«INSOLACIÓN (Historia
amorosa)»
Emilia Pardo Bazán (1889)
«la mujer es un péndulo continuo que oscila entre el instinto natural y la
aprendida vergüenza»
LA INSOLACIÓN
DE LA MARQUESA
INSOLACIÓN (1889) es una novela breve,
de tema erótico, situada en el ambiente madrileño de la Restauración: es la única novela de Emilia Pardo Bazán (Coruña, 16/09/1851- Madrid,
12/05/1921) que sucede en Madrid (el escenario de casi toda su obra es una ficticia ciudad gallega,
Marineda).
La acción comienza cuando la protagonista, Asís Taboada, despierta en su cama un tanto desorientada y con jaqueca (producida por una resaca). La corroe un molesto remordimiento por
lo acontecido el día del anterior (suceso que se narra más adelante -flashback-): no
estando segura de lo que le ha ocurrido, se siente conmocionada por
haber obrado de una forma contraria a su condición de mujer respetable. En un intenso monólogo interno, hace y deshace sus propios argumentos.
El fluir de
sus pensamientos abarca el grueso de la
narración durante la primera parte de la novela: la joven viuda se encuentra por
casualidad, el día de san Isidro, con el apuesto gaditano Diego Pacheco, al
que apenas conoce (del día anterior en la
casa de la
Duquesa de Sahagún, que lo presenta como
seductor y calavera). Éste la invita a pasar el día en la feria del San Isidro.
Dicha feria es la causa de la insolación de la protagonista, que no es sólo un síntoma físico,
sino que se ve agravada por la vergüenza de saberse seducida por Pacheco: así, el inspirado título
resulta ser una ajustada visión metafórica
de la historia. A partir de ahí, se va desenvolviendo la trama.
TRÍO DE PERSONAJES
La novela se
desarrolla en torno a tres personajes principales. La protagonista (y ocasional narradora subjetiva), Asís Taboada, marquesa de Andrade. Joven viuda de 32
años, respetada, piadosa y reconocida,
especialmente, por su decencia, con una
hija (ni mayor ni pequeña). Huérfana de
madre desde su infancia, Asís se cría en un ambiente acomodado hasta su matrimonio, a los 20 años, con su tío, el
marqués de Andrade, mucho mayor que ella y
de quien pronto enviuda. Por lo que, en el terreno sexual, solo ha gozado de un
sentimiento apacible, exento de esas
divinas locuras que abrasan el alma y dan a la existencia sentido nuevo (es
decir, el deseo físico que descubrirá con Diego
Pacheco, núcleo de la novela). Está en Madrid (pasando el invierno
lejos de su húmeda tierra gallega), donde se codea con la alta sociedad
madrileña y disfruta de una vida acomodada donde no faltan las reuniones
sociales, pues es muy sociable y disfruta de esos encuentros, en los que se
habla de temas políticos y sociales. Así, estando de visita en la casa de una
amiga, la Duquesa de Sahagún, se topa con Pacheco.
Diego
Pacheco es el joven gaditano del que Asís se enamora. La
autora quiso establecer dos personalidades
muy opuestas al describir a sus
protagonistas: su caracterización la pone en boca del personaje de la Duquesa de Sahagún
que lo define como un calaverón de tomo y
lomo, decente y caballero, sí, pero aventurero y gracioso como nadie, muy
gastador y muy tronera, de quien su padre no podía hacer bueno, ni traerle al
camino de la formalidad y del sentido práctico, pues lo único para que hasta la
fecha servía era para trastornar la cabeza de las mujeres. Descripción que
el propio Pacheco no desmiente, aunque se muestra dispuesto a cambiar.
Asimismo, en
esta tertulia está el comandante de artillería Gabriel
Pardo,
amigo de Asís (a quien los otros
personajes consideran pretendiente) y también gallego, que, dadas sus
expectativas, convierte en antagonista a
Pacheco. Tiene una visión singular de España: asiduo de las tertulias de buena sociedad, asume en
ellas el papel de nihilista, provocador moderado, casi feminista. Su papel en el
relato se muestra fundamental de dos maneras diferentes: cuando Asís, aun sin atreverse a confesarle su aventura con Pacheco, le hace
partícipe de sus dudas morales, Pardo le ayuda a disiparlas con sus argumentos habituales
(doble rasero de mediar para hombres y mujeres, injusticia de la ética
convencional, etc.), actuando así inadvertidamente de desencadenante de la caída
de la joven. Por otro lado, tras esa conversación, Pardo se aleja reflexionando
para sí: Me ha engañado la viuda... Yo
que la creía una señora impecable. Un apabullo como otro cualquiera. (…). En
fin, cosas que suceden en la vida: chascos que uno se lleva. Cuando pienso que
a veces se me pasaba por la cabeza decirle algo formal… Representa, así,
al conjunto de la sociedad patriarcal y de los hombres
progresistas, dispuestos a apoyar la causa feminista sólo de palabra, pero no
cuando les afecta ellos.
