«PEQUEÑAS DESGRACIAS
SIN IMPORTANCIA»Miriam Toews
(2014)
«Ella quería morir y yo quería que viviera. Éramos enemigas que se amaban»
FICCIÓN O TESTIMONIO (Curriculum Vitae)
PEQUEÑAS DESGRACIAS SIN IMPORTANCIA (2014) es otro de los libros con los que Miriam
Leslie Toews (Steinbach, Canadá, 1964) lleva décadas construyendo una atípica
historia familiar en la que los mismos personajes adoptan nombres distintos y
los lugares cambian de sitio. Aunque sin duda éste, que narra la historia de
los meses que preceden al suicidio de su hermana, es el que vertebra la saga y el
que ha obtenido mayor repercusión. Siendo, pues, una ficción autobiográfica en la que habla de su hermana y de su relación
(de cómo eran) parece indispensable tener presente la vida de la autora.
Miriam Toews (MT), segunda hija de padres menonitas
(rama trinitaria y pacifista del movimiento cristiano anabaptista, originado en
el siglo XVI durante la Reforma protestante, concretamente dentro de la Reforma
radical), creció en Steinbach (Manitoba) en el seno de una comunidad menonita, que llegó a Canadá a partir de 1873 como
consecuencia de su persecución en la Rusia de Catalina II. Por parte de madre,
Elvira Loewen, es nieta de C. T. Loewen, empresario fundador del
negocio maderero Loewen Windows. Por parte de padre, Melvin C.
Toews, es descendiente directa de uno de los primeros colonos de Steinbach,
Klaas R. Reimer (1837-1906), que llegó a Manitoba en 1874 procedente de
Ucrania. Su padre padeció trastorno bipolar gran parte de su vida. Fue un
activo y respetado profesor de primaria que contribuyó a crear la primera
biblioteca pública de Steinbach. Tras suicidarse arrojándose a las vías del
tren, la Junta de la Biblioteca abrió el Jardín de Lectura Melvin C. Toews.
La mayor y única hermana de MT, Marjorie Toews, se suicidó en 2010,
casi 12 años después que su padre: a esa
parte de su vida remite Pequeñas
desgracias sin importancia, cuya adaptación cinematográfica fue
realizada por el cineasta canadiense Michael McGowan en 2021.
De
adolescente, MT montaba a caballo,
participaba en competiciones provinciales de doma y carreras de barriles y
cursaba estudios secundarios en el Instituto Regional de Steinbach. A los
dieciocho años dejó Steinbach y vivió en Montreal y Londres antes de instalarse
en Winnipeg. Se licenció en Estudios Cinematográficos (Universidad de
Manitoba) y en Periodismo (King's College de Halifax)
Escribió
su primera novela, Summer of My Amazing Luck' (1996), mientras trabajaba como periodista
independiente: la desarrolló a partir de un documental que MT estaba preparando para CBC Radio sobre
el tema de las madres que viven de la asistencia social. Narra la evolución de
la amistad entre dos madres solteras de un complejo de viviendas sociales de
Winnipeg. Fue preseleccionada para la Medalla al Humor Stephen
Leacock Memorial y el Premio McNally Robinson al Libro
del Año. Premio que obtendría con su segunda novela, A Boy of Good Breeding
(1998).
MT ha escrito para prensa (Canadian
Geographic, The Guardian, The New York Times Magazine,), radio (CBC's
WireTap) y televisión (Saturday Night). En 1999, ganó la Medalla
de Oro al Humor del National Magazine Award. Es autora de The X Letters, una serie de cartas personales
dirigidas al padre de su hijo que incluyeron en This
American Life en un episodio
sobre padres desaparecidos.
El
suicidio de su padre en 1998 la llevó a escribir unas memorias con la voz de su
padre, Swing Low: A Life, que fueron
recibidas como un clásico de la literatura moderna sobre enfermedades mentales,
y ganó el Premio Alexander Kennedy Isbister de No Ficción
y el Premio McNally Robinson al Libro del Año.
