martes, 16 de abril de 2024

LA ANOMALÍA


 «LA ANOMALÍA»
Hervé Le Tellier (2020)


«Hay algo admirable que supera siempre al conocimiento, a la inteligencia e incluso al genio, y es la incomprensión.»
("La anomalía", VICTOR MIESEL)


UN OULIPIANO EN EL GONCOURT

HERVÉ LE TELLIER (París, 1957), además de Licenciado en Matemáticas, es uno de los autores franceses actuales más prestigiosos. Además de escritor, con una extensa obra (poesía, teatro, novela y relato), y reconocido crítico literario, ha sido editor (de Raymond Queneau o Georges Perec, por ejemplo), además de ocasional colaborador de medios escritos y radiofónicos (Le Monde, France Culture...).

Desde 1992 forma parte del grupo de experimentación narrativa de vanguardia OuLiPo, que preside desde 2019, y del que son miembros (pues nunca se deja de serlo) Italo Calvino, Harry Mathews o Georges Perec. Este grupo, que responde al acrónimo de Ouvroir de Littérature Potentielle, fue fundado, en noviembre de 1960, por François Le Lionnais, Raymond Queneau y una decena de amigos (escritores, matemáticos o pintores), con el propósito de inventar nuevas formas poéticas o novelescas, a través de un intercambio de técnicas entre matemáticos y escritores. Desde entonces, los 37 miembros de OuLiPo (y otras muchas personas que sin pertenecer de manera oficial al Taller generan literatura oulipiana) han escrito sorprendentes textos sujetos a restricciones de tipo matemático.

Pues bien, contra todo pronóstico, en 2020 Le Tellier obtuvo con LA ANOMALÍA el Goncourt, premio tan prestigioso como paupérrimo (dotado con sólo 20 €), así como un considerable éxito de ventas en Francia (que se ha extendido al resto del mundo).

NOVELA DE NOVELAS

Tal como la define Le Tellier, puesto que presenta una forma tan ecléctica que la hace inclasificable: fusiona géneros y estilos (al modo de Italo Calvino), que van desde el thriller psicológico, el suspense, el surrealismo puro o la divulgación científica a la narrativa futurista, planteando, con fina ironía, cuestiones de índole filosófica (teoría de cuerdas incluida) o religiosa.

Tal fusión de géneros se traduce en el uso de los procedimientos que les son propios: desde los de la literatura gris, la ciencia ficción, el noir, el gore, las series (de detectives, del FBI…) o la novela rosa (o, como ha dicho el autor, de la comedia romántica inglesa, a lo Richard Curtis).

Así mismo le permite introducir una pluralidad de formatos: citas, aforismos, poemas, canciones, entrevistas, mails, cartas, artículos periodísticos, un caligrama...

Justamente el autor utiliza esa innovadora y compleja técnica narrativa para esbozar diversas cuestiones derivadas de un único elemento: lo extraño, planteando un cambio de paradigma que introduce al lector en el enclave fabulador del «No es posible, pero ¿y si sí…?

PERSONAJES COMO REFLEJOS

Se trata de una novela coral con una estructura polifónica. El autor va introduciendo, con pequeñas pinceladas, a diversos personajes en una narrativa enfocada a conocerlos a ellos, sus entornos y circunstancias personales (problemas, miedos y alegrías).

Aunque alguno peque de cierta superficialidad, son personajes muy bien perfilados, creíbles y veraces. un sicario, un escritor, una montadora cinematográfica y madre soltera, un famosos arquitecto, un enfermo de cáncer, una niña cuyo padre es un soldado con muchas ausencias y un carácter «difícil», una abogada negra de éxito, o un cantante nigeriano que acaba de obtener su primer gran hit. Unos comienzan su vida, otros la están cambiando, y alguno sopesa si cambiarla o mantener su actitud conformista. Todos van a compartir una experiencia común… que permite al autor trenzar sus historias al estilo scoubidou al cruzarse sus vidas tras el incidente.

Cada personaje tiene su propia voz, en tercera persona, y su propio género literario: novela negra, literatura introspectiva, sentimental o novela psicológica (género clave en el libro). Voces que aprovechan los estilemas, el vocabulario, los ritmos y los clichés de esos géneros literarios, construyendo así varias voces narradoras con precisión.

Entre el elenco de personajes, el autor adopta el alter ego de Victor Miesel (que aparece en el capítulo 2), un escritor con dos novelas de relativo éxito crítico, pero que nunca llegará a ser un superventas. Es el autor de una obra titulada La anomalía, se titula igual pero que no es esta novela: otro juego metaliterario más, siguiendo con el juego de espejos de la duplicidad; libro que acabará siendo un superventas (premonitoria clarividencia), porque tal y como describe en la novela: Nunca un autor escribe el libro que el lector espera encontrar, ni el lector lee nunca la obra que el autor ha querido escribir.

