viernes, 21 de marzo de 2025

PEQUEÑAS DESGRACIAS SIN IMPORTANCIA

 

«PEQUEÑAS DESGRACIAS SIN IMPORTANCIA»
Miriam Toews (2014)

«Ella quería morir y yo quería que viviera. Éramos enemigas que se amaban»


FICCIÓN O TESTIMONIO (Curriculum Vitae)

PEQUEÑAS DESGRACIAS SIN IMPORTANCIA (2014) es otro de los libros con los que Miriam Leslie Toews (Steinbach, Canadá, 1964) lleva décadas construyendo una atípica historia familiar en la que los mismos personajes adoptan nombres distintos y los lugares cambian de sitio. Aunque sin duda éste, que narra la historia de los meses que preceden al suicidio de su hermana, es el que vertebra la saga y el que ha obtenido mayor repercusión. Siendo, pues, una ficción autobiográfica en la que habla de su hermana y de su relación (de cómo eran) parece indispensable tener presente la vida de la autora.

Miriam Toews (MT), segunda hija de padres menonitas (rama trinitaria y pacifista del movimiento cristiano anabaptista, originado en el siglo XVI durante la Reforma protestante, concretamente dentro de la Reforma radical), creció en Steinbach (Manitoba) en el seno de una comunidad menonita, que llegó a Canadá a partir de 1873 como consecuencia de su persecución en la Rusia de Catalina II. Por parte de madre, Elvira Loewen, es nieta de C. T. Loewen, empresario fundador del negocio maderero Loewen Windows. Por parte de padre, Melvin C. Toews, es descendiente directa de uno de los primeros colonos de Steinbach, Klaas R. Reimer (1837-1906), que llegó a Manitoba en 1874 procedente de Ucrania. Su padre padeció trastorno bipolar gran parte de su vida. Fue un activo y respetado profesor de primaria que contribuyó a crear la primera biblioteca pública de Steinbach. Tras suicidarse arrojándose a las vías del tren, la Junta de la Biblioteca abrió el Jardín de Lectura Melvin C. Toews.

La mayor y única hermana de MT, Marjorie Toews, se suicidó en 2010, casi 12 años después que su padre: a esa parte de su vida remite Pequeñas desgracias sin importancia, cuya adaptación cinematográfica fue realizada por el cineasta canadiense Michael McGowan en 2021.

De adolescente, MT montaba a caballo, participaba en competiciones provinciales de doma y carreras de barriles y cursaba estudios secundarios en el Instituto Regional de Steinbach. A los dieciocho años dejó Steinbach y vivió en Montreal y Londres antes de instalarse en Winnipeg. Se licenció en Estudios Cinematográficos (Universidad de Manitoba) y en Periodismo (King's College de Halifax)

Escribió su primera novela, Summer of My Amazing Luck' (1996), mientras trabajaba como periodista independiente: la desarrolló a partir de un documental que MT estaba preparando para CBC Radio sobre el tema de las madres que viven de la asistencia social. Narra la evolución de la amistad entre dos madres solteras de un complejo de viviendas sociales de Winnipeg. Fue preseleccionada para la Medalla al Humor Stephen Leacock Memorial y el Premio McNally Robinson al Libro del Año. Premio que obtendría con su segunda novela, A Boy of Good Breeding (1998).

MT ha escrito para prensa (Canadian Geographic, The Guardian, The New York Times Magazine,), radio (CBC's WireTap) y televisión (Saturday Night). En 1999, ganó la Medalla de Oro al Humor del National Magazine Award. Es autora de The X Letters, una serie de cartas personales dirigidas al padre de su hijo que incluyeron en This American Life en un episodio sobre padres desaparecidos.

El suicidio de su padre en 1998 la llevó a escribir unas memorias con la voz de su padre, Swing Low: A Life, que fueron recibidas como un clásico de la literatura moderna sobre enfermedades mentales, y ganó el Premio Alexander Kennedy Isbister de No Ficción y el Premio McNally Robinson al Libro del Año.

