Ahorcamientos
(uno abriendo y otro cerrando la novela). Conspiraciones. Guerras.
Humillaciones. Catedrales. Secretos. Asesinatos (incluido el de Santo Tomás
Beckett). El nacimiento del estilo gótico. Condados usurpados. Pasiones
desatadas: odio, venganza, amor, lujuria, ternura, fe, desesperación,
arrepentimiento… Todo esto y mucho más se puede encontrar en LOS PILARES DE LA TIERRA (1989), novela de
Ken Follett (Cardiff, Gales, 1949). Desde luego,
la lectura de sus más de mil páginas repletas de descripciones, anécdotas,
diálogos, sucesos ficticios y hechos históricos podrá calificarse de cualquier
cosa, menos de aburrida. Estamos, en efecto, ante un excitante y trepidante
viaje. Un viaje en el tiempo, ya que la obra se desarrolla en la
Edad Media, concretamente en el siglo XII (comienza en 1123 y finaliza en 1174).
Pero también en el espacio, ya que además del sureste de Inglaterra,
donde transcurre la mayor parte de la narración, los escenarios se extienden a
Francia y España, a través del Camino de Santiago, para llegar a Toledo, antes
de volver a Inglaterra, no sin dejar de asistir a la consagración de la iglesia
de San Denís (la primera iglesia gótica del mundo).
LOS PERSONAJES, LOS PILARES
Como
todo viaje que se precie, lo importante es la compañía. En este caso, toda una
galería de personajes inolvidables, que el autor nos propone como amenos
y entrañables compañeros en este largo itinerario. Philip, el monje
benedictino, salvado por un abad cuando tenía seis años (junto a Francis, su
hermano pequeño) de una muerte segura a manos de quienes habían asesinado a sus
padres ante sus ojos, y cuya trayectoria vital quedará ligada a la Iglesia,
escalando posiciones en su jerarquía por su valía y buen hacer. Trayectoria
vital que le enfrentará a Waleran Bigod, personaje turbio, frío y calculador,
que conoceremos primero como un joven arcediano codicioso y luego como obispo
sin escrúpulos, que toma la Iglesia como base de sus ambiciones sociales.
Tom
Builder, el maestro constructor, cuya máxima ambición vital se cifra en la
construcción de su catedral. Sus
hijos, el ladino Alfred y la dulce Martha, de carácter tan contrapuesto como
sólo pueden serlo dos hermanos. Otro tanto ocurre con los hijos del desposeído
conde de Shiring, Aliena y Richard: mientras el muchacho es un niño mimado e
incapaz que se convertirá en un ducho combatiente, aunque inútil conde;
mientras que su hermana mayor, Aliena (personaje detonante de buena parte de
las peripecias de la obra), bella e inteligente, encarna (por su nacimiento
aristocrático) a un tipo de mujer resoluta e independiente, capaz de rechazar a
un pretendiente aceptado por su padre y admitir a otro, que no ama, para
asegurar la carrera de su hermano. Ellen, la que será compañera de Tom tras la
muerte de su esposa, supone otra excepción en el cuadro femenino medieval:
irreverente, agresiva y autosuficiente hasta el punto de ser temida por los
hombres en un mundo eminentemente masculino. Y, desde luego, su hijo Jack,
joven despierto y soñador, que se convertirá en un artista consumado,
encarnando lo que parece un claro adelanto del hombre renacentista: lejos del
perfil del guerrero medieval, encarna al hombre sensible preocupado por el
saber. Todo lo contrario del otro personaje realmente malvado de la función, el
brutal y sádico William Hamleigh, quien, rechazado al principio por Aliena, se
pasa la novela entera tramando, por su cuenta o en compañía de Bigod, mil y una
intrigas y asechanzas contra los protagonistas.
PILARES DEL ÉXITO.
Porque,
en efecto, la obra constituye un constante y enorme puzle de refinadas trampas
y confabulaciones, que urdidas por esos pérfidos antagonistas, han de superar
los protagonistas, hasta llegar a ese final feliz, que como en todas las obras
de Follett está asegurado, así como el entretenimiento e interés, puesto que el
autor sigue, según confesión propia, su peculiar receta: escribir de
manera clara; facilitar la lectura a sus lectores y ponérselo fácil; atrapar su
atención y aderezar la historia con dosis de acción, poder, codicia, sexo,
pasiones y todo aquello que la gente quiere y no puede tener; y por supuesto,
poner la guinda con un obligado final feliz…
Así se escribió este libro que sigue apareciendo, treinta y un años después de su publicación, en todos los listados de novela histórica, que se sigue vendiendo espléndidamente año tras año, que ha generado dos secuelas (Un mundo sin fin y Una columna de fuego) y una precuela (Las tinieblas del alba), aparte de series televisivas de éxito, y que no ha perdido sabor a pesar de los años , sino que, como los buenos vinos, ha ido ganando cuerpo y seguidores. Hoy todavía sigue recomendándose, mediante el boca a boca, como lectura amena e interesante. Por tanto, si eso es lo que buscas en tu próxima lectura, no lo dudes, el entretenimiento está asegurado, pura cosecha Ken Follett.

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