jueves, 16 de mayo de 2024

UNA PRINCESA EN BERLÍN

 

«UNA PRINCESA EN BERLÍN»
Arthur R. G. Solmssen
(1980)


«A los alemanes les gusta el orden y lo que tienen ahora es el caos, y el caos puede desembocar en una revolución.»


UN ABOGADO DE FILADELFIA

Mucho y muy juiciosamente se ha escrito sobre el nacimiento de los fascismos. Historiadores, filósofos e intelectuales de todo tipo han profundizado en el tema, han investigado y han emitido teorías más o menos comprensibles, interesantes o razonables. Sin embargo, pocos han conseguido recrear, describir y transmitir con belleza y precisión un tema tan espinoso como Arthur R. G. Solmssen (Nueva York, 1928 – Bryn Mawr, Pensilvania, 2018), un abogado norteamericano, que pasó su primera infancia en Berlín y su adolescencia en los suburbios de Filadelfia, para cursar después estudios en la Universidad de Harvard donde obtendría el título de Bachelor of Arts (1950), y completar estudios en la Universidad de Pensilvania, licenciándose en Derecho (1953), tras lo cual fue llamado al Colegio de Abogados de Pensilvania para comenzar a trabajar en un bufete de abogados de Filadelfia.

DEL NACIMIENTO DEL FASCISMO Y OTROS DESATINOS

UNA PRINCESA DE BERLÍN fue un éxito de ventas cuando se publicó, tuvo una buena crítica y fue traducida a más de una docena de idiomas. Aun en octubre de 2012, ganó el Premio The Athanaeum de Filadelfia. En España se publicó por primera vez en 1982 y desde entonces ha sido reeditada en más de veinte ocasiones, siempre con reconocimiento por un público que la va recomendando, de generación en generación, como un libro notable y delicioso.

Se trata de una novela histórica, narrada de forma ágil y entretenida, que constituye, sobre todo, un testimonio fehaciente y una reflexión profunda en torno a las causas profundas del nacimiento del fascismo, teniendo como relevante telón de fondo una crisis económica devastadora y el lento e irreversible proceso político hacia la instauración de un poder totalitario. De hecho, su interés principal radica en la narración de hechos históricos y su capacidad de transportar al lector a la Alemania de entreguerras.

La historia discurre en Berlín (una ciudad en la que el marco valía menos que el papel en el que estaba impreso), desde1922, pasando por la crisis de 1929, para acabar en el momento de auge del gobierno de Hitler. El autor describe minuciosamente lo que está sucediendo en el país y en Europa: describe la revolución de los espartaquistas de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht; introduce en la trama la muerte de Walther Rathenau, ministro de economía, asesinado por los nazis, todavía en los prolegómenos de lo que se avecinaba; hace referencia tanto al golpe del Kapp (golpe de estado anterior a la historia narrada, protagonizado por el general Lütlwiz en 1920), como el propio golpe de estado de Hitler

LA MIRADA DEL FORÁNEO

El libro, con una excelente claridad compositiva y de escritura, se estructura en cuatro partes, cada una de ellas debidamente intitulada: Libro 1º, Cómo había llegado allí; Libro 2º, Lo que ocurrió; Libro 3º, El aquelarre de las brujas; y Libro 4º, Tachar doce ceros. Partes que se dividen, a su vez, en capítulos con su correspondiente título, directamente relacionado con su contenido

La agridulce crónica del Berlín de entreguerras está relatada utilizando un típico cliché narrativo: el del observador ajeno a la situación (en este caso alemana), desde el recuerdo y en primera persona, por Peter Ellis, un joven aprendiz de pintor norteamericano de familia acomodada y excombatiente en la Guerra del 14, que intenta ganarse la vida como pintor en el París de postguerra. Recurso narrativo utilizado, por ejemplo, por el director sueco Ingmar Bergman en su película El huevo de la serpiente (1977), también ambientada en el Berlín de los años veinte, cuyo protagonista es un trapecista norteamericano, cuyo circo recaba en la ciudad.