Aparte de los mencionados ha ganado varios otros premios literarios y ha sido varias veces finalista de otros. Como actriz, tuvo un papel protagonista en el largometraje Silent Light, del cineasta mexicano Carlos Reygadas, y ganador del Premio del Jurado de Cannes 2007, una experiencia que le sirvió de base para su quinta novela, Irma Voth (2011). Su compañero sentimental, Erik Rutherford, fue guionista de la película Charlotte (2021) y sus hijos, Georgia y Owen Toews, son escritores.

LAS HERMANAS VAN RIESSEN (y Familia)

Las protagonistas son dos hermanas adultas, Elfrieda (Elf) y Yolandi (Yoli) Von Riessen, cuya historia familiar y sus vínculos narra y describe la novela. Historias originales con tintes biográficos y coprotagonizadas por personajes a los que se llega a coger cariño.

La historia arranca con la pérdida de la casa familiar construida por el padre con sus propias manos: el nido de una joven pareja para cobijar a los suyos. Por presiones de la comunidad, se ven obligados a venderla: la pérdida del cascarón como escena iniciática, (no es casualidad que la novela termine con la compra de una casa destartalada en Toronto). Los padres de Elf y Yoli no son bien vistos en esta sociedad conservadora, donde la tradición marca la pauta, pues ambos desentonan por diferentes motivos, cifrados en deseos de libertad, cultura y aire libre, que procuran transmitir a sus hijas. El pueblo perseguido tenía una extraordinaria capacidad de perseguir (sutil pero no metafóricamente) a sus fieles, especialmente a las mujeres que debían ajustarse a su papel de cristianas devotas y amas de casa.

Inicialmente la novela ofrece una visión positiva de las dos hermanas (están muy unidas) y sus padres. Son dos hermanas muy distintas, pero muy hermanas, con toda esa complejidad, esa telaraña de amor, admiración, influencias, complicidad, secretos, comparaciones, enfrentamientos y celos soterrados… Destaca la anécdota que cuenta como Elf pinta un diseño que titula Pequeñas desgracias sin importancia (PDSI), verso de un poema de Samuel Coleridge que da título al libro, que piensa pintar en distintos monumentos del pueblo.

La hermana mayor, Elf, pronto se convierte en una prodigiosa pianista (vocación descubierta desde niña) que viaja por todo el mundo y encuentra al compañero ideal, Nic. Proclive al arte y la cultura, es una mujer rebelde, inteligente y sensible. Pero no quiere vivir: el suicidio ha golpeado a la familia más de una vez. El eje principal de la historia es su deseo de quitarse la vida, su imposibilidad de seguir con lo que (para ella) no es más que un teatro, una farsa.

Yoli, la menor, narra la historia. Da voz a sus recuerdos de infancia y adolescencia, a través de los cuales se plasma el profundo amor que siempre ha habido entre las hermanas y consigna su vida, tan distinta a la de su hermana: escritora insatisfecha, madre de dos hijos de padres diferentes, separada dos veces y con problemas económicos, vive centrada en tratar de resolver el día a día. Y no se explica por qué a su hermana no le basta su vida perfecta para querer vivirla. Posiblemente esto es lo más conseguido: no la situación en la que encuentra ella, sino la exactitud con la que hace llegar al lector el estado en el que se encuentra Elf.

Esa fuerte tensión, entre dos maneras contrapuestas de sentir, de afrontar la vida constituye el hilo de la lectura. La disparidad de sus vidas es la clave, pues haber conseguido el éxito, haber visto cumplidos los sueños, no es suficiente para que Elf supere su angustia vital, para que una y otra vez intente quitarse la vida; mientras que, pese a los desastres y obstáculos que se va encontrando en el camino, Yoli se aferra a ella a traspiés e intenta salvar a su hermana por todos los medios. Es su aliada, su compañera de juegos, de aventuras, de alegrías y sinsabores. representan las caras y cruces de la infancia compartida.

