jueves, 9 de mayo de 2024

DE BESTIAS Y AVES

 

«DE BESTIAS Y AVES»

Pilar Adón (2022)

«Tendría que pactar consigo misma y llegar a la conclusión de que algunas realidades debían aceptarse sin más. Sin mayores interpretaciones. Sin ninguna consideración de tipo especulativo».


ESCRITURA DE LA NATURALEZA

Esta novela, alejada del vigente realismo imperante, puede inscribirse en el Nature Writing (término anglosajón que literalmente se traduce como Escritura de la naturaleza): relatos construidos a partir de las observaciones (o reflexiones filosóficas) de lo natural, de la naturaleza ajena a la vida habitual. Y es que Pilar Adón (Madrid, 1971) empezó a escribir esta obra tan relacionada con la naturaleza en 2018, pero en 2019 falleció su padre, hecho que le hizo parar durante un tiempo y dedicarse solo a la poesía. Finalmente, retomó la novela, que está muy vinculada a la pérdida, ya que durante su escritura sufrió ese vacío que dejó su padre, hombre totalmente vinculado a la naturaleza.

Naturaleza que no solo marca el ritmo vital, sino también el psicológico: la usa como ese espacio que muda, enajena o, incluso, mortifica, pues aquí el eje central lo constituye todo lo relacionado con la parte menos amable de la naturaleza (como expresión de la complejidad del ser humano).

LA TRAMA

Una pintora (Coro), tras el fallecimiento de su hermana en un accidente del que ella salió indemne, emprende un viaje en coche, sin móvil, sin llaves, sin rumbo concreto, pero con retratos de su hermana ahogada en el maletero. Tras horas conduciendo, inmersa en confusos pensamientos y a punto de quedarse sin gasolina, termina extraviada frente a una verja negra. Ante la posibilidad de ayuda traspasa la verja y llega a una casa (Betania), ocupada por mujeres de distintas edades y ocupaciones. Las que parecen tutelar la convivencia no se muestran proclives a dejarle salir, como si haber llegado allí fuera su destino.

Coro, por su parte, decide no vestirse como ellas (todas visten igual) ni acompañarlas en sus salidas (pese a lo bien que le sienta el aire libre), mostrando así su resistencia (pasiva) y su deseo de escapar. A medida que pasan los días, su desconcierto y la dependencia de esas mujeres irán debilitando su resistencia e incrementarán su sensación de pertenencia a esa comunidad que se cuida mutuamente (aunque con aspereza), que comparte ceremoniales y ritos (¿primigenios?), y que convive con perros y cabras, bajo la sombra de una roca enorme que oculta el sol.

La irrupción de un hombre, Tobías Mos, que inicialmente tiene por su salvador, pero que en realidad reclama la propiedad de Betania, induce a Coro a dudar de que les pertenezca en realidad a ellas…

Así, la novela se presenta como una combinación del relato de iniciación (viaje iniciático), novela de terror (utopía distópica, si se me permite) y fábula donde la moraleja es que la pérdida no se cierra; que la soledad y la culpa pueden vivirse en compañía, pero nunca desaparecen; y que la individualidad se atenúa.

SÍMBOLOS Y ATMÓSFERAS

«De bestias y aves es una novela llena de dualidades, empezando por el título. Otra división la vemos entre lo que hay dentro de Betania y lo que queda fuera. Un enfrentamiento entre un individuo, Coro, y un grupo que en este caso serían las mujeres de la casa. Otra dualidad la vemos en la forma involuntaria de llegar allí y la voluntad de no irse.»

La novela está llena de simbolismos y elementos bíblicos. Todo tiene un significado. La estación, al final del verano, momento que aquí se presenta propicio a desestabilizar. La verja de color negro que impide tanto la entrada, como la huida. El nombre de la casa, Betania (en hebreo, casa de aflicción), es el del lugar donde se produjo la resurrección de Lázaro, y en el río Jordán, fue bautizado Jesús por Juan Bautista. La enorme roca triangular que rompe el perfil del cielo y ensombrece la casa. La noche (momento en que Coro entiende) La ropa, todas las mujeres visten igual. La naturaleza: las lagartijas, la hiedra, los árboles (manzanos, ciruelos), las mariposas, las aves (gorriones y golondrinas), las cabrasLos perros, asignados a cada mujer. El grifo que gotea; el cielo azul, la cueva, los maceteros (dispuestos) en línea