ESTRUCTURA LEGO

De hecho, el fenómeno acaecido, cuyas posibles explicaciones se convierten en el novum (innovaciones científicamente probables) de la historia, no es sino la excusa, el McGuffin, para analizar las emociones profundas que de repente afloran, los sentimientos frágiles que se ponen en entredicho, los nefandos pecados imperdonables o los defectos tan humanos que surcan los relatos vitales de cada personaje.

Porque la restricción principal de La anomalía se aplica a su estructura, mediante los cruces de personajes (scobidou según el propio Le Tellier), lo cual permite un modo de lectura alternativo, no lineal, pues permite (eligiendo los capítulos adecuados) conocer la historia de cada personaje, olvidando al resto de los protagonistas.

Linealmente, la novela se estructura en 35 capítulos cortos, que pueden verse como cuentos, divididos en tres partes, cuyos títulos, en homenaje a Raymond Queneau, corresponden a extractos de poemas suyos. Cada una de estas secciones presenta, respectivamente, los personajes principales (Tan negro como el cielo: 13capítulos en 132 páginas); la investigación del suceso por parte de las autoridades (La vida es sueño, dicen: 9 capítulos en 86 páginas) y la manera en la que continúa la vida tras la anomalía (La canción de la nada: 13 capítulos en tan solo 31 páginas).

LA TRABA ES TRAMA

La primera parte consiste en una larga introducción que dedica cada uno de sus capítulos a un diferente punto de vista a través de la selección de diferentes y eclécticos personajes, entreverando un par de capítulos con una acción ajena que remite al acontecimiento central de la novela (y nudo de unión de los personajes). El punto neurálgico del libro lo constituye el capítulo 5, «La lavadora», que se inicia parafraseando al Tolstoi de Ana Karenina. Todos ellos comparten un incidente el 10 marzo 2021 (con consecuencias el 24 junio 2021): precisamente lo imposible. Entonces, hay que buscar explicaciones en la religión, la ciencia, incluso en el cine...

La segunda parte plantea diversas problemáticas, desde las explicaciones científicas a las religiosas. Se trata de intentar comprender y, al mismo tiempo, valorar sus consecuencias (científicas, políticas, sociales, religiosas…). Un profuso despliegue de posibilidades en el terreno de la especulación. Se barajan incluso las más peregrinas hipótesis científicas y tecnológicas, de las que se pasa a las inferencias filosóficas y religiosas… Cuestiones que implican la presencia de políticos, militares, científicos y líderes religiosos de todas las confesiones… Especialmente estimulante resulta el capítulo «Descartes 2.0», dedicado a explicar el funcionamiento del cosmos, sobre todo los universos paralelos y el tiempo como concepto científico. El misterio se acrecienta con el desarrollo de un protocolo secreto seguido por el Gobierno estadounidense…

La tercera parte, sin duda la más interesante del libro, plantea las cuestiones más precisas y más enraizadas en la condición humana. Pasa a analizar las consecuencias personales para cada uno de los personajes iniciales, y alguno más que ha ido apareciendo. Obligado cada uno de ellos a lidiar con las consecuencias de esa singularidad van a tener que asumir sus vidas, replanteárselas o darles la orientación que necesitan. Final, cerrado (para los personajes) y abierto (para el lector); final redondo, pues a la postre lo que realmente importa son las historias de las personas.

UN COMPLEJO EJERCICIO DE ESTILO…

Como buen oulipiano ha construido su novela con una plétora de mecanismos formales: de hecho, parece una plasmación en una novela de los Ejercicios de estilo de su amigo y maestro Raymond Quenau.

Aparte de un vasto y variado vocabulario que expone sólidos conocimientos (científicos, culturales, artísticos y religiosos) y la adecuación de lenguaje y filosofía a la vorágine imaginativa de la trama (aunque abunden las frases reflexivas como la que abre la reseña, que a veces resultan ampulosas) consigue un ritmo trepidante, ágil y lúdico, salpicado de un humor sarcásticamente divertido (salvo en algún momento dramático), que hacen que la novela resulte divertida, ágil y de fácil (y rápida) lectura.

El relato evita caer en hermetismos (dado su enfoque psicológico y metafísico), para lo cual explota todo tipo de recursos narrativos, como el final en cliffhanger (una intriga que anima a seguir leyendo) de los capítulos, así como ciertos artificios retóricos para producir expectativa, sorpresa, alivio o desazón.

Otro logro importante es la provocación, la alusión continua al lector en un giro metaliterario magistralmente ejecutado. Juego literario, que hace evidente el artificio siempre que puede, como cuando expone lo que piensa el personaje de Víctor Miesel, (autor de esa novela titulada La anomalía) sobre su libro: No aprecia el arte de la fórmula sentenciosa ni lo atraen los aforismos. Francamente no entiende el entusiasmo que ha despertado el libro.