Si bien la novela se articule alrededor de estas dos hermanas, está poblada por muchos otros personajes. Así, mientras el relato transcurre en hospitales canadienses, llenos de gente afectiva y curiosa, se ve salpicado de conversaciones a dos y a tres entre personajes de carne y hueso, imperfectos, que encuentran en la conversación íntima, en el apoyo mutuo, en compartir una cerveza, la forma de sobrellevar los embates de la vida (algo universal, por cierto): suenan tan reales que hasta da pudor leerlos.

Entre todos ellos, destaca un personaje memorable: la madre, Lottie, una mujer encantadora, divertida y con una gran capacidad de adaptación. Sin ser la protagonista, ni ocupar más espacio que el necesario, su presencia resulta determinante y significativa. Es quien ofrece una extraordinaria lección de supervivencia: sus viajes (escapadas para recuperar fuerzas), sus juegos de mesa por internet, su modesta apuesta por la vida, son otros tantos rasgos de una forma de vivir. La escena en el MOMA la define en pocas líneas, en el desconcierto de una performance ella lidera al grupo, ajena a cualquier esnobismo, ignorando la provocación, se mueve con autonomía y crea, sin ser consciente, un lenguaje propio: en fin, una vitalidad femenina que asombra, una energía imparable de esas mujeres, siempre listas para estar dónde la necesitan.

El recuerdo del padre, su manera tan especial de ser, sus decepciones, sus semejanzas con Elf, es también una constante que afecta de forma irremisible el devenir de una familia marcada por la sombra del suicidio, por una pena contenida en el tiempo.

Y están también hijos, amigas, amantes, parientes cercanos tan luminosos como la tía Tina (otra madre coraje, otra superviviente), también con sus pérdidas a cuestas, que pueblan la novela con diálogos naturales y acciones sencillas (que ayudan a sobrevivir).

ESTILO NATURAL

La historia se desarrolla a lo largo de 303 páginas y se estructura en 20 capítulos cortos, aunque de longitud variable (entre 2 y13 páginas): la mayoría oscilan entre las 6 y las 10 páginas. 

Uno de los encantos de esta ficción autobiográfica reside en el uso del lenguaje. En sus páginas hay mucha poesía: incluidos poemas como el de Coleridge que contiene el verso del título; o Días, el poema de Philip Larkin.

La naturalidad es una característica de MT, naturalidad que se plasma en un texto sin artificio ni trampas literarias. En todo momento parece el relato de una amiga cercana que, en una suerte de confidencia, no puede dejar de compartir lo que le ha tocado. En efecto, la novela está contada de manera fresca, con humor sutil y espontáneo y diálogos divertidos y cotidianos que acercan a los personajes. Por cierto, señalar como curiosidad, que vienen siempre indicados sin sus guiones correspondientes.

Un tejido muy sutil atraviesa todo el texto como una telaraña, casi invisible, que sostiene la trama y los personajes: un pequeño objeto de un personaje que vuelve a salir cien páginas después, una expresión de la abuela que se repite en otro capítulo, un diálogo entre las hermanas repartido por el libro en escenas y con una tensión creciente, unas cartas que buscan hacer reír a una hermana cargada de melancolía.

Destaca en la novela la ausencia de un planteamiento filosófico sobre el suicidio, más allá del dolor y la frustración de no poder ayudar a su hermana. La historia se sitúa en lo cotidiano: el día a día de una familia angustiada, las risas que aminoran la tensión, la ironía y el humor siempre templando.

Así, a pesar del drama, el ritmo marcado por unos diálogos chispeantes y ese tono cercano y risueño logran sobrellevar la situación y aligerar el peso de la tragedia. No es fácil lograr ese equilibrio en una novela con tanta carga emocional. Características y universo que comparte con Nada se opone a la noche de Delphine de Vigan, con el suicidio de la madre incluido. Similitud al menos en dos puntos: por un lado, el tono vivaz y ligero; y por otro, los estrechos lazos presentes en unas familias con graves problemas emocionales.

