«BASILISCO»
Jon Bilbao (2020)
«dejaría de ser una «joven
promesa de la literatura» que ya había pasado de los 40 y se convertiría en
un «escritor personaje». Sería como un escritor en un relato de otra
persona»
EL
UNIVERSO BILBAO
Dado
que en literatura está todo escrito, solo el desarrollo de una voz y un
imaginario propios (lo que dista de resultar fácil) logra evitar la monotonía y
la reiteración. Pues bien, Jon Bilbao (Ribadesella, 1972) parece haber
logrado ese objetivo de erigir un territorio propio. Consolidado como una
figura destacada del cuento español contemporáneo, ha conseguido, al mismo
tiempo algo extremadamente difícil, alcanzar igual maestría con sus novelas. En efecto, cuando publica BASILISCO (2020), aunque había abordado
otros géneros, como la novela (la juvenil, incluida), y profesado como
traductor literario, era reconocido sobre todo como cuentista, al que avalaban:
Como una historia de terror (Premio
Ojo Crítico 2008), Bajo el influjo del
cometa (Premio Tigre Juan 2010), Física
familiar (2014) y Estrómboli
(2017). Por otra parte, con Shakespeare y la
ballena blanca (2013) o El silencio y
los crujidos (2018) había intentado una combinación de formatos que,
intentando superar los límites del cuento, se abriera hacia la novela corta, la
autobiografía y el ensayo, siguiendo una mecánica, un metabolismo
particular de su concepto de relato.
Algo
similar intenta (y consigue) en Basilisco,
que, presentada como novela (a falta de otro apelativo, éste, que engloba desde
el punto de vista editorial, lo comercial, raro o elástico, puede valer),
aunque, en puridad, no lo sea, como tampoco es un libro de cuentos: se trata de
una obra que fluctúa
entre la sucesión de relatos, la novela y la revelación autobiográfica
(fingida, pues en realidad es autoficción). Sea como fuere, se trata de una forma
literaria original y heterogénea, que, retomando ciertos aspectos secundarios
apuntados en textos anteriores, combina
tradiciones y géneros, impregnados de referencias clásicas que se entremezclan
con la cultura popular, lo que la convierte en una de sus obras más singulares. Asentado en la frontera entre
géneros (y transitando entre varios) y bajo la carátula de la autoficción y el
western, intercalados
de forma tan original como inesperada, este ejercicio de ficción pone en
entredicho la realidad.
La
novela que se ha convertido en la primera entrega de una trilogía («Saga de John Dunbar») que
continuó con Araña (2023)
y que ha culminado con Matamonstruos
(2024), se
concibió, en un primer momento, como una obra independiente (y que, como tal,
fue elogiada por su delicadeza y profundidad). Sin embargo, el deseo del autor
de expandir el mundo que había creado llevó a que se transformara en el
comienzo de dicha trilogía.
Basilisco se estructura en ocho capítulos
autoconclusivos (caracterizados por tramas internas casi independientes del
resto), alternando los que acontecen en el presente, en California, Ribadesella
y Euskadi, y los que tienen lugar un siglo atrás (el pasado) en parajes del Oeste
(Nevada, Idaho o Montana.). Precisamente, la alternancia de capítulos y relatos
de dos líneas argumentales tan distintas puede parecer la mayor debilidad de
este arriesgado proyecto, pues, al carecer de una trama que ensamble todo, algunos
conflictos y ciertos personajes secundarios pueden parecer difuminarse o
resultar intrascendentes. Sin embargo, como veremos, precisamente esto resulta
ser su valor fundamental.
YO A
RIBADESELLA…
El
autor despliega espacios inhóspitos y escenas donde acumula toda la tensión de
la novela en una suerte de juego literario, donde maneja a sus dos
protagonistas como marionetas, superponiéndolos: Dunbar
como el alter ego
(resolutivo y macho) del personaje-autor
(remiso y con una masculinidad dubitativa); y ambos (como queda patente en el
capítulo quinto), a su vez, de Jon Bilbao (JB).
