicos (Le Monde, France Culture...).
Desde 1992 forma parte del grupo de experimentación narrativa de
vanguardia OuLiPo, que preside desde 2019, y del que son
miembros (pues nunca se deja de serlo) Italo Calvino, Harry Mathews o Georges Perec.
Este grupo, que responde al acrónimo de Ouvroir de
Littérature Potentielle, fue fundado, en noviembre de 1960, por François Le
Lionnais, Raymond Queneau y una decena de amigos
(escritores, matemáticos o pintores), con el propósito de inventar nuevas
formas poéticas o novelescas, a través de un intercambio de técnicas entre
matemáticos y escritores. Desde entonces, los 37 miembros de OuLiPo (y
otras muchas personas que sin pertenecer de manera oficial al Taller
generan literatura oulipiana) han escrito sorprendentes textos sujetos a restricciones de tipo matemático.
Pues bien, contra
todo pronóstico, en 2020 Le Tellier obtuvo con
LA ANOMALÍA el Goncourt,
premio tan prestigioso como paupérrimo (dotado con sólo 20 €), así como un
considerable éxito de ventas en Francia (que se ha extendido al resto del
mundo).
NOVELA DE NOVELAS
Tal como la define Le Tellier, puesto que presenta una forma tan ecléctica que la hace inclasificable:
fusiona géneros y estilos (al modo de Italo Calvino), que van desde el thriller
psicológico, el suspense, el surrealismo puro o la divulgación
científica a la narrativa futurista,
planteando, con fina ironía, cuestiones de
índole filosófica (teoría de cuerdas
incluida) o religiosa.
Tal fusión de géneros se traduce en
el uso de los procedimientos que les son
propios: desde los de la literatura gris, la ciencia
ficción, el noir, el gore, las series (de detectives, del FBI…) o la novela rosa (o, como ha dicho el autor, de la comedia romántica inglesa, a lo Richard Curtis).
Así mismo le permite introducir una
pluralidad de formatos: citas, aforismos, poemas,
canciones, entrevistas, mails, cartas, artículos periodísticos, un caligrama...
Justamente el autor utiliza
esa innovadora y compleja técnica narrativa para esbozar diversas cuestiones derivadas de un único elemento: lo extraño, planteando un cambio de paradigma que introduce al lector en el enclave
fabulador del «No
es posible, pero ¿y si sí…?
PERSONAJES COMO REFLEJOS
Se
trata de una novela
coral con una estructura polifónica. El autor va introduciendo, con pequeñas
pinceladas, a diversos personajes
en una narrativa enfocada a conocerlos a ellos, sus entornos y circunstancias
personales (problemas, miedos y alegrías).
Aunque alguno peque de cierta
superficialidad, son personajes muy bien perfilados, creíbles y veraces. un sicario, un
escritor, una montadora cinematográfica y madre soltera, un famosos arquitecto,
un enfermo de cáncer, una niña cuyo padre es un soldado con muchas ausencias y
un carácter «difícil», una abogada negra de éxito, o un cantante nigeriano que acaba
de obtener su primer gran hit. Unos comienzan su vida, otros la están
cambiando, y alguno sopesa si cambiarla o mantener su actitud conformista.
Todos van a compartir una experiencia común… que permite al autor trenzar sus historias al estilo scoubidou al cruzarse sus vidas tras el
incidente.
Cada
personaje tiene su propia voz, en tercera
persona, y su propio
género literario: novela negra, literatura introspectiva, sentimental o
novela psicológica (género clave en el libro). Voces que aprovechan los estilemas,
el vocabulario, los ritmos y los clichés de esos géneros literarios,
construyendo así varias voces narradoras con precisión.
Entre el elenco de personajes,
el autor
adopta el alter ego de Victor Miesel (que
aparece en el capítulo 2),
un escritor con dos novelas de relativo éxito crítico, pero que nunca llegará a
ser un superventas. Es el autor de una obra titulada La anomalía, se titula igual pero que no
es esta novela: otro juego metaliterario más, siguiendo con el juego de espejos de la duplicidad; libro que acabará
siendo un superventas (premonitoria clarividencia), porque tal y como describe
en la novela: Nunca un autor escribe el libro que el lector espera
encontrar, ni el lector lee nunca la obra que el autor ha querido escribir.
ESTRUCTURA LEGO
De hecho, el fenómeno acaecido, cuyas
posibles explicaciones se convierten en el novum (innovaciones
científicamente probables) de la historia, no es sino la excusa, el McGuffin, para analizar las emociones profundas que de repente
afloran, los sentimientos frágiles que se ponen en entredicho, los nefandos
pecados imperdonables o los defectos tan humanos que surcan los relatos vitales
de cada personaje.