En efecto, la novela se desarrolla en un ambiente inquietante, rodeado de una naturaleza salvaje (no como escenario o un espacio que recorrer sino como otro personaje): umundo propio (y conocido por la autora) poblado de símbolos referenciales, entre los que la naturaleza y el agua serán los personajes principales. Sobre todo, el agua, como fuente de oxígeno (la hermana se ahogó por la que arrastra la tremenda culpa del superviviente). Poco se sabe de Coro: su ansiedad, sus miedos, sus profundas heridas, reflejadas en las profundidades del lago que colinda con la casa, o en la poza, como una carga que arrastra se materializa en ese arquetipo. El simbolismo que encarna el agua turbia, los cuerpos rodeados de algas, las vidas atrapadas en el fango… La madre de Magritte, Ofelia... 

Cabe destacar, como algunos de estos elementos y símbolos son muy lorquianos: las mujeres, la casa, el agua, el luto que Coro hace sin haberlo previsto en ese lugar del que quiere escapar, pero que a la vez la atrapa…

Novela tremendamente sensorial, presenta, también todo un universo de emociones, de sensaciones (el frescor de la mañana, el roce de las plantas en un paseo sin prisa hacia el agua), de olores (el olor del aire limpio), de sonidos (el zumbido de los insectos, el alboroto de los pájaros, el rumor del viento entre los árboles…)

Betania es el lugar donde perderse: una suerte de comunidad utópica (¿o distópica?) formada exclusivamente por mujeres que practican un culto ancestral, aisladas del resto del mundo y rodeadas de un paisaje característico dominado por la vegetación, por esa roca que oculta el sol y por un lago que delimita su espacio de convivencia. Mujeres que no responden a las preguntas de Coro, por lo que ella (y el lector) no sabe qué hacen allí y qué representan. Tienen ritos extraños, se han integrado en la naturaleza, y creen que si Coro ha llegado hasta las puertas de su casa es porque así debe ser. Un pensamiento mágico las rodea, así como un aura de misterio, inquietud y desconfianza propia de las novelas negras o de terror.

Todo ello suscita la pertenencia a un mundo que, en el fondo, no nos pertenece. Las profundidades de lo inconsciente, del que apenas salen a la superficie unas gotas (simbolizado en ese grifo que gotea). Allí terminará por encontrarse (¿?): sometiéndose de manera silenciosa a una nueva realidad que se comporta como si perteneciese a ella. (símbolo de nuestro sometimiento social); no sin antes haber perseguido su libertad, preguntándose dónde está, qué está pasando, quién son este grupo de mujeres que la acompañan y cuidan: quien no puede ser ave, se conforma con ser bestia.

«Eso es lo que cree. Que quiere irse, pero no es cierto. Fue usted quien se presentó aquí. Nosotras no salimos a buscarla. Usted decidió por nosotras… (…) … Mire al cielo y quédese con la luz. Olvídese de la oscuridad y recupere la inocencia, querida. Haga uso de ella.»

CARACTERÍSTICAS DE LA OBRA

Cuando recibió el Premio Umbral, Pilar Adón explicó algunas de las claves del libro, que es en parte un diálogo con un padre en el final de su vida, un registro de su relación con la naturaleza y una indagación en «los temas que más me interesan: el miedo, la huida, el deseo de estar en otra parte... A los que añado la investigación sobre la necesidad de pertenencia y la necesidad de dar con un espacio propio al que llamar hogar». Adón explicó también que De bestias y aves respondió a su «decisión moral» de «no ser complaciente porque la literatura tiene el deber de hacernos pensar [...]».

Asevera que le gusta generar un diálogo entre el lector y la obra, que cada uno tenga su propia interpretación. Y para que trabaje la imaginación del lector y provocar inquietud utiliza, como recurso principal, la elipsis. Aunque, en mi opinión, su excesiva aplicación determina que la historia se deshilvane hasta cierto punto y la ausencia de detalles o explicaciones, que deja al lector sin elementos de juicio, hace que pierda parte de su sentido.

«Me gusta que el lector participe, me gusta que no me lo den todo masticado, muchas veces como lectores queremos interactuar con el personaje y en este libro más, dado el estado de ansiedad y angustia importante y la culpa que arrastra, que es lo que ha determinado su vida.»