Pero
el desdoblamiento no se limita a los
protagonistas, algunos personajes secundarios, como la madre
del autor y La Araña, también forman
parte de ese juego de espejos. Juego que se amplía a sucesos y escenarios: las cuevas (la de Ribadesella y la de los mormones),
las riadas, los cementerios… En fin, un juego especular
presente-pasado, Norte de España-Lejano Oeste que genera una relatividad y una circularidad
vitales y narrativas de enorme atractivo.
JB desdobla esas dos líneas temporales, con puntos
de vista, registros y temáticas muy diferentes. La
primera, una serie de relatos sobre las relaciones familiares (con
patentes ingredientes de autoficción) de un escritor, residente en el norte de
España. Retoma los textos protagonizados por un narrador
subjetivo (en primera persona), que expone sus dudas existenciales y
literarias, mientras sobrelleva su vida de pareja junto a su mujer, Katharina
(personaje ya presente en otros libros), y sus dos hijos pequeños. Se trata de
un protagonista sin nombre,
hecho totalmente intencional, pues en el episodio de las abejas, cuando su jefe
en la refinería le pregunta: Oye, ¿tú eres…?,
se recurre a los puntos suspensivos para escamotear el nombre. Este personaje, patente alter ego del autor (puede que él mismo
en algunos pasajes), aunque guarde ciertas semejanzas con la vida del propio JB, no es él: No soy yo, no son narraciones
autobiográficas. Por suerte para mí, no me ha sucedido todo lo que le ha
sucedido a Jon, pero se ha convertido en una especie de alter ego mío. Esto
no ha sido planificado, pero hace casi 20 años empecé a escribir sobre este
personaje; no tenía nombre y estaba en primera persona, pero me habitué a
utilizarlo como canal para reflexionar sobre algunas cosas que yo tenía en la
cabeza y en ese recorrido le fui prestando algunos rasgos biográficos míos
hasta el extremo que ya nos llamamos igual y vive en la misma casa que yo, ha
estudiado lo mismo que yo y nos parecemos bastante.
Pues
bien, este protagonista, insatisfecho con su trabajo como ingeniero, se
traslada a California. Allí, conocerá
a Katharina, una chica alemana que acabará convirtiéndose en su mujer y madre
de sus dos hijos; y (por referencias) a John Dunbar, antepasado de la dueña del
rancho donde está invitado, muerto hace un siglo, con quien entra en contacto a
través de dos (quiméricas) narraciones orales proporcionadas por James, el
marido de la anfitriona. A partir de ahí este protagonista, va adentrándose en
un círculo de dolor, fracaso y melancolía, que lo llevan a rememorar momentos
de su vida especialmente significativos. Lector de Vidas
de los doce césares de Suetonio, vuelve a la casa de su infancia en Ribadesella: Siempre me he sentido de aquí;
de la casa, no del pueblo. Y vuelve porque allí vivía cuando aún no
existían Katharina y los niños, de forma que volver a esa casa (espacio
telúrico y axial de la trilogía) supone para el personaje borrarlos y exorcizar
el divorcio, la pérdida y la separación. Y junto a la casa, la cueva: Al cruzar la verja, lo primero
que se ve es una cueva. (…). De niño, era uno de mis rincones de juego
favoritos, aunque muy sucio. De aquí surgieron muchas de mis fantasías y
miedos, así como parte de lo que he escrito.
…TÚ AL OESTE
A
la vez despliega, en paralelo y mediante un narrador
(no siempre) objetivo (en tercera
persona), la segunda ficción situada en el Oeste
americano, escenario ya frecuentado en otros títulos del autor, pero hasta aquí
nunca desarrollado de forma tan directa y principal: las andanzas de John Dunbar, por un Oeste esquemático,
arquetípico y, sorprendentemente, muy particular, que configura un wéstern no
precisamente crepuscular, como a veces se le ha (erróneamente) calificado.
Quizá por ello y contra todo pronóstico, la trama del Oeste no cae en la
falta de naturalidad, ni resulta forzada. La presentación del personaje, que
lleva muerto más de un siglo, tiene lugar, como se ha visto, en una visita a un
rancho en Estados Unidos: así, JB entrelaza
la historia del escritor-protagonista con la de Dunbar a través de capítulos
autoconclusivos que van alternando la vida de uno y otro, el pasado y el
presente, aunque con un lazo común.