Porque la restricción principal de La
anomalía se aplica a su estructura, mediante los
cruces de personajes (scobidou según el propio
Le Tellier), lo cual permite un modo de lectura alternativo, no lineal, pues
permite (eligiendo los capítulos adecuados) conocer la historia de cada
personaje, olvidando al resto de los protagonistas.
Linealmente, la novela se
estructura en 35
capítulos cortos, que pueden verse como cuentos,
divididos en tres partes,
cuyos
títulos, en homenaje a Raymond Queneau, corresponden a
extractos de poemas suyos. Cada una de estas secciones presenta,
respectivamente, los personajes principales (Tan negro como el cielo: 13capítulos en
132 páginas); la investigación del suceso por parte de las autoridades (La vida es sueño,
dicen:
9 capítulos en 86 páginas) y la manera en la que continúa la vida tras la
anomalía (La
canción de la nada: 13 capítulos en tan solo 31 páginas).
LA TRABA ES TRAMA
La
primera
parte consiste en una larga introducción que dedica cada uno de sus capítulos
a un diferente punto de vista a través de la selección de diferentes y
eclécticos personajes, entreverando un par de capítulos con una acción ajena
que remite al acontecimiento central de la novela (y nudo de unión
de los personajes). El punto neurálgico del libro lo constituye el capítulo 5, «La lavadora»,
que se inicia parafraseando al Tolstoi de
Ana Karenina. Todos ellos
comparten un incidente el 10 marzo 2021 (con consecuencias el 24 junio 2021): precisamente lo imposible. Entonces, hay que buscar
explicaciones en la religión, la ciencia, incluso en el cine...
La
segunda parte plantea diversas problemáticas, desde las
explicaciones científicas a las religiosas. Se trata de intentar comprender y,
al mismo tiempo, valorar sus consecuencias (científicas, políticas, sociales,
religiosas…). Un profuso despliegue de posibilidades en el terreno de la
especulación. Se barajan incluso las
más peregrinas hipótesis científicas y tecnológicas, de las que se pasa a las
inferencias filosóficas y religiosas… Cuestiones
que implican la presencia de políticos, militares, científicos y líderes
religiosos de todas las confesiones… Especialmente estimulante resulta el
capítulo «Descartes 2.0», dedicado a
explicar el funcionamiento del cosmos, sobre todo los universos paralelos y el
tiempo como concepto científico. El misterio se acrecienta con el desarrollo de un
protocolo secreto seguido por el Gobierno estadounidense…
La
tercera parte, sin duda
la más interesante del libro, plantea las cuestiones más precisas y más
enraizadas en la condición humana. Pasa a analizar las consecuencias personales para cada uno de
los personajes iniciales, y alguno más que ha ido apareciendo. Obligado cada uno de ellos a lidiar
con las consecuencias de esa singularidad van a tener
que asumir sus vidas, replanteárselas o darles
la orientación que necesitan. Final, cerrado (para los personajes) y abierto
(para el lector); final redondo, pues a la postre lo que realmente importa son
las historias de las personas.
UN COMPLEJO EJERCICIO
DE ESTILO…
Como buen oulipiano ha construido su novela con una plétora de mecanismos formales: de hecho, parece una
plasmación en una novela de los Ejercicios de estilo de su amigo y maestro Raymond Quenau.
Aparte
de un vasto y variado vocabulario que expone sólidos conocimientos (científicos,
culturales, artísticos y religiosos) y la adecuación de lenguaje y filosofía a la vorágine imaginativa de la trama
(aunque abunden las frases
reflexivas como la que abre la reseña, que a veces resultan ampulosas) consigue un ritmo
trepidante, ágil y lúdico, salpicado de un humor sarcásticamente divertido (salvo en algún momento
dramático), que hacen que la novela resulte divertida, ágil y de
fácil (y rápida) lectura.
El relato evita
caer en hermetismos (dado su enfoque psicológico y metafísico), para lo cual
explota todo tipo de recursos narrativos, como el final
en cliffhanger (una intriga que
anima a seguir leyendo) de los capítulos, así como ciertos artificios
retóricos para producir expectativa, sorpresa, alivio o desazón.
Otro logro importante es la provocación, la alusión continua al lector en un giro
metaliterario magistralmente ejecutado. Juego literario,
que hace evidente el artificio siempre que puede, como cuando expone lo que
piensa el personaje de Víctor
Miesel, (autor de esa novela titulada La anomalía) sobre su libro:
No aprecia el arte de la fórmula sentenciosa ni lo atraen los aforismos. Francamente no entiende el
entusiasmo que ha despertado el libro.
