jueves, 18 de abril de 2024

UN CABALLERO EN MOSCÚ

 

«UN CABALLERO EN MOSCÚ»
Amor Towles (2016)


«(…). Esa sensación de pérdida es justo lo que debemos esperar, para lo que debemos prepararnos y lo que debemos conservar hasta el fin de nuestros días; porque nuestra congoja es lo único que al final desmiente todo lo que es efímero en el amor»


UN CABALLERO

…no es otro que el conde Alexandr Ilich Rostov, un aristócrata ruso, culto y elegante: un protagonista maravilloso, que se relacionará con toda una galería de entrañables personajes secundarios. En 1922, un comité revolucionario lo condenado a un arresto domiciliario perpetuo (si lo abandona, se le ejecutará inmediatamente) en el Metropol, el lujoso hotel de Moscú donde residía hasta ese momento. En la novela seguimos la vida del conde desde que sale escoltado por la puerta del Kremlin y es confinado en el hotel (pasando, eso sí, de su suite a una buhardilla) hasta 1954, cuando, tras muchas vicisitudes, dos agentes del KGB acuden a buscarle. Tratará de amoldarse a su nueva situación y sobrevivir sin perder su (refinada) educación, sus modales, sus principios y su imperturbabilidad. Con Robinson Crusoe como modelo y siguiendo la máxima de su padrino (Si uno no controla las circunstancias, se expone a que las circunstancias le controlen a uno), Rostov decide afrontar su situación concentrándose en los asuntos prácticos. Observando cómo su mundo desaparece para siempre: Te voy a decir qué es una comodidad (…). Dormir hasta mediodía y que alguien te traiga el desayuno en una bandeja. Cancelar una cita en el último minuto. Tener un coche esperando a la puerta de la casa donde se celebra una fiesta, para que en cualquier momento puedas irte a otra. Esquivar el matrimonio en la juventud y aplazar tener hijos. Eso si son comodidades, y hubo una época en que yo las tuve todas. Pero al final, han sido las incomodidades las que más me han importado.

EN MOSCÚ

Allí recluido, observará el paso del tiempo, el desmoronamiento de su sociedad y los cambios en las costumbres. Lleva una vida metódica. Frecuenta los restaurantes y bares del hotel y es muy apreciado por todos sus trabajadores, convirtiéndose durante cuatro décadas en testigo privilegiado de ese microcosmos de la sociedad rusa y distinguido exponente del lujo y la decadencia que el nuevo régimen se ha propuesto erradicar, símbolo y resumen también de la vida soviética.

Mientras, en el exterior se desarrolla uno de los períodos más turbulentos del país, sucediéndose los acontecimientos a velocidad de vértigo, ya sean un Plan Quinquenal, la caída de Bujarin, el ascenso de Stalin o la cruel hambruna de Ucrania (siempre vistos a través de esa ventana literaria encarnada por el personaje del conde). En efecto, al tiempo que se nos va presentando la historia de su familia, asistimos a su progresiva adaptación a ser un exiliado en su patria, a los bolcheviques; al control del pensamiento; a la falta de libertad; al ascenso de los patanes y los incompetentes… Hasta que un día se da cuenta de que la Rusia que él conocía y amaba ha desaparecido. Este punto de inflexión le lleva a tomar una decisión drástica (que no llegará a ejecutar).

No obstante, su trayectoria vital cambia al conocer a Nina Kulikova, niña de doce años que vive en el hotel, del que ha hecho no solo un lugar donde vivir, sino un increíble escenario donde correr las aventuras más diversas. De la mano de Nina, presenciará (agazapado tras una balaustrada) reuniones donde se establecen los estatutos de la nueva nación, recorrerá las entrañas del edificio y empezará a entablar amistad con el personal.

ENTRE LA ELEGANCIA FORMAL Y EL HUMOR INCISIVO

Amor Towles (Boston, 1964), en una entrevista concedida al periódico El País, dejó claro su propósito inicial: Mi intento en la primera mitad del libro era que sonase un poco como una novela del XIX, consistente con la educación del conde y su estado de ánimo. Pero quería que la novela evolucionase con el tiempo y con el conde y así termina sonando como una novela de espías de los cincuenta.