Aparte
de los mencionados ha ganado varios otros premios literarios y ha sido varias
veces finalista de otros. Como actriz, tuvo un papel protagonista en el
largometraje Silent Light, del
cineasta mexicano Carlos Reygadas, y ganador del Premio del Jurado
de Cannes 2007, una experiencia que le sirvió de base para su quinta
novela, Irma Voth (2011). Su compañero sentimental, Erik
Rutherford, fue guionista de la película Charlotte
(2021) y sus hijos, Georgia y Owen Toews, son escritores.
LAS HERMANAS VAN
RIESSEN (y Familia)
Las
protagonistas son dos hermanas adultas, Elfrieda
(Elf) y Yolandi
(Yoli) Von
Riessen, cuya historia familiar y sus vínculos narra y describe la
novela. Historias originales con tintes biográficos y coprotagonizadas por
personajes a los que se llega a coger cariño.
La
historia arranca con la pérdida de la casa familiar construida por el padre con
sus propias manos: el nido de una joven pareja para cobijar a los suyos. Por
presiones de la comunidad, se ven obligados a venderla: la pérdida del cascarón
como escena iniciática, (no es casualidad que la novela termine con la compra
de una casa destartalada en Toronto). Los padres de Elf
y Yoli no son bien vistos en esta sociedad
conservadora, donde la tradición marca la pauta, pues ambos desentonan por
diferentes motivos, cifrados en deseos de libertad, cultura y aire libre, que
procuran transmitir a sus hijas. El
pueblo perseguido tenía una extraordinaria capacidad de perseguir (sutil pero
no metafóricamente) a sus fieles, especialmente a las mujeres que debían
ajustarse a su papel de cristianas devotas y amas de casa.
Inicialmente
la novela ofrece una visión positiva de las dos hermanas (están muy unidas) y
sus padres. Son dos hermanas muy
distintas, pero muy hermanas, con toda esa complejidad, esa telaraña de
amor, admiración, influencias, complicidad, secretos, comparaciones,
enfrentamientos y celos soterrados… Destaca la anécdota que cuenta como Elf pinta un diseño que titula Pequeñas
desgracias sin importancia (PDSI), verso de un poema de Samuel Coleridge
que da título al libro, que piensa pintar en distintos monumentos del pueblo.
La
hermana mayor, Elf, pronto se convierte en
una prodigiosa pianista (vocación descubierta desde niña) que viaja por todo el
mundo y encuentra al compañero ideal, Nic. Proclive
al arte y la cultura, es una mujer rebelde, inteligente y sensible. Pero no
quiere vivir: el suicidio ha golpeado a la familia más de una vez. El eje
principal de la historia es su deseo de quitarse la vida, su imposibilidad de
seguir con lo que (para ella) no es más que un teatro, una farsa.
Yoli, la menor, narra la historia. Da
voz a sus recuerdos de infancia y adolescencia, a través de los cuales se
plasma el profundo amor que siempre ha habido entre las hermanas y consigna su
vida, tan distinta a la de su hermana: escritora insatisfecha, madre de dos hijos
de padres diferentes, separada dos veces y con problemas económicos, vive centrada
en tratar de resolver el día a día. Y no se explica por qué a su hermana no le
basta su vida perfecta para querer vivirla. Posiblemente esto es lo más conseguido:
no la situación en la que encuentra ella, sino la exactitud con la que hace
llegar al lector el estado en el que se encuentra Elf.
Esa
fuerte tensión, entre dos maneras contrapuestas de sentir, de afrontar la vida
constituye el hilo de la lectura. La disparidad de sus vidas es la clave, pues
haber conseguido el éxito, haber visto cumplidos los sueños, no es suficiente
para que Elf supere su angustia vital, para
que una y otra vez intente quitarse la vida; mientras que, pese a los desastres
y obstáculos que se va encontrando en el camino, Yoli
se aferra a ella a traspiés e intenta salvar a su hermana por todos los medios.
Es su aliada, su compañera de juegos, de aventuras, de alegrías y sinsabores. representan
las caras y cruces de la infancia compartida.