Pese
a lo que se pueda pensar, John Dunbar no debe su nombre al capitán de
caballería protagonista de Bailando con lobos (1990), encarnado por Kevin Costner, sino a
un individuo que, durante una estancia en Estados Unidos del autor, echó a JB de su propiedad, cuando movido por la
curiosidad pretendía contemplar una casa que, situada al lado de la carretera
por la que pasaba y aparentemente abandonada, llamó su atención, y cuyo nombre
pudo leer en el clásico buzón americano de la propiedad cuando se iba. Así nominó
a este errabundo, huraño y violento trampero, buscador de plata, veterano de la
Guerra de Secesión y pistolero ocasional, que encarna lo más genuino del Lejano
Oeste.
Presentado
originalmente como un hombre de gran estatura, (se dice que mide siete pies,
2,13 m., como el juez Holden en Meridiano de
sangre de Cormac McCarthy y Kurtz
de El corazón de las tinieblas de
Joseph Conrad), resistencia y valentía (rasgos similares al Hakan de A lo lejos, de Hernán Díaz, obra que
tradujo precisamente JB); durante la fiebre
del oro se establece en Virginia City, para, poco tiempo después, deambular por
Arizona y Colorado, como guía de una expedición paleontológica que busca
fósiles, hasta el territorio de los mormones (Utah);
tras lo cual será capturado por una banda de asesinos que destroza los
cadáveres de sus víctimas sin un motivo aparente; para, finalmente, aparecer
instalado en una aislada cabaña en Idaho (guiño
a un giro argumental de la segunda entrega: formaría parte de esos relatos
incrustados en la trama, como el de isla griega). Sus únicos objetivos parecen
ser la serenidad y la soledad.
EFECTO MATRIOSKA
Así, mediante estos dos hilos narrativos alternativos, entrelaza la historia de la vida de clase media del escritor en Ribadesella con las peripecias de Dunbar a través de capítulos independientes y sin relación evidente, hasta un capítulo culminante (el quinto: Hombres enfadados o sobre el insólito destino de los supervivientes de la expedición Drummond), donde todo se aclara a través de la metáfora. Tal revelación desplegada en unas páginas densas y precisas, trufadas de imágenes, en las que mediante la técnica formal de colocar una copia de una imagen dentro de sí misma (forma fractal de metaliteratura), de manera análoga a las muñecas rusas (matrioskas), propone una sugerente exposición del oficio de la escritura y sus implicaciones.
Si
bien el primer hilo del argumento carece de la acción del segundo, la capacidad
de JB para plantear, con tramas mínimas (una
maqueta de avión que acaba en un cementerio; el regreso a la vieja casa
familiar…), el uso de la narración subjetiva (primera persona) y el magistral
empleo de la elipsis, los graves conflictos existenciales (desamor, cobardía.
separación…), determina que esos relatos, junto a la áspera descripción de los
errores e inseguridades del narrador, se constituyan, desde mi punto de vista, en
lo mejor de la obra, por su poética naturalidad y la precisión en el manejo del
lenguaje; pues, a partir de un trabajo artesanal de la palabra bosqueja esos temas
con enorme atractivo (y, a veces, extrañeza).
Por
las historias pasa un buen número de personajes
secundarios: góticos, tramperos, antiguos profesores, buhoneros,
padres y madres, maleantes, profesores universitarios, usureros, pistoleros,
amigos de la infancia, exploradores y creyentes fanáticos… Entre ellos destaca
el personaje de Clement,
el dibujante de la expedición arqueológica de los hermanos Drummond, a quien se debe una aguda reflexión
sobre las obras de Shakespeare donde los malos hablan mucho, mientras
que los buenos suelen ser callados. Significativamente, en Basilisco el protagonista-narrador de la
actualidad resulta ser un tipo callado (aunque ofrezca un prolongado soliloquio
al lector), con muy poca conversación tanto con su mujer, como con los otros
personajes; mientras Dunbar, el protagonista de la historia del pasado, es
todavía más callado, aunque mucho más expeditivo.
