domingo, 2 de junio de 2024

LECTURA FÁCIL

 

«LECTURA FÁCIL»
Cristina Morales
(2018)

«En términos generales es mejor no hablar si sientes un poco de respeto por tu interlocutora»


CON ELLA LLEGÓ LA POLÉMICA

LECTURA FACIL (2018), aparte de constituir un éxito editorial y crítico, ha sido objeto de vibrantes controversias, básicamente derivadas de las actitudes y declaraciones de su autora, Cristina Morales (Granada, 1985), quien ha cosechado tanta admiración literaria como polémica por sus declaraciones tras recibir el Premio Nacional de Narrativa 2019, en las que, entre otras cosas, dijo alegrarse de los disturbios de Barcelona por la sentencia del «procés» y de ver en llamas «las vías comerciales tomadas por la explotación turística y capitalista», o considerar a la Policía como «un cuerpo violento ante el que solo cabe el sometimiento o la autodefensa».

Lo que generó la polémica fue la aparente paradoja de que una escritora de ideología antisistema, que aprovecha cualquier medio para expresarla, aceptase un premio de 20.000 euros procedentes del erario público; realizase viajes pagados por el Estado; o recibiese la beca del AECID, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, que le financiaba, en aquellos momentos, su estancia en Cuba. Tales presuntas contradicciones incendiaron las redes durante mucho tiempo y otorgaron a la novela un plus de notoriedad y ventas que posiblemente han ido más allá de su valor literario.

Ante la polémica desatada y el ataque desplegado contra la escritora parece oportuno intentar revisar la novela desde una perspectiva literaria.

EL SÍNDROME DE LAS COMPUERTAS

La obra expone la vida cotidiana (estrecheces económicas y necesidades afectivas) y las peripecias (principalmente en su vertiente ´okupa´ y ´kale borroka´) de cuatro mujeres que comparten lazos de sangre, dictamen de discapacitadas intelectuales y vivienda, tutelada por la Generalitat, en la Barcelona del inicio de la alcaldía de Ada Colau. Para ello, Cristina Morales vuelve a recurrir al mecanismo narrativo de primera persona femenina componiendo, mediante las voces de las protagonistas, discursos divertidos o aparentemente intrascendentes que pretenden resultar esclarecedores.

Inicialmente, la novela solo iba a tener una voz: Natividad (Nati), protagonista concebida como un experimento. La inspiración para el personaje parece provenir de una novela de Louis-Ferdinand Céline (De un castillo a otro), en la que el protagonista expresa el cabreo que le domina. En Nati ese rasgo se reviste de un imaginativo síndrome (de las compuertas) que la sume en un permanente cabreo y en la intolerancia ante el abuso: algo así como si llevara unas gafas feministas, antifascistas y anticapitalistas puestas y remachadas en titanio 24 horas al día, 365 días al año. Su discapacidad es realmente la intransigencia: salta y ataca a cualquiera en que detecta la presencia de lo que llama macho-facha-neoliberal. Esa intransigencia y su manía de dejar claras las cosas hacen de ella un personaje incómodo. Era una estudiante muy brillante, que iba al instituto y al conservatorio, que compaginaba los estudios de danza con la universidad, que estaba haciendo un doctorado… Y que, cuatro años antes del presente narrativo y a dos meses de obtener el doctorado, tiene un accidente (que no se explica) que la deja gilipollas. A sus 32 años y con un 70% de discapacidad reconocida (aunque ella no tenga conciencia de la misma), su otro rasgo distintivo es la afición a la danza: lleva bailando desde los seis años. Rasgos que conjuntados y en acción ocupan una parte sustancial de la novela.

