«LA EDAD DE LA
INOCENCIA»
Edith Wharton (1920)
«(…) era un mundo de jeroglíficos
donde la realidad nunca se expresaba, ni siquiera se pensaba».
La
retirada de la película LA EDAD DE LA INOCENCIA
de Martin Scorsese de la plataforma Netflix, así como el reciente
centenario de su publicación, invita a comentar la novela homónima de la autora
estadounidense Edith Wharton (Nueva York, 1862 - Saint-Brice-sous-Forêt, 1937).
Según el propio Scorsese ha declarado,
eligió la novela como base de su película (sin duda, una de las mejores de su
notable filmografía) porque había sido una de las obras que más le habían
fascinado en toda su vida. El gusto literario del director no erró en este
caso: su autora fue la primera mujer en obtener el prestigioso premio Pulitzer,
precisamente por esta obra, y llegó a ser una de las más destacadas figuras de
la comunidad literaria norteamericana del París
anterior y posterior a la Primera Guerra Mundial.
HISTORIAS
DE NUEVA YORK
Edith Wharton, hija única de una rica familia
neoyorkina, vivió inmersa en la alta sociedad de la ciudad del último cuarto
del siglo XIX hasta su madurez. Cumplidos los cuarenta, tras un matrimonio
fallido y una dilata da experiencia en
diversas ocupaciones de ámbito artístico e interiorismo arquitectónico
desarrollará una brillante carrera literaria, convirtiéndose en una de las más agudas y críticas cronistas
de esa sociedad que tan profundamente conocía. Literariamente, se inscribe en
una "escuela" de autores (Henry James y Booth Tarkington, entre
otros) que se dedicaron a describir el nacimiento
de la sociedad capitalista de la costa este de los Estados Unidos
que comienza a gestarse, justo en el momento del despegue industrial del país,
a partir de la mezcla entre las viejas familias de la aristocracia financiera y
naviera con los recién llegados arribistas nuevos ricos, surgidos del impulso
industrial.
La
tercera persona en que se nos cuenta
la historia sugiere que ese narrador (objetivo) forma parte del mundo que
describe y muestra conocer tan bien, se presta a la fácil
identificación con la propia autora. Lo cual se ve reforzado por una
escritura que manifiesta el gusto por la exactitud
en las descripciones. Queda claro que su postura se basa, no en
una determinada posición política, sino en conocimientos
autobiográficos que la llevan a reivindicar el derecho a las
pasiones ilícitas y al lenguaje directo, frente a los principios consagrados
que impiden a los jóvenes vivir libremente sus vidas, algo claramente
incompatible con la distinción.
PASIÓN IMPOSIBLE Y MATRIMONIO (in)CONVENIENTE
Ese
es precisamente el tema del libro,
que muestra las vicisitudes de un joven cuyos sentimientos van a verse
divididos entre un matrimonio (in)conveniente,
desde el punto de vista social, con una muchacha adorable y una pasión imposible con la prima de ésta.
El
joven abogado, Newland Archer, hijo
de una adinerada familia que respeta las normas de su linaje, se presenta como
el prototipo masculino de esa sociedad neoyorkina de fines del siglo XIX. Está
comprometido con una muchacha de su misma posición social, May Welland, y quiere casarse con ella cuanto
antes. Pero, huyendo de un matrimonio infeliz, llega de Europa, como una ráfaga
de aire fresco que oxigena ese rancio decorado social, la prima de May, Ellen Olenska.
Newland queda fascinado por su belleza,
naturalidad y sencillez. El sentimiento amoroso progresa, al tiempo que su incertidumbre: ha de escoger entre el mundo
que conoce, ordenado y represivo, y la posibilidad de una nueva vida con Ellen, diferente e incierta.
EL AMARGO SABOR DE LA RENUNCIA
Estamos ante la historia de una aparentemente suave renuncia, que realmente disimula el fracaso que se esconde tras la vida confortable y el éxito social. En este sentido, la novela transmite un sentimiento de evocación de un tiempo perdido, en el doble sentido del término (seguramente la autora, instalada en París desde 1907, conocía la obra de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido): como irrecuperable tiempo pasado; pero también, y sobre todo, como recuerdo de una vida desperdiciada, cuyas ilusiones se han sacrificado en aras de una realidad social constituida de vanas apariencias. Vida que sólo se va a manifestar plenamente cuando, a las puertas de la vejez, Newlan perciba la irrecuperabilidad del tiempo perdido, y renuncie, ahora lúcidamente, a un encuentro tardío y seguramente fallido con quien una vez, de forma breve y pasajera, introdujo la pasión en su inalterable vida.
En
resumen, la obra relata cómo el calor de la pasión y el amor se enfrían en el
clima social que nos rodea y del que hipócritamente, como Newlan Archer, tratamos
de considerarnos como víctimas, cuando
en realidad no dejamos de ser cómplices.

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