Especial
mención merece la pujante presencia la Araña,
un personaje misterioso, de presunta maldad, que se erige como símbolo y como
tótem: una figura aracniforme y aterradora en el relato del presente; una
presencia humana y vandálica en el relato del pasado. Destaca, en este sentido,
el brutal episodio del rito chamánico por el cual La
Araña convierte a Dunbar en El
Basilisco.
SOBRE EL
OESTE DE JON BILBAO
Basilisco se ha calificado, sin serlo, como novela
western con toques metaliterarios, quizá porque buena parte del éxito
de público y crítica logrado se deba al personaje, ya icónico, de John Dunbar y
a sus aventuras. Porque JB reúne los
elementos prototípicos del wéstern (fiebre del oro, indios, emboscadas,
Caballería…) a partir de una concienzuda documentación y un encomiable manejo
de la acción, consiguiendo una narrativa dinámica y áspera, muy a tono con la
trama. Además, introduce algunos ingredientes fantásticos y metaliterarios que
enriquecen el texto, tanto por la sorpresa que generan, como por su encanto narrativo.
No en vano, tradujo A lo lejos, la
sorprendente novela del oeste y finalista del Pulitzer, con la que Basilisco comparte el intento de crear un protagonista
nuevo, alejado del héroe del wéstern clásico o del antihéroe del spaghetti
western o el wéstern moderno.
JB sintió desde muy pronto la atracción por
este territorio narrativo, aunque
tenía claro que deseaba evitar caer en la reproducción de los arquetipos
de ese universo (principalmente el de la masculinidad idealizada). Para crear un
universo narrativo posmoderno propio tuvo que documentarse y realizar
algunos viajes al verdadero Far West. Así, a partir de la plantilla del western
clásico, crear su propio Salvaje Oeste:
He usado esa plantilla narrativa previa para hablar de los temas que a mí me
interesaban. No he tratado de emular ni los westerns de John Ford ni los de
Howard Hawks, sino escribir el salvaje oeste de Jon Bilbao. Su afición por
el Oeste nació a través de los cómics que leía de niño. Su atracción por esos
paisajes exóticos se fortaleció con las películas de John Ford y los
clásicos cinematográficos del género, y se completó con las novelas que leyó
siendo adulto: Muchos de los clásicos
cinematográficos son adaptaciones literarias (…), y las obras originales, en
muchos casos, eran superiores a las películas. Concretamente para esta obra, elige como referente dos
clásicos literarios: El hombre que mató a
Liberty Balance, de Dorothy M.
Johnson, y Centauros del desierto, de Alan Le May (ambas llevadas al cine por John Ford). Sin obviar
dos referencias que parecen estar en la base del personaje de Dunbar. Una, también
literaria: El pistolero de Las tierras
baldías, primera entrega de La Torre
oscura, de Stephen King. La otra, fílmica: el Hombre sin nombre, encarnado por Clint Eastwood, en la Trilogía del Dólar, de Sergio Leone: Cuando
apareció hace ya tres libros, era un personaje muy genérico, el típico protagonista
masculino de este tipo de narración, muy físico, parco en palabras, resolutivo,
violento, esquemático. Era intencionadamente arquetípico (…). Al principio de
su recorrido era imposible empatizar con él porque era algo que lindaba con la abstracción…
EL
NARRADOR QUE NARRA…
El
resultado es que el universo Jon Bilbao
es peculiar y reconocible, algo a lo que contribuye su estilo, caracterizado por una prosa
poderosa, desnuda y perturbadora (muy anglosajona); potenciada por puntos y
aparte muy calculados o diálogos sin marcar (sin rayas, ni comillas), que busca
plasmar solapadamente una realidad objetiva en la que el
narrador parece no involucrarse, pretendiendo ser simplemente un testigo
o un espectador circunstancial.
Así,
se narran en tercera persona acontecimientos de hace más de un siglo que tienen
como protagonista a Dunbar, mientras en los otros momentos se vuelve al
presente con el otro protagonista, quien narra en primera persona episodios de
su vida. JB intercala ambos tipos de
narradores para establecer una distancia
con respecto a esa historia lejana, porque es otro quien la cuenta (desde una
perspectiva general) para que el lector lea más allá (de las
peripecias de Dunbar en el Oeste).