Reconoce que escribe para que el lector tenga una experiencia desde cero, que se adentre en la historia a la vez que los personajes: para ella (que se considera ante todo lectora) la lectura es una actividad subjetiva que cada uno debe interpretar a su manera. También aquí, la idea era llevar al lector, al igual que la protagonista, a cuestionarse muchas cosas de la historia: la novela narrada por un narrador omnisciente desde el aparente realismo, no presenta sucesos ni personajes fantasiosos, pero que pretende sumir al lector en la duda sobre la cordura de la protagonista, los momentos de inicio y fin de su viaje, la inocencia o perversidad de la convivencia en la comunidad… Igual que las mujeres no responden a las preguntas de Coro y dejan que se vaya adaptando, la novela tampoco responde a ninguna cuestión para que el lector vaya acostumbrándose a su lenguaje, a sus descripciones, a la evolución de la conducta. Se verá obligado a decidir si la naturaleza acoge o agrede, si las mujeres ayudan o secuestran, si Coro está dónde debe estar o si se encuentra encerrada, si se salva o se abandona… y si, por fin, deja de huir.

Indudablemente el comienzo resulta interesante, sobre todo por la expectativa lectora de que van a llevar a algo sorprendente, relevante o profundo… pero las páginas pasan y las expectativas se diluyen un tanto. De hecho, la abundancia de tramos demasiado largos dota a la narración de una cierta pesadez. Sin duda, las primeras cuarenta páginas se leen con cierto interés (son más fluidas), generando una cierta sensación de extrañamiento, tensión y ansiedad… van sucediendo cosas, se va creando una atmósfera y da la sensación de una historia diferente sobre la pérdida y el viaje iniciático. Pero a partir de ahí, empieza el bucle, cosas que se repiten, la trama se ralentiza, no avanza

De entrada, este argumento sin fechas, ni ubicaciones precisas, desarrollado en un universo sorprendente y extraño, con un punto irreal y siniestro, puede considerarse marca de la casa. En efecto, la novela contiene muchos rasgos característicos de la autora. A saber: su visión rigurosa de la vida, tendente al misterio y, sobre todo, a sensaciones claustrofóbicas, así como a la extrañeza y la ambigüedad. De hecho, el eje narrativo es el proceso de Coro (desde la adaptación a la inmersión) en una colectividad reglada (presente en relatos anteriores).

Sin embargo, la sensación de desesperación y desorientación de la protagonista que se pretende transmitir, quien la siente en realidad es el lector, pues al estirarla demasiado, a veces da la sensación de intrascendencia (genera la sensación de que está contando algo que no va a ninguna parte) y, sobre todo, genera cierto aburrimiento (queda uno saturado de naturaleza, finca, lago, muros de la cocina…).

«En su inesperado destino, parece haber encontrado una familia que la acoge sin preguntas, las preguntas solo las hace Coro, constantemente, porque recela de la casa, porque sabe que la casa y sus moradoras la están poniendo a prueba. No se fía de esas mujeres que la espían, que hacen oídos sordos a sus peticiones, que nunca le responden y solo piensa en dar la vuelta, en volver a su casa, a su conocida y familiar realidad. Pero quizás lo emprendido sea un viaje sin retorno, sin vuelta atrás, quizás regresar no sea una opción permitida, ¿o sí?»

Sí, pero la historia de la comunidad, con esos diálogos autistas que no permiten distinguir personajes, no aporta nada nuevo. Quizá también por ello, resulta, en general, confusa y repetitiva. Si a ello añadimos un ritmo lento y desigual se comprende que no haya logrado enganchar a muchos lectores.

Ese universo cerrado de las mujeres también resulta muy afín a la escritora, que se crio con su abuela: por la noche (que en la novela es momento de esclarecimiento), alrededor de la lumbre, se reunían todas, vecinas, tías, primas y su mejor amiga. Allí se contaban historias, mitos, cotilleos… Magia que se rompía cuando llegaban los hombres. El paralelismo es evidente con Betania: solo viven mujeres, hay una anciana sabia (abuela); una niña curiosa que pregunta todo (la escritora y su mejor amiga); un hombre que representa una amenaza y rompe el encanto.

«De la literatura, como autora y como lectora, me interesa la forma más que el qué. (…). Esta novela la defiendo por su forma, por el tiempo posterior al que se refiere y, después, por su manera de volver al inicio. Y, sobre todo, por el esfuerzo que hice de dar siempre con la palabra exacta, por no contentarme en una búsqueda de verdad y belleza.»

Finalmente, en cuanto a lo literario, se aprecia un tono estimable, aunque un tanto tedioso: buena parte de la novela gira en torno a la idea de la presencia o huida de la protagonista y por qué se queda... En fin, la pretensión de crear incomodidad, acaba minando el interés, de forma que cuesta un cierto esfuerzo acabar el libro.


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