«MAR DE FONDO»
Patricia Highsmith (1957)
«Es muy posible que su matrimonio con
Melinda adoleciese de no ser el ideal, pero había sin duda matrimonios mucho
peores en el mundo, matrimonios presididos por el alcoholismo, la pobreza, la
enfermedad, la demencia, con suegros o con infidelidades de las que no se
llegan a perdonar jamás».
REIVINDICACIÓN (Si algo no se puede perdonar es la
estupidez)
Aguas Profundas (Deep Water) película rodada en el 2019 por el cineasta
británico Adrian Lyne (director de Atracción fatal, película de
enorme éxito de finales de los ochenta) se hizo popular antes de estrenarse,
pues su rodaje propició el encuentro de la actriz cubana Ana de Armas y del actor estadounidense Ben Affleck, quiénes durante el rodaje iniciaron una relación amorosa, que habría de durar más de un año, y que finalizaría con todos los ingredientes
de una separación hollywoodiense. Pues bien, la película es una adaptación (no
especialmente afortunada) de MAR DE FONDO (1957), una de las
obras clave (puede que, incluso, la más conseguida) de Patricia Highsmith
(Fort Worth, Texas, 1921 -
Locarno, Suiza, 1995), lo cual dice, ya de por sí, mucho en su favor, puesto
que, en la abundante producción de la autora, son muchos los títulos
destacables (entre ellos los dedicados a su personaje emblemático, Tom
Ripley, a quien dio a luz en la soberbia A pleno sol).
La mediocridad de la película exige reivindicar
la obra en que se basa, puesto que, aunque escrita en 1957, sigue siendo
tremendamente actual. No se trata de una afirmación gratuita: la mejor prueba
de su modernidad, en el sentido profundo del término, no está en su última
adaptación cinematográfica, sino en su permanencia, es decir, en la pertinencia
de sus propuestas, con el paso del tiempo. Tanto por ello, como por estimación personal,
merece como mínimo un sucinto examen que la ponga en valor con respecto a
adaptación tan ramplona.
PERSONAJES EN OBSERVACIÓN
¿Cuáles son, pues, sus pretendidas virtudes?
Examinar su argumento puede ofrecer algunas pistas. Estamos ante una novela
de personaje: Vic Van Allen, un hombre fuera de lo común, que regenta una
pequeña editorial independiente, cuyas artesanales y limitadas publicaciones
cuida (más bien mima) hasta extremos insospechados. Moderadamente rico, tal
ocupación supone más una afición que realmente un trabajo. Pero sus inquietudes
no se agotan ahí: dotado de una gran curiosidad y una extravagante sensibilidad,
constituye el prototipo de investigador, pues todo aquello que le interesa lo
estudia y experimenta (la vida y reproducción de los caracoles, por ejemplo).
Ecologista convencido, centra sus preocupaciones en la naturaleza (zoológica y
botánica, principalmente). Aunque socialmente no pueda calificársele de
extrovertido, se ha ganado el respeto de sus vecinos y cuenta con algunos muy
buenos amigos. Como padre, puede considerársele ejemplar, y cuando Trixie, su
única hija, cumple seis años, incluso modélico, pues «siempre le había
parecido aquello la esencia de la paternidad y de la familia: la generación
adulta le transmitía a su prole la sabiduría de la raza…». Su matrimonio,
aunque problemático, sigue adelante, en buena parte debido a su talante liberal
y tolerante.