EN UN PRINCIPIO FUE LA DANZA…

Morales ha afirmado que la novela iba a tratar sobre la danza no profesional y su valor como bien social, dado que en ella había descubierto gente apasionante que quiso llevar a la literatura: «(…) he trabajado con bailarines con y sin discapacidad en talleres, en clases y en algún espectáculo de lo que se llama danza comunitaria. Hablar del mundo de la discapacidad y de la danza va de la mano, porque mi contacto más directo es a través de la danza, el modo en que se trata a estas personas en las clases, cómo las tratan sus compañeros, los profesores, cómo las tratan sus directores de escena…»

Al darse cuenta de que hablar sobre danza practicada por una persona discapacitada podía ampliarse a todos los servicios sociales, trascendiendo de la danza a la sociedad entera (sociedad que produce ese tipo de arte). Así, partiendo de su presente laboral diario y cotidiano, la danza, y valiéndose de su experiencia en grupos de danza integrativos, como Iniciativa Sexual Femenina (compañía de danza contemporánea formada por la escritora y dos compañeras), surge la poderosa voz de Nati: «Compartiendo escenario con personas mal llamadas con discapacidad me daba cuenta de cómo el discurso de la integración, empezando por el propio nombre de esta danza, es una patraña, que no esconde sino una realidad de maltrato hacia el diferente.»

Nati, que acude a clases de danza contemporánea en un grupo de personas con diversidad funcional, narra las escenas de danza con explicaciones gráficas, describe cómo se relacionan los cuerpos, cómo se contorsionan, cómo reaccionan a los estímulos de sus compañeras. En varios pasajes reniega explícitamente de los preceptos tradicionales de la danza: Renuncio a los portés, así como a cualquier otra figura dancística clásica o contemporánea que implique pericia o velocidad bípedas (…). Una manifestación más de su lucha contra lo establecido, contra la represión de su necesidad de expresarse por medio de la danza, de entrar a un salón de danza subvencionado, pero hacer con el cuerpo lo que le dé la gana, y cuestionar sus presupuestos coreográficos.

…Y EL CUERPO (CON SEXO)

En suma, convertir la danza en un espacio de lucha con uno mismo y sus prejuicios, contra una educación burguesa, contra lo que el otro quiere hacer de uno como un cuerpo deseable nada más, contra la academia que siempre ha dicho qué es lo deseable, qué es lo bello, qué es lo hermoso, como si mente y cuerpo fueran la misma cosa. La danza como espacio de alianzas, donde la carga sexual de la pieza no ha de verse excluida.

La novela también se concibió desde un principio centrada en el cuerpo y (por extensión) la sexualidad, el deseo de y entre las mujeres: «Me interesaba hablar de la copa menstrual y sobre todo de la represión de la iniciativa sexual femenina.» El sexo como otro ámbito a revisión. Además de su inclusión en la esfera de la danza integrada, por formar parte del cuerpo de quienes la practican (Nati reivindica que se trate a todo su cuerpo por igual, que toquen y que cojan lo que quieran, que sus genitales y sus pechos formen parte del conjunto), se manifiesta sobre todo a través del personaje de Marga, prima de Nati, que tiene sexo con quien le apetece, sin preocuparse lo que piensen los demás, sin encasillar sus relaciones; y, explícitamente, mediante las dos relaciones sexuales que se describen expresamente: la primera, entre Nati y uno de sus compañeros del grupo de danza integrada; la segunda, entre Nati y Marga (cuya relación con ella es de cuidado, de familia, pero también sexual y afectiva). Escenas que se muestran más mecánico-posturales que apasionadas, y desde luego nada morbosas (se relatan como algo crudo, con errores, con tropiezos, con flujos, con olores).

A través de tales hilos argumentales se pretende reflexionar sobre las relaciones y el sexo libre, sin tapujos, más allá de la monogamia hegemónica o de la mirada censora del Estado sobre la sexualidad (de una discapacitada, Marga, en este caso). Algo que no acaba de conseguir (lejos de las novelas de la generación beat americana sobre la liberación sexual y el amor libre).

Y TRES HUEVOS DUROS

Se como fuere, Nati resultó ser un personaje tan fuerte que la autora vio la necesidad de asignarle compañeras para que su mensaje resultara legible. Así nacieron las otras tres coprotagonistas.