PARA ABRIR INTERROGANTES…

La novela funciona a partir de este dispositivo como un campo de experimentación en el que no sólo explora las posibilidades de la narración, pues lo realmente destacable no son los juegos formales, sino su posicionamiento contra la falacia de la originalidad: abusa de tópicos y arquetipos, propios de la literatura de consumo y la industria cinematográfica. La anomalía recuerda adrede a muchas cosas (desde Adolfo Bioy Casares y La trama celeste, la serie Perdidos o la película Teléfono rojo: volamos hacia Moscú de Stanley Kubrick). Pero, aunque busque recordar, en algunos momentos, títulos de éxito, rápidamente se aleja de ellos, tomando otros derroteros: ¿Por qué escribir a la sombra de Perec? ¿Por qué no se libera de una vez por todas de las influencias, de las figuras tutelares?

De todas formas, la duplicidad está en la raíz de la novela: desde la tradición yoruba sobre los gemelos (dos iguales), a la aparición de La anomalía ese éxito editorial del personaje de Miesel, pasando por la revisión del planteamiento del problema del doble, más allá de Poe (William Wilson) o Dostoyeski (El doble).

De este modo, en la fantasía delirante de una novela como ésta, construida con precisión a partir de otros muchos textos que aparecen de forma más o menos velada, Le Tellier construye una máquina narrativa perfecta, porque su objetivo es encandilarnos para que sigamos leyendo en busca de una resolución imposible a un hecho que, sin darnos cuenta, hemos aceptado como real para, una vez convencidos, colocarnos frente a nuestra propia realidad.

Le Tellier no da respuestas: escribe esta ficción de 362 páginas como un dios que crea una situación trepidante e inexplicable en la que mete a unas criaturas y nos permite observar su mundo: «He hecho lo contrario que se hace en una novela: primero creas el personaje y luego lo precipitas a la acción, yo he creado una situación y diez reacciones posibles, luego he distribuido los personajes». Ante esto, no queda otro remedio que aceptar sus reglas o dejar el libro. Quizá este sea su principal defecto y su indudable mérito: confiere al lector el papel de simple mirón en un revoltijo de tiempos y decisiones, hasta llegar al final preconcebido, un final abierto (game over) muy lejos de los finales clásicos.

No obstante, el conjunto se ve debilitado, hasta cierto punto, por sus concesiones a la actualidad, que incluye desde la sátira religiosa y política (con líderes como Macron, Xi Jinping o un innominado presidente estadounidense) a referencias actuales, como la pandemia o la cultura pop reciente: citas cinematográficas, literarias, filosóficas y, por supuesto, científicas.

…Y ANALIZAR LA CONDICIÓN HUMANA

A partir de esa premisa, la novela reflexiona sobre la consciencia, sobre qué nos constituye, qué nos hace quienes somos. Es también un fino análisis de la futilidad de la vida,  lo en apariencia prescindible, y el planteamiento de algunos temas centrales  identidad, la memoria, el sujeto o el binomio original-copia, que depende de la noción de verdad, tan devaluada hoy día.

Ante unas circunstancias inéditas que ponen en cuestión muchas de esas cosas que se dan por aceptadas, y que quizá hubiera que revisar de vez en cuando, presenta buen número de cuestiones morales, éticas o filosóficas, y también legales, de difícil (o improbable) respuesta: las obsesiones laborales; la inseguridad; la depresión; las relaciones de pareja; el desamor; los hogares rotos; la aceptación de uno mismo; la consistencia de la realidad que cada uno construye para sí; la mirada de uno mismo en el espejo de lo que conseguido o no en la vida, y extraer dolorosas conclusiones; la apuesta por la diversidad; las segundas oportunidades...

Sin dejar de destacar la importancia de la memoria (del pasado) respecto al futuro: la vida sin pasado no es la misma y las cosas cambian. De ahí que la narración establece un momento simbólico que es la primavera donde uno se renueva, (tres meses o 106 días exactamente, justamente entre marzo y junio.

El autor, en fin, juega con la realidad, las relaciones, las decisiones y la propia vida revelando la naturaleza de la condición humana, para poner de manifiesto, con un humor corrosivo, la vulnerabilidad a la que estamos sometidos y la incongruencia de muchas actuaciones tendentes a evitarla. En suma, temas diversos, algunos de los cuales no se habían planteado antes con tanta claridad.