…PARA ABRIR INTERROGANTES…
La novela
funciona a partir de este dispositivo como un campo de experimentación en el
que no sólo explora las posibilidades de la narración, pues lo realmente
destacable no son los juegos formales, sino su
posicionamiento contra la falacia de la originalidad: abusa de tópicos y arquetipos, propios de la literatura de
consumo y la industria cinematográfica. La anomalía recuerda adrede a muchas cosas (desde Adolfo Bioy Casares y La trama celeste, la serie Perdidos o la película Teléfono rojo: volamos hacia Moscú
de Stanley Kubrick). Pero, aunque busque
recordar, en algunos momentos, títulos de éxito, rápidamente se aleja de ellos,
tomando otros derroteros: ¿Por qué escribir a la sombra de Perec? ¿Por
qué no se libera de una vez por todas de las influencias, de las figuras
tutelares?
De todas formas, la
duplicidad está en la raíz de la novela: desde la tradición yoruba sobre los gemelos (dos
iguales), a la aparición de La
anomalía ese éxito editorial del personaje de Miesel, pasando por la revisión del planteamiento del problema del doble, más allá de Poe (William Wilson) o Dostoyeski (El doble).
De este modo, en
la fantasía delirante de una novela como ésta, construida con precisión a
partir de otros muchos textos que aparecen de forma más o menos velada, Le
Tellier construye una máquina narrativa perfecta, porque su objetivo es encandilarnos para
que sigamos leyendo en busca de una resolución imposible a un hecho que,
sin darnos cuenta, hemos aceptado como real para, una vez convencidos, colocarnos frente a nuestra propia realidad.
Le Tellier no da respuestas: escribe esta
ficción de 362 páginas como un dios que crea una situación trepidante e
inexplicable en la que mete a unas criaturas y nos permite observar su
mundo: «He hecho lo contrario que se hace en una novela:
primero creas el personaje y luego lo precipitas a la acción, yo he creado una
situación y diez reacciones posibles, luego he distribuido los personajes». Ante esto, no queda otro remedio que aceptar
sus
reglas o dejar el libro. Quizá este sea su principal defecto y su indudable mérito: confiere al lector el papel de
simple mirón en un revoltijo de tiempos y decisiones, hasta llegar al final
preconcebido, un final abierto (game over) muy lejos de los finales clásicos.
No
obstante, el
conjunto se ve debilitado, hasta cierto punto, por sus concesiones a la actualidad,
que incluye desde la sátira religiosa y política (con líderes como Macron, Xi Jinping o un innominado presidente estadounidense) a referencias actuales,
como la pandemia o la cultura pop reciente: citas
cinematográficas, literarias, filosóficas y, por supuesto, científicas.
…Y
ANALIZAR LA CONDICIÓN HUMANA
A partir de esa
premisa, la novela reflexiona sobre la consciencia, sobre qué
nos constituye, qué nos hace quienes somos. Es
también un fino análisis de la futilidad de la vida, lo en apariencia prescindible, y el
planteamiento de algunos temas centrales identidad, la memoria, el sujeto o el binomio
original-copia, que depende de la noción de verdad, tan devaluada
hoy día.
Ante unas circunstancias
inéditas que ponen
en cuestión muchas de esas cosas que se dan por aceptadas, y que
quizá hubiera que revisar de vez en cuando, presenta buen número de cuestiones
morales, éticas o filosóficas, y también
legales, de difícil (o improbable) respuesta: las obsesiones laborales; la
inseguridad; la depresión; las relaciones de pareja; el desamor; los hogares
rotos; la aceptación de uno mismo; la consistencia de la realidad que cada uno
construye para sí; la mirada de uno mismo en el espejo de lo que conseguido o
no en la vida, y extraer dolorosas conclusiones; la apuesta por la diversidad;
las segundas oportunidades...
Sin dejar de destacar la importancia de la memoria (del pasado) respecto al futuro: la vida sin pasado no es la misma y las cosas
cambian. De ahí que la narración establece un
momento simbólico que es la primavera donde uno se renueva, (tres meses o 106 días exactamente,
justamente entre marzo y junio.
El autor, en fin,
juega con la realidad, las relaciones, las decisiones y la propia vida revelando la
naturaleza de la condición humana, para poner
de manifiesto, con un humor corrosivo, la vulnerabilidad a la que estamos sometidos y
la incongruencia
de muchas actuaciones tendentes a evitarla. En suma, temas diversos,
algunos de los cuales no se habían planteado antes con tanta claridad.
LA RESPUESTA, EL LECTOR
Porque Le Tellier no busca contentar al lector con respuestas que
satisfagan su curiosidad; al contrario, lo deja sin resolución, invitando a que
él mismo rellene los huecos o, simplemente, a que conjeture libremente posibles
explicaciones. En efecto, tras la exploración de la psique, de los caminos del destino
o de la consistencia de la realidad, no da respuestas. Hay
una explicación sugerida para el fenómeno, pero no confirmación: plantea las
hipótesis, pero deja a elección del lector aceptar o descartar (en el caso de que
se decanta por alguna): en el centro de la novela, siguiendo esa tradición de los best sellers (desde Verne a Crichton) de envolver
narrativamente propuestas científicas polémicas, se plantean varias
teorías como la de «agujero de gusano», la «hipótesis de la fotocopiadora» o la «hipótesis de la
simulación», teoría sobre inteligencia artificial elaborada en 2003 por el
sueco Nick Boström.