Si
bien la novela se articule alrededor de estas dos hermanas, está poblada por
muchos otros personajes. Así, mientras el relato transcurre en hospitales
canadienses, llenos de gente afectiva y curiosa, se ve salpicado de
conversaciones a dos y a tres entre personajes de carne y hueso, imperfectos, que
encuentran en la conversación íntima, en el apoyo mutuo, en compartir una
cerveza, la forma de sobrellevar los embates de la vida (algo universal, por
cierto): suenan tan reales que hasta da pudor leerlos.
Entre
todos ellos, destaca un personaje memorable: la madre, Lottie,
una mujer encantadora, divertida y con una gran capacidad de adaptación. Sin
ser la protagonista, ni ocupar más espacio que el necesario, su presencia resulta
determinante y significativa. Es quien ofrece una extraordinaria lección de
supervivencia: sus viajes (escapadas para recuperar fuerzas), sus juegos de
mesa por internet, su modesta apuesta por la vida, son otros tantos rasgos de
una forma de vivir. La escena en el MOMA la define en pocas líneas, en el
desconcierto de una performance ella lidera al grupo, ajena a cualquier
esnobismo, ignorando la provocación, se mueve con autonomía y crea, sin ser
consciente, un lenguaje propio: en fin, una vitalidad femenina que asombra, una
energía imparable de esas mujeres, siempre listas para estar dónde la
necesitan.
El
recuerdo del padre, su manera tan especial de ser, sus decepciones, sus
semejanzas con Elf, es también una constante
que afecta de forma irremisible el devenir de una familia marcada por la sombra
del suicidio, por una pena contenida en el tiempo.
Y
están también hijos, amigas, amantes, parientes cercanos tan luminosos como la
tía Tina (otra madre
coraje, otra superviviente), también con sus pérdidas a cuestas, que
pueblan la novela con diálogos naturales y acciones sencillas (que ayudan a
sobrevivir).
ESTILO NATURAL
La historia se desarrolla a lo largo de 303 páginas y se estructura en 20 capítulos cortos, aunque de longitud variable (entre 2 y13 páginas): la mayoría oscilan entre las 6 y las 10 páginas.
Uno
de los encantos de esta ficción
autobiográfica reside en el uso del lenguaje. En sus páginas hay mucha poesía:
incluidos poemas como el de Coleridge que contiene el verso del título;
o Días, el poema de Philip Larkin.
La
naturalidad es una característica de MT,
naturalidad que se plasma en un texto sin artificio ni trampas literarias. En
todo momento parece el relato de una amiga cercana que, en una suerte de
confidencia, no puede dejar de compartir lo que le ha tocado. En efecto, la
novela está contada de manera fresca, con humor sutil y espontáneo y diálogos
divertidos y cotidianos que acercan a los personajes. Por cierto, señalar como
curiosidad, que vienen siempre indicados sin sus guiones correspondientes.
Un
tejido muy sutil atraviesa todo el texto como una telaraña, casi invisible, que
sostiene la trama y los personajes: un pequeño objeto de un personaje que
vuelve a salir cien páginas después, una expresión de la abuela que se repite
en otro capítulo, un diálogo entre las hermanas repartido por el libro en
escenas y con una tensión creciente, unas cartas que buscan hacer reír a una
hermana cargada de melancolía.
Destaca
en la novela la ausencia de un planteamiento filosófico sobre el suicidio, más
allá del dolor y la frustración de no poder ayudar a su hermana. La historia se
sitúa en lo cotidiano: el día a día de una familia angustiada, las risas que
aminoran la tensión, la ironía y el humor siempre templando.
Así,
a pesar del drama, el ritmo marcado por unos diálogos chispeantes y ese tono
cercano y risueño logran sobrellevar la situación y aligerar el peso de la
tragedia. No es fácil lograr ese equilibrio en una novela con tanta carga
emocional. Características y universo que comparte con Nada se opone a la
noche de Delphine de Vigan, con el suicidio de la madre incluido.
Similitud al menos en dos puntos: por un lado, el tono vivaz y ligero; y por
otro, los estrechos lazos presentes en unas familias con graves problemas
emocionales.