Margarita (Marga) tiene 37 años, discapacidad del 66%, es analfabeta, pero limpia de maravilla. Según su psiquiatra, las trabajadoras sociales y la Generalitat, está deprimida porque acaba de darse cuenta de que es discapacitada, y le dan pastillas para que lo supere. En realidad, su problema es la hipersexualidad: ve porno a todo volumen, se masturba en el salón y se tira todo lo que se mueve, cómo y cuándo le apetece. Rasgo que justifica uno de los principales hilos argumentales (y McGuffin básico), pues buena parte de la historia sigue el proceso judicial de dilucidar si se la debe esterilizar. Mientras se decide, Marga pide ayuda a su asamblea de autogestores para okupar una vivienda y emanciparse (otro hilo argumental subsidiario). Así conformado, quizá sea el personaje más libre.

Patricia (Patri) es medio hermana de Nati y prima segunda de Marga; tiene 33 años, un 52% de discapacidad y sufre ceguera degenerativa (usa gafas de culo de vaso). Es, sin duda, el personaje más triste: institucionalizada desde los 18 años, hace verdaderos esfuerzos por cumplir todo lo que se supone que debe hacer: cocina, ve la tele, se maquilla y se peina, comunica a las demás el malestar de las 'jefas' con su comportamiento en el piso tutelado, le dan pataletas cuando las demás no le hacen caso y se relaja viéndose llorar... Es una chivata que cuenta a las tutoras que la tutelan lo que ocurre en el piso tutelado para obtener beneficios. Ella es la que declara ante la jueza en el proceso sobre la esterilización forzosa de Marga: su confianza en el sistema no es inocente, ha aprendido muy bien el discurso del mundo de la discapacidad, de la Seguridad Social, de la izquierda integradora e inclusiva..., ingenuamente piensa que delatando ella, al menos, se salvará.

Àngeles (Ángels) es prima carnal de Marga y prima segunda de Nati. Tiene 43 años y no llega ni al 33% de discapacidad. Extrabajadora del Mercadona, nunca aprobó una asignatura en la escuela. Tartamudea, pesa 120 kg y se pasa todo el día con el móvil. Está intentando escribir la novela de su vida: «Memorias de María dels Ángels Guirao Huertas. Recuerdos y pensamientos de una chica de Arcuelamora». Para hacerlo utiliza el método de lectura fácil (sistema institucional de escritura usado para hacer accesible los textos a personas con necesidades especiales, migrantes, población reclusa…) y le manda los capítulos por WhatsApp a sus tutores. Fue la que las sacó del pueblo (Somorrín) y las trajo a Barcelona.

LENGUAJE E INSUMISIÓN

Todas hablan y cuentan su historia, pero de distintas formas. Cristina Morales utiliza la ironía como recurso narrativo y despliega distintos géneros textuales, literarios o no, que se personalizan en cada una de las mujeres. La novela se estructura utilizando esa diversidad textual, que quizá sea lo más relevante de la obra: narrativamente es un compendio de estilos y fórmulas que pretenden mostrar, una diversidad de fórmulas comunicativas para, desde ellas, reflexionar críticamente sobre el lenguaje y su uso como instrumento de alienación y dominación.

Por una parte, utiliza la voz oral de Nati (narradora subjetiva) para articular, a través de su insólito síndrome, el mensaje discursivo expreso, de fuerte crítica sociopolítica. Nati es la única que se dirige directamente al lector, explicando lo que vive y piensa sin tapujos.

Marga, por su parte, es el único personaje que no tiene voz propia: se manifiesta en lo que cuentan de ella otros personajes o en las transcripciones de la asamblea libertaria de autogestores a la que asiste. No escribe, sino que dicta y un colega en el Ateneo lo escribe, aunque luego se le pone en entredicho y se le acusa de embellecer las cosas que se cuentan, de estilizarlas, por lo que no se puede saber exactamente qué es lo que en realidad dice Marga.

Patri habla a través de los documentos de un juicio legal, las actas de sus declaraciones ante la jueza encargada de dictaminar la esterilización de Marga: tal procedimiento permite reflejar el absurdo de la comunicación burocratizada del lenguaje judicial, lo que da pie a algunos de los episodios humorísticos más conseguidos de la novela.

