jueves, 18 de abril de 2024

TODO LO QUE NO TE PUDE DECIR

 

«TODO LO QUE NO TE PUDE DECIR»
Cristina Peri Rossi (2017)


«El amor entre dos es un pacto donde verdad y mentira juegan a las cartas, un pacto de complicidad que se rompe cuando uno de los dos solo aspira a la verdad, a la claridad».

LA GUERRA DE LOS SEXOS (No se enseña a querer bien)

La novela comienza cuando Elisa y Bubú, un par de chimpancés, escapan del zoológico y el comisario Fonseca trata de evitar que cunda la alarma en la ciudad con la ayuda de Suárez, un experto del zoo. Las situaciones divertidas y los diálogos jocosos constituyen un comienzo pintoresco propio de una comedia de enredo. Sin embargo, todo cambia cuando el foco narrativo se centra en la introspección de los personajes y la novela se abre a secuencias de una patente carga erótica y a una serie de reflexiones y análisis sobre la conducta humana y animal, y sobre las diferencias entre los sexos.

En la novela se articulan dos historias (la masculina y la femenina) que, aun compartiendo temática (el secreto que se oculta en la vida de cualquier persona, en general; y en el alma de todo amante, en particular), podrían ser independientes, pues nunca llegan a estar perfectamente cohesionadas.

La historia masculina es, pues, una historia de amor con todos los componentes posibles, incluyendo la inevitable oposición del mundo exterior a la consumación de la elección pasional. La novela comienza, como se ha dicho, con la huida del zoológico de la citada pareja de chimpancés. Seguidamente se relata la historia de Suárez, su cuidador, con Lucila, una chimpancé adolescente, paralela a la mantenida con su novia enfermera, Claudia. A continuación, se desarrolla la del comisario Fonseca (que investigó la inesperada escapada de Bubú y Elisa) con Silvia, una prostituta uruguaya, con quien busca un futuro sentimental, más allá del sexo. Poco a poco, la voz narrativa se va tornando existencialista y se acerca a la vida y la psicología de los protagonistas para descubrir lo que los convierte en salvajes: relaciones zoofílicas; parejas que tratan de huir de la muerte (presente en su oficio) mediante el sexo; personajes que creen enamorarse mientras otros se limitan a una relación sexual mercenaria, etcétera. Filias y fobias se entrelazan y constituyen el único faro de la vida de Fonseca y Suárez, dos hombres perdidos.

La segunda parte de la historia, la femenina, retoma el personaje de Silvia, la prostituta que rechaza a Fonseca, para narrar su relación lésbica con Laura, una directora teatral que dirige "La muerte y la doncella", de Ariel Dorfman (adaptada al cine por Roman Polanski), y que articula la trama de la novela, reflejándose de diversas maneras en los secretos que ocultan los personajes. Finalmente, se recupera nuevamente a Fonseca, que encuentra el amor en Flor, una joven dominicana; y, en el capítulo que clausura la novela, se nos muestra la estéril indagación de Mauricio, el personaje más indigno (no por ello menos humano) para reencontrar un amor y un deseo corrompidos (por la venganza, el despecho y la pérdida).

En suma, se nos presenta una estructura narrativa articulada en varias historias de amor asimétricas; varias búsquedas que se van encadenando, aunque no siempre con igual acierto.

EN EL PRINCIPIO, FUE EL PRIMATE

Cristina Peri Rossi (Montevideo, Uruguay, 1941) retorna a la novela dieciocho años después de publicar El amor es una droga dura (1999), para desplegar un universo violento a la par que tierno. Al parecer, el comienzo de la novela deriva de la profunda impresión originada por determinadas imágenes, inspiración particular que la autora ya mostró en otras obras: en La nave de los locos, respecto a un tapiz medieval sobre la Creación (expuesto en la Catedral de Gerona); y en El amor es una droga dura, respecto a El origen del mundo de Courbet (obra que también aparece aquí). En este caso, se trata de la obra fotográfica de la madrileña Isabel Muñoz (Madrid, 1951), quien ha retratado a chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes, consiguiendo reflejar un hálito emocional que ha encontrado eco en la escritora, incitándola a escribir un par de historias donde primates y hombres se relacionan entre sí.