Su esposa, Melinda,
guapa, jovial y encantadora, tiene, sin mostrar la mínima discreción al
respecto, un amante tras otro. Vic lo sabe, lo comprende y hasta se dice a sí
mismo que podría resultar interesante, siempre y cuando Melinda eligiese mejor a
sus amantes. Piensa que escoge a cretinos o mediocres aprovechados con los que
no se puede ni hablar: si al menos fuesen mínimamente aceptables, el triángulo
podría cerrarse y él podría establecer algún tipo de relación social o
intelectual con ellos. Sin embargo, sus amigos, especialmente Horace, opinan
que debería mostrarse menos comprensivo y ser más autoritario…
Inducido por tales
consejos, un buen día gasta una broma al amante de turno de Melinda, un tal
Joel. Le cuenta que ha cometido el crimen perfecto: ha asesinado a un hombre
que salía con su esposa y nadie le descubrirá. Joel le cree, se asusta y
desaparece de la ciudad. Pero Melinda, tras un corto período de descanso,
vuelve a las andadas. Su nuevo amante, Charley De Lisle, aparecerá ahogado en
la piscina de unos amigos durante una fiesta, Melinda no acepta que haya podido
ser un accidente y acusa a Vic de asesinato.
LA ATRACCIÓN DEL ABISMO.
A partir de ahí, los
hechos se suceden y los episodios, cada vez más envolventes, nos van
arrastrando en una lectura apremiante. No vamos a seguir destripando la trama,
pues impediría el placer de ir descubriéndola. Para nuestra presentación llega
con lo apuntado: el matrimonio, la paternidad, las relaciones sociales, la
literatura, la amistad y, sobre todo, la profundización en el comportamiento y
la mente humanas (desde la ingenua candidez hasta el frío asesinato) tienen
cabida sus doscientas setenta páginas (divididas en veintisiete capítulos),
brillantemente diseccionados por la autora. Hoy día, cuando la literatura y el
cine de psicópatas está de moda, resulta difícil encontrar un retrato realizado
con tal habilidad: desde los sutiles y afables trazos iniciales hasta los
atroces remates de la esquizofrenia final.
Como toda la narrativa
de Patricia Highsmith, no es una novela que se lea con comodidad, pues nos hace entrar en un mundo
claustrofóbico, irracional y ajeno del que resulta difícil salir, incluso
cuando dejamos de leer. Nos acerca a sus personajes hasta el punto de poder
identificarlos fácilmente en nuestra propia realidad o, cuando no es así, a
permitirnos comprender y compartir sin esfuerzo sus puntos de vista. Y justo
ahí reside su habilidad para llevarnos a la reflexión, porque ese mundo, ese
punto de vista y esa conducta que, de alguna forma asumimos, conducen a donde
no podríamos, ni desde luego querríamos, imaginarnos.
LA JOYA DE LA CORONA.
Para cerrar esta reseña,
no quiero dejar sin mencionar el excelente episodio, profundamente literario,
de la visita que a los Van Allen hace el joven poeta Brian Ryder, con objeto de
tomar decisiones sobre la edición de su primer libro de poemas. Desarrollado en
dos capítulos (veinte y veintiuno), supone toda una reflexión sobre la
literatura y el oficio de escribir, por una parte; y, sobre la humanidad y el
oficio de vivir, por otra: La biología es realmente
el milagro supremo de la existencia: aquel joven trabajador con un corazón tan
limpio como un cristal había sido atrapado de todas formas, en unas pocas
horas, por el hechizo de Melinda.
En suma, leer a Patricia
Highsmith supone compartir su penetrante (e inquietante) visión y así
vislumbrar a través de la cotidiana bruma gris de nuestras vidas. Como dejó
escrito Francisco Umbral, con sus novelas nos ayudó a comprender todo
aquello que la grisura no nos permite ver con nitidez: el hastío, la
frustración callada, el matrimonio, el asesinato, la íntima y mediocre
psicología de los hombres, etcétera. La escritora que eligió vivir en Europa (primero
en Francia y luego en un pueblo suizo de veintinueve casas y una iglesia)
porque la vida en Estados Unidos era muy aburrida, nos ha dejado mucho sobre lo
que reflexionar y toda una plantilla de hijos narrativos (que mantienen el
legado de su creadora, pues en todos ha quedado algo de aquella mujer lacónica
y dura) para ayudarnos a hacerlo: Tom Ripley, Edith, Carol, Minot, y tantos
otros, entre los que se encuentra sin duda el inefable Vic Van Allen de esta
novela.

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