«LA CASA
DE LOS ESPÍRITUS»
Isabel Allende (1982)
«(...) las mujeres son muy brutas. Son hijas del rigor. Necesitan a un hombre para sentirse seguras y no se dan cuenta que lo único que hay que temer es a los mismos hombres»
LA CASA DEL ÉXITO
LA CASA DE LOS ESPÍRITUS es la primera y, sin duda, una de las mejores novelas de Isabel
Allende, sin desmerecer a otras grandes novelas de su ya dilatada obra,
como La ciudad de las bestias (2002), Largo pétalo de mar (2019) o Violeta (2022), entre otras. Desde luego fue la que la introdujo en la élite del panorama literario internacional: la venta total de sus libros alcanza setenta y
tres millones de ejemplares y sus obras han sido traducidas a cuarenta y dos
idiomas, siendo considerada, en la actualidad, la escritora viva más leída del mundo de la lengua
española.
Hija del diplomático Tomás
Allende Pesce (primo hermano de Salvador Allende, presidente de Chile entre 1970-1973),
nació en Lima (1942) mientras su padre
ejercía como secretario de la embajada de Chile en Perú y es la mayor de los tres hijos del matrimonio. Pese a haber nacido en Lima, se siente chilena y, de hecho, posee tal nacionalidad,
además de la norteamericana obtenida tras el matrimonio (1988-2015) con su segundo
marido, el abogado Willie Gordon (del que se divorció en 2015, y que
fallecería en 2019). Antes había estado casada (1962-1987) con el diplomático chileno Ramón Huidobro Domínguez, de quien
también se divorciaría tras veinticinco años de matrimonio.
La ausencia del padre en su vida real y la decisiva influencia de
su madre, Francisca Llona Barros, la determinó a la hora de escribir esta
novela, que se convirtió en uno de los mayores éxitos editoriales en lengua
española de los años ochenta, prolongado en los noventa gracias a la película del mismo título (1993), dirigida por el
director danés Bille August. Éxito que, mitigado, sigue prolongándose
hasta la actualidad.
EL ETERNO FEMENINO
La novela, decididamente autobiográfica, despliega a lo largo de sus trescientas ochenta páginas la saga
de la familia Trueba (chilena, aunque
se evita citar explícitamente el nombre de Chile), durante cuatro
generaciones (desde los años veinte hasta el golpe militar de Augusto Pinochet en 1973), reflejando los problemas sociales y políticos del país
a través de la historia familiar.
La obra escapa de los estrechos límites de la narración costumbrista o realista para enriquecer la realidad con hechos
de carácter mágico (relacionados, sobre todo,
con el personaje de la madre). Lo cual responde plenamente a las intenciones
básicas de la autora de presentar un universo
donde las mujeres, generación tras generación,
edifican un mundo protector para sí mismas, constantemente acechado por
la prepotencia y el poder destructor de los hombres: Nivea, Clara, Blanca y Alba, cuatro nombres
deslumbrantes de mujer, iluminan ese universo femenino en el que se desarrolla
el drama de pasiones, magia, crueldad, amor y venganza.
Se la encuadró en su momento en el realismo mágico, llegando a
compararla con Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Hoy, sin rebatirlo
abiertamente, se matiza tal encuadramiento insistiendo en la incidencia en
temas como el amor y la muerte, ligados a la presencia de los fantasmas.
PODER MASCULINO / SABIDURÍA FEMENINA
El hacendado Esteban Trueba, fundador de la dinastía, encarna las actitudes presuntamente
masculinas. A ello responde su denuedo por enriquecerse para obtener la mano de
la hermosa y rica Rosa del
Valle. Llegando a creerse
que se ha hecho enteramente a sí mismo y que no le debe nada a nadie, cuando
quiere algo lo coge. No se entrega al amor, sino que lo toma: así, viola a Pancha, una campesina que dará a luz a un hijo ilegítimo,
Esteban, que llevará las directrices de su padre natural
hasta las últimas consecuencias.