Ángels, que sin duda es el personaje que más reflexiona sobre el lenguaje, cuenta su historia a través de la escritura (auto)biográfica de su novela, escrita mediante el procedimiento textual de la lectura fácil. Además de contar partes de su vida muy relevantes para comprender a las protagonistas, también hace referencia a este estilo de escritura. Dado que la mejor forma de cuestionar un método es usarlo, eso es lo que hace Morales: puesto que el procedimiento se basa en un catálogo de pautas, como la simplificación del lenguaje (no puede haber metáforas, ni segundas intenciones, ni palabras abstractas, ni juicios de valor…) o la explicación concreta de todos los términos que se salgan de lo normal (¿?), al aplicarlo a la literatura se muestra como un medio simplificado y carente de toda profundidad. Es más, el tener que definir palabras constantemente lleva a una divagación que saca al lector del relato o deja a medias lo que se cuenta.

A todos estos registros se suma el fanzine anarquista Yo también quiero ser un macho») que Nati crea para ilustrar al grupo de autogestores. Este texto supone un intento (otro) de hacer lectura fácil de la politización anarquista. Nati quiere hacer pedagogía para sus compañeras, que están hartas de leer lectura fácil de contenidos muy pobres, con su fanzine: una lectura fácil de contenidos emancipatorios, cuarenta páginas maquetadas siguiendo la estética del fanzine radical, con collages, cambios de tipografía, anotaciones a mano, en la que se analiza el discurso macho-fascista-neoliberal de tres personajes reales, el escritor Juan Soto Ivars, la filósofa Carolin Emcke y el maestro y actor con síndrome de Down Pablo Pineda, protagonista de la película. «Yo, también». Seix Barral, la primera editorial que iba a publicar la novela, pidió a Morales que lo eliminase (por criticar el discurso de personas reales); y Anagrama, con la que al final se ha publicado, lo redujo a esas 40 páginas.

TEMAS E INTENCIONES

Por supuesto, en una novela que constituye una «propuesta radical y radicalmente original», (actas del Premio Nacional de Narrativa dixit), la crítica al lenguaje se convierte en crítica política: «más que nunca en la actualidad, (…) los mensajes políticos llegan a través del lenguaje mucho más que a través de los hechos. Cada partido político se diferencia por cómo se acerca retóricamente a según qué temas. Atacar el lenguaje es el paso más necesario para la revolución, ya que sabemos que la democracia se legitima por sus discursos y por cómo se trasladan a las leyes.» Mediante este mecanismo persigue articular un texto incómodo, sarcástico, políticamente incorrecto y crítico. Otra cosa es que lo consiga.

La propuesta temática de partida es un análisis crítico (y caustico) del sistema asistencialista y el tutelaje de los discapacitados, ante cuya arbitrariedad solo cabe la resistencia (en muchos casos involuntaria) frente a una Administración paternalista que, tras expedir un dictamen oficial (de discapacidad mental) delimita la autonomía y la libertad personales. La obra reivindica la subversión frente a esos ejercicios de poder mediante pequeñas decisiones cotidianas (por ejemplo: aceptar dinero público y gastarlo en cervezas o cigarros, arreglando los tickets de compra de modo que registren productos autorizados).

Este tema se intenta ilustrar haciendo que cada una, a su ritmo y con su estilo, se niegue a cumplir el papel socialmente asignado y busque su liberación. De forma que, a medida que la personalidad de cada una se desarrollase en la trama, el dictamen que se les ha atribuido se vaya manifestando como una forma de desactivar a sujetos incómodos para el orden preestablecido (y no como discapacidad real). Intención no siempre conseguida, más allá del plano discursivo, pues los personajes no se desarrollan, no evolucionan; y, narrativamente, adolecen del congruente reflejo argumental y de su adecuada articulación narrativa en el discurso sociopolítico. Es cierto que la novela invita a reflexionar sobre política, buenismo social, capitalismo y, especialmente, sobre la normalidad (mejor dicho, lo que la sociedad entiende como comportamiento aceptable). La autora intenta mostrarla como dispositivo de control, pero los personajes más que experimentarlo narrativamente, se ven encajados (como arquetipos que son) en su discurso argumental (que nunca se ve como propio, sino como exigencia del guion).