El joven Peter se convierte en testigo de la situación asfixiante del país y contempla cómo se encamina hacia la instauración de un régimen totalitario (y a otra guerra). Este reflejo de la situación (en la que no ocurre nada concreto, más allá del mero intento de supervivencia, pero que deja ver cómo la frustración y la miseria van emponzoñando el ambiente) es una de las mejores bazas de la novela.

En París, de manera casual, Peter se reencuentra con Christoph Keith, aviador retirado perteneciente a una familia de marcada tradición militar en el ejército prusiano y empleado en la prestigiosa banca Waldstein, al que salvó la vida en Verdún. Ambos viajan juntos a Berlín y Peter entra en contacto con la todopoderosa familia judía Waldstein

Pero las cosas no son fáciles: en medio de una Alemania asfixiada por la deuda y la miseria, miles de jóvenes descontentos comienzan a hacerse eco de las proclamas de un cabo austríaco llamado Adolf Hitler. En ese Berlín de postguerra, Peter vivirá en Villa Keith, la residencia de la familia de Christoph. Allí conocerá al hermano menor de su amigo, Kaspar Keith, joven de ideas confusas y sentimientos contradictorios: miembro licenciado del Freikorps, que encarna el descontento juvenil por las asfixiantes condiciones impuestas por los aliados. Su rencor por los acuerdos, que considera humillantes, lo llevan a acercarse peligrosamente al asesinato político y al nazismo más exacerbado (que le llevará en una pirueta argumental metafórica ejemplar a un desenlace trágico).

CAMINOS AL ABISMO

Peter lleva, desde el principio, una vida desdoblada entre dos mundos opuestos, que conviven pero que nunca llegan a encontrarse: el lujo clásico (producido por el dinero y el refinamiento) que le ofrece su relación con la familia Waldstein y el ambiente obrero miserable junto al mundo bohemio de los artistas berlineses (donde la promiscuidad sexual, la prostitución de menores para sobrevivir, el hambre, la pobreza extrema son las características principales).

Por un lado, frecuenta los elegantes salones de nobles, militares y banqueros, un ambiente ilusorio de privilegio y lujo, bailes, cenas y sesiones de ópera en plena crisis de devaluación y racionamiento (aunque a, medida que la avanza novela, Peter va tomando conciencia de que su posición no es tan segura, ni invulnerable, como creyó en un principio). En este mundo conocerá a Lili, la hija menor de la familia Waldstein, de la que Peter se enamora (para su desgracia), y a Helena, una joven princesa que no se somete a lo que se espera de una mujer. A la vez que se ve involucrado, sin querer, en un asesinato político (el mencionado del Canciller Rathenau).

Mientras, por otro lado, recorre los tugurios bohemios de los artistas, en su mayoría comunistas. Allí, Peter se sumerge en el estudio y casa de Fritz Falke, pintor (descarnado y caricaturista despiadado de la sociedad que le rodea) con talento, pero sin recursos, del que recibe lecciones de pintura. Es un borracho maltratador que vive (en una vivienda tan oscura y desordenada como la propia familia) de forma promiscua y confusa, con tres mujeres: las dos modelos, Bärbel y Baby (hija de esta), que trabajan en varios clubes nocturnos de Berlín; así como la madre de la primera, Mutti Bauer. En este ambiente, el personaje que mayor refleja la degeneración imperante es Baby, de diecisiete años, que evita a los responsables de la junta escolar para poder seguir prostituyéndose cada noche. Pronto las relaciones de Peter con esas mujeres se convierten en una mezcla de pintura y sexo.

En ese escenario histórico perfectamente reconstruido, los personajes de ficción se mueven junto a personajes históricos. Poco a poco, todos se ven arrastrados en el torbellino de destinos que sacude Alemania y que la prepara para la dictadura nacionalsocialista.

EL SÍNDROME DE LA JIRAFA

Otro tema que aparece magistralmente descrito es el de la inflación galopante que sufre Alemania, cuando «con cuatro mil dólares se puede comprar la mitad de Berlín».

Las referencias no solo son políticas (caso de Hermann Goering o Martin Bormann), también las hay artísticas, como la del pintor Max Liebermann, la del dramaturgo Arthur Schniztler o del mismísimo Bertolt Brecht, que en la novela aparece como cantautor de prestigio, que se codea tanto con los ambientes obreros comunistas, como con ciertos elementos de la refinada y culta aristocracia.