Escrita con una mezcla de nostalgia, ternura e ironía, destacan los diálogos, las relaciones entre los personajes y, sobre todo, las descripciones del universo del conde Rostov (estancias, restaurantes, peluquerías, floristerías…): un mundo de refinamiento que acaba resultando fascinante. Towles nos traslada a los suntuosos salones del Metropol: nos hace admirar su mobiliario, sus brillantes cristalerías, su delicada porcelana, su bruñida plata, e incluso nos induce a oler sus flores. Son sobre todo las minuciosas descripciones gastronómicas las que ocupan el lugar más destacado, a través de un detallado inventario de platos oportunamente acompañados por el vino y los postres adecuados.

En cuanto al tono, el autor recurre, casi siempre, al humor. En ese registro se sitúan algunos de los pasajes más divertidos del libro: la discusión con un alemán sobre las maravillas de su país; la decisión aberrante de quitar las etiquetas de los vinos buscando la igualdad; y, sobre todo, el pequeño tratado sobre el duelo que aparece en una de las partes iniciales de la obra. Aunque, obviamente, al denunciar los excesos de la Unión Soviética (purgas, gente que desaparece, miembros del Partido que ascienden a pesar de su escasa valía…), no todo pueda tener un tratamiento divertido.

Mención especial merece el narrador, objetivo (en tercera persona), pues pasa a subjetivo (en primera persona) en determinados momentos, convirtiéndose en un personaje (ruso) más, aunque en ningún momento intervenga en la trama (es como si fuera alguien enterado de la historia, que simplemente nos la cuenta, pero que en ocasiones interpela al lector como en un relato oral).

NOVELA MATRIOSKA

Pero si algo caracteriza, por encima de todo, esta novela, es la cantidad de historias de las que está trufada y que sirven para mostrar diversos aspectos de la vida rusa, caracterizar a muchos personajes y ofrecer escenas entrañables. En efecto, el autor abre una historia dentro de otra para desgranar las descabelladas políticas estalinistas, la vida en las cotidianas colas de la población rusa, los subterfugios del régimen para espiar a los extranjeros o las consecuencias sociales de la vida en el Gulag.

Entre esas historias sensacionales sobresale la del escuadrón de cosacos rojos que descuelgan las campanas de un monasterio (y lanzan desde lo alto del campanario al abad por protestar) para fabricar cañones, lo que le hace reflexionar al conde sobre el hecho de que las campanas hubieran sido construidas con el metal de las piezas de la artillería francesa arrebatada a Napoleón, que a su vez habían sido forjadas con el de las campanas de La Rochelle... (la anécdota es inventada, aunque ciertamente cosas así ocurrieron, reconoce el autor). Pero también introduce otro tipo de historias, toda una serie de historias fabulosas, remedo de Las mil y una noches, como la que la amante del conde le cuenta sobre los tres hijos del comerciante, donde el menor triunfa y se enriquece.

Son, pues, muchas las razones para leer esta amena e interesante novela, que lejos de ser una obra completamente conseguida, no por ello deja de ser un libro de fácil, interesante y placentera lectura; dejando también constancia de que la idea del autor nos parece suficientemente conseguida: Durante las dos décadas en que estuve en el negocio de las inversiones, viajé mucho, y cada año pasaba semanas en hoteles de ciudades lejanas para reunirme con clientes. En 2009, al llegar a mi hotel en Ginebra, por octavo año consecutivo, reconocí a algunas de las personas que estaban en el vestíbulo del año anterior. Era como si nunca se hubieran marchado. Arriba, en mi habitación, comencé a jugar con la idea de una novela en la que un hombre se queda atrapado en un gran hotel. Pensando en que debería estar allí más por la fuerza que por decisión propia, mi imaginación saltó inmediatamente a Rusia, donde el arresto domiciliario ha existido desde tiempo de los zares.


NOTA BENE: Negligencia editorial.

Cuando un autor compartimenta su obra en capítulos y los titula (hay que recordar que un título es información para el lector) parece de mínima cortesía con él y con sus lectores incluir un índice en el que aparezcan los apartados y capítulos debidamente registrados con sus títulos. En este caso, la novela está compuesta por una introducción (con el fragmento de un poema y el informe de la vista del comité revolucionario), un epílogo (con dos breves capítulos), y cinco libros conformados por un número variable de años, cada uno de los cuales se desgrana en capítulos intitulados. Pues bien, nada de esa estructura narrativa está a disposición del lector, de forma que no tiene mapa orientativo y ha de ir descubriendo el territorio sin otra referencia que el avance de su propia lectura. Un hecho que se viene repitiendo con demasiada frecuencia en recientes ediciones de diversas editoriales y que supone un fallo editorial tan lamentable como 


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