ESTRUCTURA
INUSUAL…
La autora utiliza una innovadora
y compleja técnica narrativa: hace
uso del recurso narrativo in
media res (apenas usado en esa época) para
presentar primero al personaje y después le da el espacio para que se exprese.
Plantea la historia en dos capas: en principio (Capítulo I) hay un narrador
objetivo (tercera persona), que entra en el cuarto de Asís cuando se despierta. Después, desde el Capítulo II
hasta el VIII, se le da voz a ella para que rememore en primera persona (narrador subjetivo)
lo vivido, como un monólogo interior con tintes filosóficos y moralistas. El fluir de sus
pensamientos permite conocerla, así como revisar vivido la tarde anterior, comprendiendo por qué se siente tan mal
físicamente.
Cabe destacar en esa parte de protagonismo de la voz de Asís dos aspectos
ciertamente remarcables. Por una parte, la exploración de la convulsión
interior del personaje, llevándolo a
cuestionarse muchas de las ideas que hasta ese momento veía inamovibles, como
la posibilidad de disfrutar de su libertad y de su cuerpo como le apetece; a
valorar la sensación de liviandad que
ha experimentado estando con Pacheco (se había derogado para mí la ley de gravedad),
que no se parece en nada a otras vivencias anteriores, y que no está dispuesta
a perder, pese a que en su cabeza las normas morales y las voces de sus amigos
y consejeros la señalan con el dedo.
Por otra, la soberbia descripción de una tarde de feria, del ambiente, de la gente y de los acontecimientos. El
grado de detalle hace que esta escena resalte: desborda un indudable realismo
por lo anecdótico del escenario (constituye una auténtica pintura realista de
una fiesta castellana).
Al final vuelve al narrador omnisciente. Narrador que no se muestra objetivo ni imparcial, pues va introduciendo
comentarios sobre la conducta moral de la protagonista. Sabe muchas cosas y hay otras que se calla por resultar, no
indecorosas, sino innecesarias para comprender, e incluso critica a
la protagonista, mostrando el riguroso efecto que tiene en ella el qué dirán.
El relato fluye así y esta forma le da a la novela un ritmo redondo y le
permite a la autora presentar el perfil
psicológico de su Asís.
…Y
OTRAS PEQUEÑAS JOYAS NARRATIVAS
Resulta llamativo y altamente simbólico el uso del espacio. La novela se inicia y termina en la alcoba. Al inicio Asís está sola, se siente enferma y avergonzada; al terminar, está
con Pacheco
y se siente feliz y enamorada. La soledad inicial se contrapone
a la compañía final, la cual es
resultado del proceso narrativo, pero el territorio de ambas es el
mismo. También al dolor del
principio se contrapone el gozo final, pero la causa de ambos radica en el deseo de Asís por Pacheco, negado, al inicio, aceptado, al final.
Pese a su subtítulo, no
es una historia de amor al uso, sino la superación
de la feminización romántica de lo literario. Resalta, en este sentido, el sorprendente
final,
en el que Asís, en lugar de caer en desgracia (como era común en los personajes
femeninos de la época que tomaban las riendas de su vida sexual) parece a punto
de acabar felizmente casada: no obstante, ese matrimonio no se plantea como el
medio por el cual se realiza el destino de la mujer, sino como sacrificio
necesario para poder llevar a cabo su verdadero objetivo, el disfrute físico.
Además, es, en realidad, un final abierto pues no deja entrever
si Diego finalmente se casará, si resultará un buen o mal esposo y padre… Un final
inconcluso muy acorde con el modelo de
novela rupturista que propuso la escritora.
Todo ello contado con ese humor que destila la trama, especialmente en ese
inicio in medias res (hilarante y atrevido): retranca, gracia y
un indudable dominio estilístico. Buen ejemplo de ello es el inicio del Epílogo: No entremos en el saloncito de Asís mientras dure el
tiroteo de las explicaciones (¡cosa más empalagosa!) sino cuando la pareja liba
la primera miel de las paces (empalagosísima también, pero paciencia).
¿PORNOGRAFÍA
O CEGUERA CRÍTICA?
Pese
a todo ello, y aunque hoy puede parecer inocente, en su época la
novela fue tildada de historia pornográfica: hay que tener en cuenta que, en el siglo XIX, hablar del deseo femenino no era común y asustaba tanto a hombres
como a mujeres. De ahí que fuese muy polémica en su tiempo, aunque, como reconoció la autora,
fuese una de sus obras más
vendidas: concitó
el rechazo absoluto de los círculos literarios, que recurrieron a argumentos sexistas
relacionados con la falta de decoro de la
protagonista, una dama que, además, ¡pertenecía
a la aristocracia!