Destaca, sobre todo, la aparición recurrente, por muy dura que sea la trama, de un humor muy peculiar, con puntos de sarcasmo (ese humor violento que responde a las situaciones límite) y tintes de desgarro.: Y nuestra relación era muy divertida. El humor es una herramienta para sobrevivir, es una forma de mirar al mundo, de verlo a través de su brillo y su luz. No era algo de lo que fuera consciente al escribir: es cómo soy. Para MT el mundo es un lugar de sufrimiento (difícil, duro y trágico), pero también divertido: No puedo imaginarme escribir o vivir sin abordar inmediatamente lo absurdo de la vida, la comedia de la vida.

Hay humor en las conversaciones entre las dos hermanas: (…) solo intento recordar cómo hablábamos mi hermana y yo. Y cómo siempre teníamos la intención de hacer reír a la otra. Perspectiva risible de la vida que sale de forma natural y se absorbe en la narración, en el diálogo, en la perspectiva, en todo.

Lo que hace MT podría calificarse de tragicómico, pero el calificativo se queda corto para esa manera de reflejar la vida a través de sus personajes, sus voces y sus acciones.

El doble final de la novela, en parte una larga carta, es luminoso, cargado de liberación, de ligereza. Como he dicho, no es casualidad que la novela termine con la compra de una casa destartalada en Toronto, gracias a la herencia de Elf, en donde Lottie, Yoli y su hija, Nora, vivirán después de arreglarla.

No puede dejarse de mencionar la excelente traducción de Julia Osuna Aguilar, que le supuso la obtención del XVIII Premio de Traducción Esther Benítez.

EN TIERRA DE PENUMBRA

El planteamiento de la novela, basado en la vida de la escritora, aparte de sumamente interesante, aborda temas y plantea dilemas que hacen la lectura altamente sugestiva. Presenta asuntos como la salud mental, la religión (el sometimiento bajo el que viven los fieles de la congregación menonita), el sufrimiento y el duelo, la esperanza y la resistencia, la lucha por la supervivencia y los lazos familiares, la maternidad, el sentido de la vida…

De esta plétora de temas, la novela se adentra en una cuestión autobiográfica y muy actual, que no se acaba de resolver bien: cómo es la vida cuando un ser querido no encuentra razones para vivir, cuando el dolor que le causa la vida supera su capacidad de resistencia y el suicidio se convierte en un acto casi terapéutico. MT, partidaria de la muerte asistida y critica con la estigmatización de las enfermedades mentales, habla del suicidio de manera inteligente, sin juzgar, buscar culpables o señalar a los pacientes. Dado que Elf, representación de su hermana Marjorie Toews (quien, como su padre, se quitó la vida en 2010), el libro refleja, con respeto y empatía tanto a las víctimas como a los familiares cuando sucede algo así; poniendo sobre la mesa un debate muy interesante: la muerte asistida.

MT, a través de Yoli (su sosias), no hace una reflexión filosófica sobre este tema tan difícil de abordar desde fuera. No pretende entender, ni excusar, ni cuestionar, el hecho de que su hermana quiera matarse. Su padre pasó por la misma experiencia y su prima también, está familiarizada con la situación, pero el dolor que le causan los intentos de su hermana la sobrepasan. Más aun, cuando le pide ayuda para morir. El compromiso es peligroso, e implica una complicidad que a Yoli le cuesta aceptar: comprende la agonía de Elf, pero ser ella quien le facilite el trámite, es una responsabilidad que no está lista para asumir. Siempre queda la esperanza de hallar otra salida: la música o el cariño (de Nic, de sus sobrinos, de ella misma y su madre, dispuestas siempre a cuidarla). Este es el cuerpo de la novela: ¿qué hacer para aliviar el dolor del suicida?

Todos los diálogos en donde las hermanas se exponen frente a frente constituyen el clímax de la novela. Hay falta de lógica en la depresión o la enfermedad mental, los datos objetivos no significan nada, no cuentan. El dolor que lleva al suicidio está fuera de cualquier explicación. Hay un momento en donde un amigo de Yoli le cuenta una actuación de Elf a la que asistió y cómo marcó su vida para siempre: esa descripción elucida el sentir de Elf, es la única voz de alguien fuera del círculo familiar ahondando en ese dolor (íntimo. Y con íntimo me refiero que era inabordable), pues ni siquiera Claudio, su representante, aporta nada en este sentido.