Destaca,
sobre todo, la aparición recurrente, por muy dura que sea la trama, de un humor
muy peculiar, con puntos de sarcasmo (ese humor violento que responde a las
situaciones límite) y tintes de desgarro.: Y nuestra relación era muy divertida. El humor es una herramienta para
sobrevivir, es una forma de mirar al mundo, de verlo a través de su brillo y su
luz. No era algo de lo que fuera consciente al escribir: es cómo soy. Para MT el mundo es un lugar de sufrimiento (difícil,
duro y trágico), pero también divertido: No puedo
imaginarme escribir o vivir sin abordar inmediatamente lo absurdo de la vida,
la comedia de la vida.
Hay
humor en las conversaciones entre las dos hermanas: (…) solo intento
recordar cómo hablábamos mi hermana y yo. Y cómo siempre teníamos la intención
de hacer reír a la otra. Perspectiva risible de la vida que sale de forma
natural y se absorbe en la narración, en el diálogo, en la perspectiva, en
todo.
Lo
que hace MT podría calificarse de tragicómico,
pero el calificativo se queda corto para esa manera de reflejar la vida a
través de sus personajes, sus voces y sus acciones.
El
doble final de la novela, en parte una larga carta, es luminoso, cargado de
liberación, de ligereza. Como he dicho, no es casualidad que la novela termine
con la compra de una casa destartalada en Toronto, gracias a la herencia de
Elf, en donde Lottie, Yoli y su hija, Nora, vivirán después de arreglarla.
No
puede dejarse de mencionar la excelente traducción de Julia Osuna Aguilar,
que le supuso la obtención del XVIII Premio de Traducción Esther Benítez.
EN
TIERRA DE PENUMBRA
El planteamiento de la novela,
basado en la vida de la escritora, aparte de sumamente interesante, aborda
temas y plantea dilemas que hacen la lectura altamente sugestiva. Presenta
asuntos como la salud mental, la religión (el sometimiento bajo el que viven
los fieles de la congregación menonita), el sufrimiento y el duelo, la
esperanza y la resistencia, la lucha por la supervivencia y los lazos
familiares, la maternidad, el sentido de la vida…
De esta plétora de temas, la novela
se adentra en una cuestión autobiográfica y muy actual, que no se acaba de
resolver bien: cómo es la vida cuando un ser querido no encuentra razones para
vivir, cuando el dolor que le causa la vida supera su capacidad de resistencia
y el suicidio se convierte en un acto casi terapéutico. MT, partidaria de la muerte asistida y critica con la
estigmatización de las enfermedades mentales, habla del suicidio de manera
inteligente, sin juzgar, buscar culpables o señalar a los pacientes. Dado que Elf, representación de su hermana Marjorie
Toews (quien, como su padre, se quitó la vida en 2010), el libro refleja,
con respeto y empatía tanto a las víctimas como a los familiares cuando sucede
algo así; poniendo sobre la mesa un debate muy interesante: la muerte asistida.
MT, a través de Yoli (su sosias), no hace una reflexión filosófica
sobre este tema tan difícil de abordar desde fuera. No pretende entender, ni
excusar, ni cuestionar, el hecho de que su hermana quiera matarse. Su padre
pasó por la misma experiencia y su prima también, está familiarizada con la
situación, pero el dolor que le causan los intentos de su hermana la
sobrepasan. Más aun, cuando le pide ayuda para morir. El compromiso es
peligroso, e implica una complicidad que a Yoli
le cuesta aceptar: comprende la agonía de Elf,
pero ser ella quien le facilite el trámite, es una responsabilidad que no está
lista para asumir. Siempre queda la esperanza de hallar otra salida: la música
o el cariño (de Nic, de sus sobrinos, de
ella misma y su madre, dispuestas siempre a cuidarla). Este es el cuerpo de la
novela: ¿qué hacer para aliviar el dolor del suicida?