LA RESPUESTA, EL LECTOR

Porque Le Tellier no busca contentar al lector con respuestas que satisfagan su curiosidad; al contrario, lo deja sin resolución, invitando a que él mismo rellene los huecos o, simplemente, a que conjeture libremente posibles explicaciones. En efecto, tras la exploración de la psique, de los caminos del destino o de la consistencia de la realidad, no da respuestas. Hay una explicación sugerida para el fenómeno, pero no confirmación: plantea las hipótesis, pero deja a elección del lector aceptar o descartar (en el caso de que se decanta por alguna): en el centro de la novela, siguiendo esa tradición de los best sellers (desde Verne a Crichton) de envolver narrativamente propuestas científicas polémicas, se plantean varias teorías como la de «agujero de gusano», la «hipótesis de la fotocopiadora» o la «hipótesis de la simulación», teoría sobre inteligencia artificial elaborada en 2003 por el sueco Nick Boström. Porque Le Tellier defiende el conocimiento científico frente a las ideas religiosas: afirma que, si se quiere comprender realmente, no hay que deformar los hechos para adaptarlos a nuestras creencias, como hacen las religiones: el único y verdadero razonamiento filosófico y científico sigue siendo este: «He aquí los hechos, veamos cuáles son las posibles conclusiones.»

La novela occidental es dialógica y La anomalía lleva ese rasgo al extremo para dar una visión de la contemporaneidad globalizada: transcurre en el planeta entero y se nombran múltiples países y regiones, aunque sobresalgan dos tradiciones nacionales: la francesa y la estadounidense. De ellas provienen las instituciones humanas exploradas, los nombres de personajes histórico/contemporáneos, y muchas de las citas (musicales, literarias, cinematográficas, arquitectónicas, de cultura popular y más). Y sobre todo esa contemporaneidad globalizada es la respuesta: nos guste o no vivimos en un mundo globalizado.

Todo en ella, provoca la introspección y prioriza la experiencia sobre las revelaciones, por eso cierra la novela con un final muy abierto, sugerente e irónico, que deja en el aire todo el misterio… (o tal vez no). Cada lector ha de hacer su lectura y adoptar sus propias conclusiones a partir de los (muchos) indicios que Le Tellier ha ido dejando en el texto. Lo relevante es lo vivido por los protagonistas, los problemas a los que se enfrentan en esa situación imposible y su manera de lidiar con ellos. No importan tanto las respuestas que pueda dar el autor, sino las que se dan a sí mismos sus personajes. Porque, al final no se trata de saber cómo hacer frente a uno mismo, sino saber qué es lo importante para cada uno, qué es esencial para la vida, qué estamos dispuestos a compartir y a no dejar ir

EL «F   I  N» DE UN BEST SELLER DE VANGUARDIA

El cierre, un caligrama simulando un reloj de arena, contiene una última referencia oulipiana: Le Tellier deja un mensaje escondido entre estas letras que caen anunciando el final. Una (última) invitación a recomponer un texto incompleto. Las primeras palabras se dejan adivinar fácilmente. Después la tarea se complica… aunque se puede leer la palabra ulceraciones, un guiño al folleto Ulceraciones (1974) de Georges Perec, que fue la primera publicación de La Bibliothèque oulipienne. Las frases se reducen, las letras se desvanecen hasta quedar en tres caracteres finales que en su verticalidad dan: / f / i / n / pero, ¡sin punto final! Aunque en un rizo más, los precedentes sugieren otro sentido añadido, y «arena al / f / i / n /, que evoca la granularidad del tiempo.

Esas últimas líneas en forma de la arena de un reloj aportan una clave a la novela, pero una clave voluntariamente incompleta: en una reunión de Le Tellier con nueve de sus traductores (Maison de la Poésie, 14 mayo 2021) se trató largamente de esta última página, para finalmente confirmar la existencia de un texto subyacente que el autor se negó a descifrar, dejando a los lectores y a los traductores la tarea de reconstruirlo.

El caligrama no hace sino reforzar la sensación de que durante 300 páginas la escritura experimental se ha camuflado bajo el disfraz más inusitado (el del best seller) y sólo en las últimas 22 decide mostrar los hilvanes y el auténtico final.

Finalmente, en un último guiño oulipiano, el autor reconoce, en estricto orden alfabético, a casi todos los miembros de su grupo, incluido el escritor español Eduardo Berti, aunque excluye a Pablo Martín Sánchez (ingresado en 2014), pues es el traductor de la novela y Le Tellier sostiene que el traductor es coautor de libro que traduce.


(Aberrante) Nota EDITORIAL

He procurado presentar la trama sin desvelar nada relevante, pues, por su propia índole, requiere abordarla sin conocimiento previo, para ir descubriéndola a medida que avanza la lectura, proceso que forma parte de su encanto. Por eso sorprende que Seix Barral la haya descifrado en la contraportada, utilizando su idea central, que no aparece hasta la página 140, como reclamo publicitario. Así, adelanta al lector a esa página 140, en lugar de dejar que llegue a ella partiendo de la 11. Bastante inexplicable, teniendo en cuenta que lo realmente divertido es lo imposible.

¡Otro hito en la chapuza editorial de nuestro país!



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