Buena muestra de ello fueron las críticas
(tanto a la novela como a su autora) de dos
escritores altamente valorados en su
época. Clarín realizó una crítica de
profunda carga moral y sexista (sorprendente
en un escritor tan liberal): sostiene, con ironía, que Insolación ocupa un
lugar intermedio entre la obra pornográfica y la artística, calificándola de «boutade
pseudoerótica de la ilustre dama» y «...antipático
poema de una jamona atrasada de caricias...».
Por su parte Pereda censura sin paliativos que los personajes
vuelvan «ahítos y saciados de todo lo
imaginable, para continuar viviendo amancebados a la vista del lector, con
minuciosos pormenores sobre su manera de pecar».
Como se ve, las críticas incidieron más en el fondo
autobiográfico de la
novela que en sus valores
literarios: en su relación
con José Lázaro Galdiano, a quien está dedicada la obra, mientras
mantenía una relación semiclandestina con Benito Pérez Galdós.
Afortunadamente, hoy la crítica
valora no solo su vertiente estético-literaria (ya comentada), sino también y sobre todo el análisis
psicológico que ofrece y la tesis vindicativa de género que plantea.
LA FUERZA DEL DESEO (Femenino)
Lo primero que
hay que apuntar es que algunos de los temas
que toca la novela no se habían planteado antes
con tanta claridad. Temas como la doble moral de la época y la desigualdad
entre sexos, pero sobre todo el deseo femenino (hasta entonces mirado desde
lo masculino).
Aporte
fundamental e innovador fue la visión feminista de la sociedad. La denuncia de la forma en la que se dice que
deben vivir las mujeres y la censura que a diario experimentan. A través del personaje de Asís se expresa esa
desazón, llegando a renegar de ciertos valores morales o, al menos, a ponerlos
en entredicho.
La novela es una lúcida crítica de las normas de la sociedad
y de las expectativas de la mujer en
ella, mediante la presentación de un personaje femenino que se enfrenta a
los prejuicios de su época para satisfacer su propio deseo. El
hilo argumental de la evolución íntima de Asís, del nacimiento de su pasión erótica, que tiene su
origen en la atracción física que siente, se
contrapone a los comentarios censurables
de la voz narrativa, para llegar a confirmar,
mediante el desarrollo de la acción, su
derecho a hacer lo que le dicta su deseo, sin someterse a las convenciones
sociales, así como su derecho a equivocarse.
EL VALOR
DEPENDE DEL CONTEXTO
Dependiendo del contexto cualquier acto
humano puede considerarse o no como un acto de valentía. Decir que estamos ante
una novela valiente, hoy puede parecer una afirmación sorprendente, pero hay
que tener en cuenta que en su época las mujeres sólo podían entablar encuentros
íntimos con hombres en espacios sociales, nunca a solas: aceptar pasar el día a solas con Pacheco supone en Asís todo un gesto de rebeldía. Pardo Bazán aprovecha ese contexto para introducir ideas,
preguntas y cuestionamientos fundamentales, que ya han aparecido antes en su
obra pero que, a partir de ésta, serán mucho más frecuentes y contundentes.
Teniendo en
cuenta el contexto
histórico, poner el foco de su historia en el deseo sexual de su
protagonista fue, también, un
acto de rebeldía de la propia autora frente a los
prejuicios del mundillo literario, que le valió numerosas críticas y
acusaciones. Lo cual demuestra el feminismo de la autora, quien, pese a sus títulos nobiliarios y su
tendencia política de derechas, tenía amantes sin importarle lo
que en las altas esferas se dijera de ella. En su vida se mostraba coherente
con las conclusiones de esta obra: poco o nada se puede hacer cuando el deseo sexual, tan
normalizado en el hombre del siglo XIX,
pero no así en la mujer, es irrefrenable.
Pero no sólo hay proclamas feministas en la obra, también hay
varios apuntes de análisis sociológico: la pareja va a sitios de las afueras de Madrid donde viven y alternan gentes
del todo diferentes a ellos. La marquesa va poniendo poco a
poco los pies en la tierra y abriendo su foco más allá de las aburridas veladas
de compromiso con sus conocidos del barrio de Salamanca: además esos momentos son los que atesoran los rasgos de
realismo más descarnado.
En este sentido, solo queda apuntar el alejamiento que supone del naturalismo de Los pazos de Ulloa,
para moverse en
otros registros estéticos:
aquí una peculiar fusión entre elementos propios del naturalismo y otros del existencialismo
ruso (derivada
quizá de su estudio teórico, inmediatamente anterior, de la literatura rusa), que se ha relacionado
con la tendencia espiritualista, aunque no responda a las ideas y estructuras de tal
estética, sino que se circunscribe a una atención primordial a la psicología de los personajes, sin que por ello descuide, como se ha visto, la pintura de los ambientes
ni otros aspectos narrativos.

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