Todos los diálogos en donde las
hermanas se exponen frente a frente constituyen el clímax de la novela. Hay
falta de lógica en la depresión o la enfermedad mental, los datos objetivos no
significan nada, no cuentan. El dolor que lleva al suicidio está fuera de
cualquier explicación. Hay un momento en donde un amigo de Yoli le cuenta una actuación de Elf a la que asistió y cómo marcó su vida para
siempre: esa descripción elucida el sentir de Elf,
es la única voz de alguien fuera del círculo familiar ahondando en ese dolor
(íntimo. Y con íntimo me refiero que era inabordable), pues ni
siquiera Claudio, su representante, aporta
nada en este sentido.
Así es como la novela ilumina esa
zona tan sombría: todo lo que sucede alrededor del hecho, los efectos que
provoca, el proceso por el que la hermana menor acaba entendiendo ese deseo y
se plantea incluso ayudar a llevarlo a cabo. Ahí es donde la novela trasciende
el marco concreto, íntimo, de la familia protagonista, para convertirse en algo
que nos atañe como colectividad, porque las sociedades de la apariencia que
habitamos intentan por todos los medios que no asome el sufrimiento, que no se
piense en la muerte.
La lectura nos cuestiona con
numerosas preguntas: ¿Hasta qué punto el tema del suicidio, de la muerte
asistida, son asuntos a evitar? ¿Cuánto se sabe de las motivaciones del
suicida? ¿Nuestra sociedad está dispuesta a comprender, a respetar, a asumir?
Pero, sobre todo, la pregunta crucial que plantea directamente es: ¿Qué pasa
con el talante que hay que tener para aceptar el don de la vida?
CANTO
DE ESPERANZA
Otro de sus planteamientos
medulares es esa corriente de neurosis que atraviesa el libro y que refleja el
estado de Yoli, a la que se le está
escapando otra de las personas más importantes de su vida, mientras tiene que
seguir adelante con su propia vida, sus hijos, su escritura, sin dejar de
bregar, al mismo tiempo, con el temor de que, si su padre y su hermana han
mostrado tendencias suicidas, por qué no ella. Habla pues también de la manera
en que nos llega a afectar el pasado, los traumas de quienes nos antecedieron,
sus miedos, sus rendiciones, sus traiciones.
Pero, paralelamente, nos sitúa en
un cruce de destinos, en una salvadora red de compañías, de afectos, de
abrazos. El libro es un homenaje a la necesidad de los unos para con los otros,
a la amistad, y la comunicación. En
efecto, otro aspecto pujante en ella es el vínculo familiar como relación
inquebrantable. Se trata de una familia donde el cariño es importante y se
expresa con naturalidad. Entre abuela y nieta, entre sobrina y tía. Y, por
extensión, en familias unidas, la casa ejerce como un símbolo importante: es el
espacio que acoge, en el que se concentran los recuerdos, se celebran hechos
importantes, se convive y se disfruta gracias a tener tanto que compartir. Ese
es el sentido de sanación al que se refiere MT.
En este sentido, el comienzo de El amante de Lady Chatterley, de D. H.
Lawrence, es una referencia clave, porque también es una novela con
esa capacidad para explorar lo que duele, para profundizar en las heridas más profundas
sin renunciar a la esperanza, sin cerrar las puertas al amor, la bondad,
el optimismo y la fuerza, palabras de ánimo, de consuelo, cuando
la existencia amenaza con convertirse en un lugar oscuro, utilizadas en ese
orden por Lottie.
Pero no solo la obra de Lawrence, con su apelación a la resistencia, a la
construcción de refugios, a la esperanza, articula fuertes hilos de complicidad
entre las hermanas Von Riesen.
Múltiples libros (que han leído o que leen) constituyen asideros, puentes de
afinidad y compañía: la literatura como elemento esencial en el devenir de la
narración. Pero también la música se muestra como un territorio capaz de
expresar profundidades que las palabras no alcanzan, anhelos, emociones y
pesares, difíciles de apresar, de compartir. Música y literatura se modulan
para hablar de pérdidas, de adioses, de duelo y supervivencia, de volver
sobre nuestros pasos en la oscuridad, que como supone la narradora, vendría
a ser el sentido de la vida.
Ah, y la resistencia de las
cuidadoras. Este es un libro sobre cuidados, sobre cuidadoras, custodias
invisibles…; y un pero sobrentendido: ¿quién las cuida a ellas?