Porque Le Tellier defiende el
conocimiento
científico frente a las ideas religiosas: afirma que, si se quiere comprender
realmente, no hay que deformar los hechos para adaptarlos a nuestras creencias,
como hacen las religiones: el único y
verdadero razonamiento filosófico y científico sigue siendo este: «He aquí los
hechos, veamos cuáles son las posibles conclusiones.»
La novela occidental es dialógica y La
anomalía lleva ese rasgo al extremo para dar una visión de la contemporaneidad globalizada: transcurre en el planeta entero y se nombran múltiples
países y regiones, aunque sobresalgan dos tradiciones nacionales: la francesa y
la estadounidense. De ellas provienen las instituciones humanas exploradas, los nombres de personajes histórico/contemporáneos, y muchas de las citas (musicales, literarias, cinematográficas,
arquitectónicas, de cultura popular y más). Y sobre todo esa contemporaneidad
globalizada es la respuesta: nos guste o no vivimos en un mundo globalizado.
Todo en ella, provoca la
introspección y prioriza la experiencia sobre las revelaciones, por eso cierra
la novela con un final muy
abierto, sugerente e irónico, que deja en el aire todo el misterio… (o tal vez
no). Cada lector ha de
hacer su lectura y adoptar sus propias conclusiones a partir de los (muchos)
indicios que Le Tellier ha ido dejando en el texto. Lo relevante es lo vivido
por los protagonistas, los problemas a los que se enfrentan en esa situación imposible
y su manera de lidiar con ellos. No importan tanto las respuestas que pueda dar
el autor, sino las que se dan a sí mismos sus personajes. Porque, al final no se trata de saber cómo hacer
frente a uno mismo, sino saber
qué es lo importante
para cada uno, qué es esencial para la vida,
qué estamos dispuestos
a compartir y a no dejar ir…
EL «F I N»
DE UN BEST SELLER DE VANGUARDIA
El cierre, un caligrama simulando un reloj
de arena, contiene una última referencia oulipiana: Le Tellier deja
un mensaje escondido entre estas letras que caen anunciando el final. Una (última)
invitación a recomponer un texto incompleto. Las primeras palabras se dejan
adivinar fácilmente. Después la tarea se complica… aunque se puede leer la
palabra ulceraciones, un guiño al
folleto Ulceraciones (1974) de Georges Perec, que fue la primera publicación de La
Bibliothèque oulipienne. Las frases se reducen, las letras se desvanecen hasta
quedar en tres caracteres finales que en su verticalidad dan: / f / i
/ n / pero, ¡sin punto final! Aunque
en un rizo más, los precedentes sugieren otro sentido añadido, y «arena
al / f / i / n /, que evoca la
granularidad del tiempo.
Esas últimas líneas en forma de la
arena de un reloj aportan una clave a la novela, pero una clave voluntariamente incompleta: en una reunión
de Le Tellier con nueve de sus traductores (Maison de la Poésie, 14 mayo 2021)
se trató largamente de esta última página, para finalmente confirmar la
existencia de un texto subyacente que el autor se negó a descifrar, dejando a los lectores y a los
traductores la tarea de reconstruirlo.
El caligrama no
hace sino reforzar la sensación de que durante 300 páginas la escritura experimental se ha camuflado
bajo el disfraz más inusitado (el del best seller) y sólo en las
últimas 22 decide mostrar los hilvanes y el auténtico final.
Finalmente,
en un último guiño oulipiano, el autor reconoce, en estricto orden alfabético, a casi todos los miembros de su
grupo, incluido el escritor español Eduardo Berti, aunque excluye a Pablo Martín Sánchez (ingresado en 2014), pues es el traductor de la novela y Le
Tellier sostiene que el
traductor es coautor de libro
que traduce.
(Aberrante) Nota
EDITORIAL
He procurado presentar
la trama sin desvelar nada relevante, pues, por su propia índole, requiere abordarla
sin conocimiento previo, para ir descubriéndola a medida que avanza la lectura,
proceso que forma parte de su encanto. Por eso sorprende que Seix Barral la haya descifrado en la contraportada,
utilizando su idea central, que no aparece hasta la página 140, como reclamo publicitario. Así,
adelanta al lector a esa página 140, en lugar de dejar que llegue a ella partiendo de la 11. Bastante inexplicable, teniendo en
cuenta que lo realmente divertido es lo imposible.
¡Otro hito en la chapuza editorial de nuestro país!

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