Por otra parte, la novela aleja su perspectiva de género de la crítica de la modernidad desarrollada a partir de los años setenta. La autora postula la necesidad de una organización política de mujeres caracterizada por el escepticismo crítico, invitando a reflexionar sobre la posibilidad de una hermandad femenina que impugne las dimensiones del privilegio (de clase, de raza y de género). Da por sentado (y es mucho dar) que mujeres de distintas clases sociales o nacionalidades puedan unirse con un fin común. En suma, aboga por un feminismo basado en una sororidad crítica que continuamente dude y revise sus propios modos de pensar y actuar. Visión utópica de por sí, doblemente arriesgada al personalizarse en cuatro mujeres con discapacidad intelectual, incluso aceptando la mayor (que realmente no lo sean, sino que tal discapacidad sea sólo una consideración administrativa).

CRÍTICAS A UN RELATO REITERATIVO

Establecidas intenciones y organización estructural, cabe preguntarse: ¿qué consigue en realidad la novela? Sin duda estamos ante una autora con gran imaginación para contar, con una elevada capacidad técnica y buen ojo para lo coloquial, aunque con una visión algo radical y unidireccional de la vida, de la que se puede esperar mucho más que una acerva crítica sociopolítica. Su análisis sobre los límites y su deseable disolución (mediante la capacidad creativa y de acción ante políticas de identidad provenientes de una estructura que busca la homogeneidad entre individuos diversos) que podría ser objeto de un interesante ensayo, al intentar plasmarlo en la novela naufraga, pues carece de una sólida raigambre narrativa y de un congruente tratamiento argumental. ¿Por qué?

Porque los personajes resultan planos, poco creíbles y aún menos perspicaces. De hecho, la autora ha puesto de manifiesto su pretensión de crear arquetipos (tanto en las protagonistas, como los antagonistas) que pusieran en acción su crítica visión sociopolítica. «Sí, claro, mi intención era poner al lector en la diana. Me atrevería a decir que los personajes que salen como antihéroes —las cuidadoras, la cupera, la psicóloga, la psiquiatra, la guía del grupo de autogestores…—, que son los sometedores de nuestras protagonistas, no son tanto la diana, sino el lector. El libro va a atacar al lector. Y muy probablemente el lector se sienta, cosa rara en la literatura, más del lado del antihéroe que de las heroínas.»

Ello determina que la escenas discursivas (analíticas y críticas), que constituyen el eje central de la obra, se vean lastradas por la irrelevancia de los personajes involucrados en ellas, de forma que las más conseguidas sean las que inicialmente (según la autora) no estaban en el plan de la obra: la autobiografía de Ángels, las actas judiciales de las declaraciones de Patri o las sesiones de los autogestores, donde los aspectos humorísticos y de irónica simpleza (quizá donde más se perfile la discapacidad, aun cuando puedan verse como mera y rotunda ignorancia o ingenuidad) la dotan de cuerpo y garra.

Sin duda el libro arranca con fuerza, presentando un planteamiento ciertamente interesante. Se disfruta con esa provocación inicial, con su humor y mala leche: admira su capacidad de pensar, de poner en duda todos los valores que supuestamente sustentan nuestra sociedad, da la sensación de suscitar un ángulo de visión más completo y variado. Pero a medida que avanza la lectura, la reiteración del discurso o la actitud vital de Nati (¿y de la autora?) deja paso a un vacío discurso sociopolítico radical, cansino y maniqueísta poco justificable en una novela sobre la identidad, el sistema asistencialista y el tutelaje. Lo que inicialmente constituye una fresca y perspicaz provocación (sin renunciar a su poso ideológico, con el que se puede estar más o menos de acuerdo), se pierde por esa deriva panfletaria intransigente en que acaba cayendo la novela, enredándose en espirales discursivas alrededor de las mismas ideas. Por ello, a partir de las ciento y pico páginas, el texto, por insistente reiteración, va perdiendo interés.


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