Cuidados, aguante, resistencia tienen un eco femenino (el peso de la historia
es incontestable).
TODOS TENEMOS AGUJEROS EN LA VIDA
MT cerca de sus 50 años decidió
narrar los graves problemas a los que tuvo que enfrentarse cuando su hermana mayor
decide suicidarse. La escritora había decidido entonces que no iba a volver a
escribir. Y es que, diez años antes, también su padre se había suicidado, y
ella se encontraba entumecida y llena de dolor. Pero pasó el tiempo y se dio
cuenta de que necesitaba escribir: así empezó a redactar esta novela. No se
puede saber hasta qué punto es ficción o testimonio, aunque poco importa, el
impacto está ahí: la emoción, la ternura, la tristeza. La vida.
Novela valiente, sin duda, pues
lleva a pensar en asuntos incómodos, pero que MT
aborda desde diferentes ángulos y mediante delicados equilibrios, logrando
ahondar en el tratamiento del sufrimiento. Sin obviar la crudeza, muestra el
humor como eficaz herramienta de resistencia: bromas, chistes y guiños
cómplices definen la relación entre los personajes.
Puede que, a lo largo de la
historia, se muestren personajes y situaciones que poco o nada aportan a lo que
se pretende narrar, entorpeciendo la fluidez del proceso de lectura, pero los
personajes de las hermanas (Yoli-Elf, Lizzie-Tina) están tan bien caracterizados que a través
de ellas aflora la experiencia de la vida.
Igualmente, puede no acabar de
convencer el estilo, pues la introducción de toques humorísticos en el drama puede,
a veces, romper el ritmo y tono de la historia con ese lenguaje por momentos
desenfadado y ciertos contrapuntos exagerados y algo absurdos. También puede
ocurrir que una dedicación excesiva a ciertos momentos o detalles y una
inatención incomprensible a otros contribuya a ello. Incluso el hecho de que el
clímax canónico de la historia se encuentre a varios capítulos del final, puede
suponer una caída de tensión, ocasionando que lo que sigue no llegue a tener
entidad suficiente…
Si hay que ponerle una pega, podría
ser que las dos partes en las que se divide el libro son desiguales, ya que le
cuesta centrar el tema (que se lo trata más profundamente en la segunda mitad)
y no acaba de resolverse bien.
Pero lo cierto es que en la novela
el peso dramático se combina con gran maestría en el uso del humor, con una
hábil e inteligente mezcla de las emociones. Cuando perdemos a seres queridos,
lloramos, pero también reímos al recordar determinados episodios de sus vidas,
momentos compartidos, anécdotas, confidencias… MT
ha conseguido transmitir ese contraste, logrando filtrar luz en las zonas
sombrías; nos convence de que la fuerza de los afectos es una salida, un
posible camino en los momentos más duros. Su gran mérito al traspasarlos a la
ficción, al recrearlos y dotarlos de sentido, es haber conseguido reflejar los
grandes contrastes de la existencia. La novela proclama que hay que asumir la
tristeza, la angustia, la infelicidad como partes esenciales de la vida. Que,
en ocasiones, ni terapias ni pastillas bastan para evitar el sufrimiento. Pero
también, que la alegría consigue, de forma inesperada, abrirse paso en la
aflicción. ¡Casi nada!
MT recuerda a Lucia Berlin y
también a Dorothy Parker (a la que cita: a ver qué infierno toca hoy),
tan representativa de un tipo de sarcasmo compartido. Coinciden en esa mezcla
entre crudeza y suavidad, tristeza y alegría. En las tres se refleja de forma
soberbia la tragedia y el absurdo de la existencia, con sus tintes grotescos,
cómicos. Porque Todos tenemos agujeros en la vida, como dice una canción
que Yolandi escucha interpretar a alguien en
un parque.
«El suicidio es un acontecimiento de la naturaleza humana del que, por mucho que se haya hablado y tratado de él, incita a todo el mundo a tomar partido y hay que tratarlo de nuevo a cada época» (Goethe)

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