Los
narradores desarrollan las descripciones y se adentran en la psicología de los
diversos personajes, caracterizándolos con precisión. La utilización de frases
telegráficas en la narración y los diálogos no impide el desarrollo en
profundidad de la identidad de los dos protagonistas en este viaje literario en
dos tiempos a través de varios espacios (Estados Unidos, Grecia, Bilbao,
Asturias): sobre ambas líneas temporales circula el inexorable paso del tiempo
en una villa asturiana y en el alma atormentada de un hombre.
Igualmente
se muestran los diarios de algunos personajes y la religiosidad peculiar de
algunos expedicionarios del pasado, buscadores de lo imposible. Una religión,
además, arraigada y de prácticas muy ortodoxas. La prehistoria, la ciencia y la
religión coinciden en una historia donde se moldean y adulteran leyendas cuando
estas pasan de una boca a otra a través del espacio y el tiempo.
Aunque
hay escenas que se cierran por sí
solas (autoconclusivas), todas ellas se entrelazan para tejer la historia de
esta novela casi circular, en la cual, al final, se unen los hilos.
DE LA
DESAZÓN Y OTROS TEMAS
Por
eso Basilisco es mucho más que un wéstern
(muy poco convencional). Aquí las narraciones se entrelazan como matrioskas, con una historia
albergando a otra en su interior. Las bandas de perseguidores por el Lejano
Oeste se unen a la capacidad de lidiar con los hijos pequeños de la
actualidad, creando una ligazón de dos épocas cruzadas y explorando de paso la
paternidad y la responsabilidad de cada individuo con sus padres y con sus
hijos. En efecto, la familia y las tensiones que se
generan en ese núcleo íntimo es otro de los temas presentes, tanto en los
relatos de Dunbar, como en los de su autor
y alter ego en la actualidad. JB también
indaga en la mente humana más allá de sus límites, así como en la conexión entre
el pasado y el presente, tocando de manera sutil una especie de «ciencia
ficción metaliteraria».
No
obstante, el tema general de sus historias es la desazón,
con dos posibles variantes: una, la que confronta al ser humano civilizado a
las fuerzas indomables de la naturaleza, ante las que tiene mucho menos poder puede
bastante menos del que presume su arrogancia (en los cuentos de JB abundan las personas perdidas en páramos, excursionistas que enfrentan
graves dificultades, maestras aisladas; y, aquí, encontramos a un padre a la
deriva en el mar, que pierde el flotador de su hija); y otra, tal vez reverso o
prolongación de la anterior, que opone al hombre cuerdo a los miedos que
subyacen a su supuesta normalidad, los recuerdos soterrados, el pasado bordeado
de simas, la pesadillesca periferia que se abre más allá de la cotidianeidad. De hecho, la maldad no es elemento determinante en
esta historia, sino los tormentos que atenazan a algunos de los personajes
principales, pues varios arden en su rabia sin llegar a consumirse.
Por
todo esto, y mucho más que se podría añadir, cabe recomendar Basilisco como una excelente lectura y un
original paso adelante de un autor en estado de gracia desplegando un
territorio particular: aquel que el protagonista
sin nombre del último relato acomete al adentrarse en la arcaica cueva
de su infancia, ajeno a las maravillas que esperan tras el barro, la oscuridad
y lo desconocido.
Sorprende
que a estas alturas Jon Bilbao no goce de
mayor prestigio, quizá se deba al tipo de ficción que practica, que a menudo
(ya desde su novela inicial, El hermano de las
moscas de 2008) se ha movido entre géneros y registros (fantasía,
terror, ciencia ficción…) al margen de las líneas mayoritarias y convencionales
de la narrativa actual, que le han valido unas críticas casi siempre
comedidas y muy poco ajustables a la obra de uno de los mayores cuentistas y (ahora
ya, sin duda) novelistas españoles, si no uno de los mayores escritores en
general.
«Si John Dunbar no hubiera contado con la visión duplicada que le permitía ver a través de sus ojos a la vez que se contemplaba desde el exterior, nunca habría comprendido lo que sucedía. Ya no estaba dentro de un hombre, sino de dos, como en un juego de matrioskas»

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