Rosa del Valle muere envenenada
accidentalmente, tal y como había presagiado su hermana, la pequeña Clara, una niña vidente, con poderes telequinéticos y
en contacto con los espíritus, que años después se convertirá en esposa de Esteban. Pasa más de diez años sin hablar, justamente
desde la muerte de su hermana, pero el día en que Esteban se presenta en su casa para pedirla, vuelve a
hablar. Se casan, pero a Esteban, como a la mayoría de
los hombres, no le gusta tener cerca a personas más inteligentes que él. Su
carácter despótico, cruel, iracundo, lujurioso y egoísta llevará a Clara a volcar todo su afecto hacia su hija, la
independiente Blanca; hacia su cuñada, Férula, hermana de Esteban;
y, sobre todo, hacia su cuaderno
de "anotar la vida", en el que refleja su personalidad y todo cuanto
la impresiona.
Como suele ocurrir, el
destino interviene en contra del propio Trueba:
su hija, Blanca, se enamorará de Pedro Tercero, un jornalero izquierdista de la
estancia paterna, "Las
Tres Marías", que también busca el poder (y a su manera lo
encuentra); y su hijo, Jaime, se hará médico y
seguirá justo el camino inverso a su padre, ayudando a los demás.
El nacimiento de Alba, la nieta idealista y rebelde, así como los
turbulentos acontecimientos políticos encauzan el drama que desemboca en un
final sorprendente que abre el camino de la reconciliación.
EL ESTILO ALLENDE
Basta lo señalado (que,
dado que sólo constituye un mínimo adelanto de la dilatada y ramificada trama,
no me he reprimido en presentar) para proporcionar una rudimentaria idea del
rico y variado argumento de la novela. No obstante, el estilo y la estrategia narrativa de la novela conforman
magistralmente la trama.
La esencia de su estructura reside en el equilibrio entre objetividad y subjetividad, mediante la
combinación de pasajes narrados en tercera persona con evocaciones
privadas de determinados
personajes. Se caracteriza, asimismo, por presentar una gran variedad de
personajes secundarios, más o menos episódicos, muy bien definidos, que dotan de
consistencia al relato, enriqueciéndolo. Rasgo que la película simplifica (como
no podía ser de otra manera: otra característica diferencial entre cine y
literatura, que juega siempre a favor de ésta), hasta el punto de suprimirlos
casi todos: llega incluso a reducir algunos de los principales en uno solo.
Caso de Blanca-Alma y de Pedro-Miguel, que en la pantalla se resumen en los personajes únicos de Blanca y Pedro.
Esos secundarios, aparte de enriquecer la trama, suponen incluso guiños de
reconocimiento para el lector: caso, por ejemplo, del personaje del Poeta, retrato inequívoco de Pablo Neruda.
Finalmente, no se puede dejar de citar el talento narrativo de la autora, quien tiene esa inefable virtud
de escribir como si hablase. Siempre he imaginado a Isabel Allende como una excelente y entrañable narradora oral (una especie de abuela) capaz de tenerte
pendiente de sus palabras durante todo el tiempo del mundo.
Por eso, entre otras cosas, no he dejado de
leer sus novelas (como tantos millones de personas) y animo a quien aun no haya
leído ésta a que lo haga, con el convencimiento de no le defraudará esta obra
profunda y conmovedora, que despliega todas las grandes pasiones humanas (desaliento, ternura,
ambición, odio…), las recurrentes cuestiones sociales (las libertades y
la dictadura, el ocaso y la preminencia,
la agitación política…), la entramada relación entre pasado
y presente
(la importancia de las herencias, más allá de lo material; el influjo de los
antecedentes…), la relación
entre los sexos (la sororidad, el patriarcado, la aceptación de la
diferencia…). En fin, todo está en esta novela que tiene de todo.

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