No obstante, hay que reconocer que el inicio de la novela actúa como un señuelo del que se sirve la autora para internarnos en una novela comprometida, seca y a ratos inquietante. Tal arranque carece de continuidad y los personajes iniciales sólo funcionan como figurantes del primer capítulo, salvo Suárez y Fonseca que servirán de forzado hilo de una trama fragmentada. De hecho, la hilazón argumental viene propiciada por los personajes: ofrecidos como protagonistas en un capítulo, pasan a ser secundarios en los siguientes y viceversa. Así el foco va alternando, las variantes se van sucediendo en cada uno de sus nueve capítulos (casi cuentos semiautónomos): remedo de las combinaciones de la pasión, que son múltiples.

Los débiles nexos entre los personajes dotan de una sucinta unidad a una narración, viciada por un ingenuo vanguardismo que propicia algunos deslices: por ejemplo, el innecesario recorrido histórico (más propio de un artículo de la Wikipedia, que de una necesaria secuencia narrativa) por el mito de Proserpina (desde Platón hasta Ariel Dorfman y Polanski); la caracterización (sin duda arquetípica) de los personajes de Silvia y Claudia, dotadas de una sobrecargada sensibilidad, una cultura por encima de la media propia de sus caracterización, y, además, unos rasgos físicos (tal como se las describe) que responden totalmente al patrón de belleza imperante.

AL FINAL, TODO ES CUESTIÓN DE ESTILO

El de Peri Rossi, influenciado por la poesía, resulta tan ágil y atrayente como siempre (sobre todo en las dos historias iniciales, las de los primates) y muy fácil de leer. La novela se desarrolla mediante párrafos más narrativos (con un alto componente visual, casi cinematográfico) combinados con pasajes de evidente tendencia lírica. A veces su escritura se acerca al expresionismo, incluso a lo grotesco, debido al realce y distorsión de rasgos, así como a una cierta tendencia a la hipérbole en la determinación de personajes y situaciones.

Llama, asimismo la atención, el sesgo feminista no disimulado (casi militante) que, curiosamente, se articula sobre todo a través de personajes masculinos (Fonseca y Suarez) así como la idealización del amor entre mujeres (relación Silvia-Laura):

(…). «Luego se ufanará con los amigos», pensó Suárez socarronamente. Los machos del mundo animal eran tan fatuos y vanidosos como los humanos (p. 32)

(…) «Somos unos torpes, hasta que una mujer madura nos enseña a hacerlo. Por eso siempre estamos con mujeres de nuestra edad o menores, para creer que somos superiores. Pero no. Somos torpes, egoístas, carecemos de sensibilidad, dependemos demasiado de nuestras hormonas» (p. 41)

(…) «Las mujeres lo sabemos espontáneamente. Porque somos diferentes. Porque tenemos el sexo repartido por todo el cuerpo». (p. 43)

Aunque una frase de Claudia no excluya la posibilidad de que esta unión suceda entre personas de diferente sexo: Basta ya de machos raros, solitarios, incapaces de amar. Aunque hubiese uno solo capaz de amar a una mujer, ese sería el que elegiría mi corazón. (p. 99)

Así mismo se evidencia un innecesario intelectualismo (sobre todo en la segunda parte, con esa reiterada referencia o exposición de tramas de obras ajenas, motivada por una inconveniente manía culturalista), casi siempre injustificable, que desentona con la sequedad y profundidad de los temas tratados, pues no aportan nada a su tratamiento.

Pese a las reservas formales antedichas, la novela contiene un interesante núcleo temático: ese espacio secreto que tenemos todos los humanos y que tan bien refleja el título del libro. Y como, además, tan relevante indagación psicológica está contada con amenidad y ofrece no pocos momentos de intensa emotividad, parece recomendable dedicarle unas horas a su lectura.

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