También resulta especialmente relevante la exposición minuciosa de cómo se crea gradualmente el discurso nacionalista, hasta convertirse en discurso hegemónico. Discurso no es exclusivamente antisemita (discurso del chivo expiatorio), sino ante todo de exaltación de una raza y una cultura por encima de las demás (discurso supremacista): muestra como el grupo de los elegidos se va reduciendo al tiempo que se incrementa el del grupo de ciudadanos de segunda clase, hasta llegar al punto en el solo los alemanes con origen alemán probado son válidos en la nueva sociedad. 

En efecto, aparece magistralmente recogido cómo la cultura y las ideas nazis se van imponiendo en la sociedad alemana sin que dicha sociedad sea consciente de lo que está realmente sucediendo. Ni siquiera los primeros afectados, los judíos, perciben la amenaza hasta que ya es demasiado tarde y la situación resulta irreversible. Solmssen describe a la perfección cómo las familias judías adineradas no se enteraron de lo que estaba pasando, ni de lo que se les vendría encima en poco tiempo. Algunas, incluso, vieron con cierto regocijo el que hubiera alguien en Alemania que pusiera orden y se enfrentara a las potencias vencedoras de la guerra (¿un mediocre cabo austriaco, dominado por la frustración y un odio patológico a los judíos?)

Cuando contemplamos la historia con perspectiva nos resulta incomprensible: sin embargo, cuando Solmssen va narrando todos esos once años, desde 1922 a 1933 (cuando Hitler se convierte en canciller electo) todo cuadra. Escenifica con minuciosidad el síndrome de la jirafa: caracterizado por la sensación de que tu crecimiento o desarrollo está bloqueado y no paras de intentar ver más allá, estirando el cuello, buscando una salida, pero sin hacer nada. Las personas tenemos la tendencia a intentar ignorar lo que nos molesta, evadirnos de la realidad y pensar que alguien arreglará el mundo por nosotros. Y eso es lo que hicieron muchos ciudadanos alemanes, incluidos pensadores, artistas y también las grandes familias judías que tenían el poder económico y la influencia después de la Primera Guerra Mundial.

AMOR EN EL HUEVO DE LA SERPIENTE

La parte tierna de la novela la compone una historia de amor a dos bandas (a tres incluso, si considerando las relaciones de Peter con Bärbel y Baby): por una parte, la de Peter Ellis y Lili von Waldstein, dos adolescentes que se ven arrebatados por la pasión y el romanticismo de un primer amor imposible; por otro, la historia de intriga y amor (pasional y conflictiva), fiel reflejo del mundo que rodea a sus protagonistas: Christoph y Helene, que representa el amor más maduro, aunque no por ello menos intenso, de dos seres baqueteados por la vida y dolorosamente lúcidos (en cuanto a su propia relación y en cuanto a la situación de su país), abocados a un fatal desenlace: «Cuando se ama a alguien, se le ama. No se ama a nadie a causa de, se ama pese a».

La necesidad de reflexionar sobre lo que supone esperar que las cosas se resuelvan solas, como hizo, no solo gran parte de la sociedad alemana, sino toda la sociedad europea, hasta que fue demasiado tarde, hace que la lectura de Una princesa en Berlín resulte ahora más indispensable que nunca. Sobre todo, en un mundo como el nuestro, dominado por la inflación, el caos, la guerra, la crisis energética, la inmigración creciente de los más desfavorecidos, el terrorismo internacional, la incesante pérdida de libertades, el desprestigio político…

Como decía Hans Vergérus, el científico que dirigía una misteriosa clínica donde se practicaban crueles experimentos con seres humanos (precursor de lo que luego harían los médicos nazis con sus indefensas cobayas humanas en los campos de concentración) en la película de Bergman: «Cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado»

En fin, una obra admirable desde todos los puntos de vista, cuya lectura supone, además, un auténtico placer, que deja al lector, una vez finalizada, ese punto de nostalgia que se siente siempre al abandonar un lugar, una compañía con la que uno se siente a gusto.

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