Así es como la novela ilumina esa zona tan sombría: todo lo que sucede alrededor del hecho, los efectos que provoca, el proceso por el que la hermana menor acaba entendiendo ese deseo y se plantea incluso ayudar a llevarlo a cabo. Ahí es donde la novela trasciende el marco concreto, íntimo, de la familia protagonista, para convertirse en algo que nos atañe como colectividad, porque las sociedades de la apariencia que habitamos intentan por todos los medios que no asome el sufrimiento, que no se piense en la muerte.

La lectura nos cuestiona con numerosas preguntas: ¿Hasta qué punto el tema del suicidio, de la muerte asistida, son asuntos a evitar? ¿Cuánto se sabe de las motivaciones del suicida? ¿Nuestra sociedad está dispuesta a comprender, a respetar, a asumir? Pero, sobre todo, la pregunta crucial que plantea directamente es: ¿Qué pasa con el talante que hay que tener para aceptar el don de la vida?

CANTO DE ESPERANZA

Otro de sus planteamientos medulares es esa corriente de neurosis que atraviesa el libro y que refleja el estado de Yoli, a la que se le está escapando otra de las personas más importantes de su vida, mientras tiene que seguir adelante con su propia vida, sus hijos, su escritura, sin dejar de bregar, al mismo tiempo, con el temor de que, si su padre y su hermana han mostrado tendencias suicidas, por qué no ella. Habla pues también de la manera en que nos llega a afectar el pasado, los traumas de quienes nos antecedieron, sus miedos, sus rendiciones, sus traiciones.

Pero, paralelamente, nos sitúa en un cruce de destinos, en una salvadora red de compañías, de afectos, de abrazos. El libro es un homenaje a la necesidad de los unos para con los otros, a la amistad, y la comunicación.  En efecto, otro aspecto pujante en ella es el vínculo familiar como relación inquebrantable. Se trata de una familia donde el cariño es importante y se expresa con naturalidad. Entre abuela y nieta, entre sobrina y tía. Y, por extensión, en familias unidas, la casa ejerce como un símbolo importante: es el espacio que acoge, en el que se concentran los recuerdos, se celebran hechos importantes, se convive y se disfruta gracias a tener tanto que compartir. Ese es el sentido de sanación al que se refiere MT.

En este sentido, el comienzo de El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, es una referencia clave, porque también es una novela con esa capacidad para explorar lo que duele, para profundizar en las heridas más profundas sin renunciar a la esperanza, sin cerrar las puertas al amor, la bondad, el optimismo y la fuerza, palabras de ánimo, de consuelo, cuando la existencia amenaza con convertirse en un lugar oscuro, utilizadas en ese orden por Lottie.

Pero no solo la obra de Lawrence, con su apelación a la resistencia, a la construcción de refugios, a la esperanza, articula fuertes hilos de complicidad entre las hermanas Von Riesen. Múltiples libros (que han leído o que leen) constituyen asideros, puentes de afinidad y compañía: la literatura como elemento esencial en el devenir de la narración. Pero también la música se muestra como un territorio capaz de expresar profundidades que las palabras no alcanzan, anhelos, emociones y pesares, difíciles de apresar, de compartir. Música y literatura se modulan para hablar de pérdidas, de adioses, de duelo y supervivencia, de volver sobre nuestros pasos en la oscuridad, que como supone la narradora, vendría a ser el sentido de la vida.

Ah, y la resistencia de las cuidadoras. Este es un libro sobre cuidados, sobre cuidadoras, custodias invisibles…; y un pero sobrentendido: ¿quién las cuida a ellas? Cuidados, aguante, resistencia tienen un eco femenino (el peso de la historia es incontestable).

TODOS TENEMOS AGUJEROS EN LA VIDA

MT cerca de sus 50 años decidió narrar los graves problemas a los que tuvo que enfrentarse cuando su hermana mayor decide suicidarse. La escritora había decidido entonces que no iba a volver a escribir. Y es que, diez años antes, también su padre se había suicidado, y ella se encontraba entumecida y llena de dolor. Pero pasó el tiempo y se dio cuenta de que necesitaba escribir: así empezó a redactar esta novela. No se puede saber hasta qué punto es ficción o testimonio, aunque poco importa, el impacto está ahí: la emoción, la ternura, la tristeza. La vida.

Novela valiente, sin duda, pues lleva a pensar en asuntos incómodos, pero que MT aborda desde diferentes ángulos y mediante delicados equilibrios, logrando ahondar en el tratamiento del sufrimiento. Sin obviar la crudeza, muestra el humor como eficaz herramienta de resistencia: bromas, chistes y guiños cómplices definen la relación entre los personajes.

Puede que, a lo largo de la historia, se muestren personajes y situaciones que poco o nada aportan a lo que se pretende narrar, entorpeciendo la fluidez del proceso de lectura, pero los personajes de las hermanas (Yoli-Elf, Lizzie-Tina) están tan bien caracterizados que a través de ellas aflora la experiencia de la vida.

Igualmente, puede no acabar de convencer el estilo, pues la introducción de toques humorísticos en el drama puede, a veces, romper el ritmo y tono de la historia con ese lenguaje por momentos desenfadado y ciertos contrapuntos exagerados y algo absurdos. También puede ocurrir que una dedicación excesiva a ciertos momentos o detalles y una inatención incomprensible a otros contribuya a ello. Incluso el hecho de que el clímax canónico de la historia se encuentre a varios capítulos del final, puede suponer una caída de tensión, ocasionando que lo que sigue no llegue a tener entidad suficiente…

Si hay que ponerle una pega, podría ser que las dos partes en las que se divide el libro son desiguales, ya que le cuesta centrar el tema (que se lo trata más profundamente en la segunda mitad) y no acaba de resolverse bien.

Pero lo cierto es que en la novela el peso dramático se combina con gran maestría en el uso del humor, con una hábil e inteligente mezcla de las emociones. Cuando perdemos a seres queridos, lloramos, pero también reímos al recordar determinados episodios de sus vidas, momentos compartidos, anécdotas, confidencias… MT ha conseguido transmitir ese contraste, logrando filtrar luz en las zonas sombrías; nos convence de que la fuerza de los afectos es una salida, un posible camino en los momentos más duros. Su gran mérito al traspasarlos a la ficción, al recrearlos y dotarlos de sentido, es haber conseguido reflejar los grandes contrastes de la existencia. La novela proclama que hay que asumir la tristeza, la angustia, la infelicidad como partes esenciales de la vida. Que, en ocasiones, ni terapias ni pastillas bastan para evitar el sufrimiento. Pero también, que la alegría consigue, de forma inesperada, abrirse paso en la aflicción. ¡Casi nada!

MT recuerda a Lucia Berlin y también a Dorothy Parker (a la que cita: a ver qué infierno toca hoy), tan representativa de un tipo de sarcasmo compartido. Coinciden en esa mezcla entre crudeza y suavidad, tristeza y alegría. En las tres se refleja de forma soberbia la tragedia y el absurdo de la existencia, con sus tintes grotescos, cómicos. Porque Todos tenemos agujeros en la vida, como dice una canción que Yolandi escucha interpretar a alguien en un parque.


«El suicidio es un acontecimiento de la naturaleza humana del que, por mucho que se haya hablado y tratado de él, incita a todo el mundo a tomar partido y hay que tratarlo de nuevo a cada época» (Goethe)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LA SOLITARIA PASIÓN DE JUDITH HEARNE

  « LA SOLITARIA PASIÓN DE JUDITH HEARNE » Brian Moore (1955) «Acercó los pies desnudos a la estufa de gas para calentárselos y se recost...