«REENCUENTRO»
Fred Uhlman (1971)
En
efecto, Fred Uhlman (Stuttgart,
1901-Londres, 1985), de origen judío, abandonó Alemania en marzo de 1933, poco
después de que Hitler fuera nombrado canciller. Residió un tiempo en París y
posteriormente en España (en Tossa de Mar), de donde también escapó al estallar
la Guerra Civil para, tras regresar unos meses a París, llegar a Londres; donde
fundó el Artist’s Refugee Comittee y la Free German League of Culture,
entre cuyos miembros se contaban Stefan Zweig y Oskar Kokoschka.
En 1971 publicó Reencuentro, y en 1985 su réplica, Un alma
valerosa (la historia contada desde el punto de vista por el otro
protagonista).
AMISTAD
ADOLESCENTE EN EL HUEVO DE LA SERPIENTE
Parte
de un planteamiento muy sencillo: dos jóvenes de 16 años son compañeros de
clase en una misma escuela de enseñanza media. Todo empieza cuando Konradin Hohenfels llega a la escuela del
judío Hans Swartz, que queda
impresionado tanto por la elegancia y distinción de su nuevo compañero como por
el renombre de su apellido (los Hohenfels eran
una de las más antiguas familias de Europa).
Con
ese pretexto, la historia comienza mostrando como a todos los jóvenes del
colegio (judíos y no judíos), les une el desprecio hacia el pobre y el débil, revelando
claramente el ambiente de la Alemania de entreguerras e indicando que el
clasismo-racismo y la crueldad está siempre latente bajo la idea de que el
otro es un ser inferior al que puede someter.
Hans y Konradin
se hacen amigos gracias a un fortuito encuentro un día tras el colegio, en el
cual con la intención de saludarse por educación pasan a tratar otros temas y
descubren puntos en común: a partir de aquel día se hacen inseparables.
Pero, un año después, todo terminará entre ellos. Hans lleva a Konradin muchas veces a su casa y se
lo presenta a sus padres; Konradin aunque también lo lleva a la suya, pero sus padres nunca se
encontraban allí en el momento de la visita. Aunque ambos vivían al margen de
la política, en la que no estaban verdaderamente interesados, un día en el que
Hans acude invitado a la ópera, ve a su amigo de lejos, pero este aparenta no
conocerle. Tal acción les enfrenta, al día siguiente, en el colegio; y aunque Konradin intenta justificarse alegando
que siempre ha defendido aquella amistad pues sus padres se oponían a que él, un
noble hijo de unos simpatizantes nazis, fuese amigo de un chico judío.
Momento en que se muestra el paso de ese racismo y crueldad
latentes a su manifestación creciente y sin paliativos. A partir de ahí, aunque
siguen saliendo juntos, la relación va decayendo hasta que, en 1933, tras el
ascenso de Hitler al poder, Konradin entra a formar parte de las fuerzas armadas nazis, mientras Hans parte hacia el exilio.
Justamente
cuando sus padres resuelven enviarlo a Estados Unidos con unos parientes y
antes de irse, Hans recibe una carta de Konradin que, aunque le da ánimos, le expone lo
necesario de la situación, razonando que, aunque resultara imprescindible que
Hitler hiciese una depuración entre los de su raza, estaba convencido de que él
podría volver algún día por ser uno de los judíos cuya valía personal podía ser
admirada por cualquiera.
Tras
la marcha de Hans, sus padres se verán
empujados a suicidarse. Y tan sólo muchos años después, instalado ya en Estados
Unidos, donde intenta olvidar el siniestro episodio que los separó amargamente,
Hans reencuentra, en cierto modo, al
amigo perdido.
NOVELLA EN PRIMERA PERSONA
Se
trata de una sutil novella (novela
corta: término medio entre el cuento y la novela), forma narrativa que destaca
por su sencillez y su estilo directo, relatada en primera persona (narrador subjetivo), se estructura en 19
capítulos enumerados (sin título). Internamente sigue una estructura lineal cronológica: desde la madurez presente
se recuerda el pasado de aquellos
años de adolescencia entre los 16 y los 18 años. En
breves ocasiones se regresa al presente para enfocar algún asunto, por ejemplo,
cuando se incluye un párrafo para analizar el estado de ánimo del narrador en
el mismo proceso narrativo (incluso después de treinta años creo que no se
trata de una exageración.); o se salta hacia el futuro (El vendaval que
había empezado a soplar desde el Este también alcanzó a Suabia. Aumentó de
intensidad hasta adquirir la fuerza de un tornado, y no amainó hasta que,
aproximadamente doce años más tarde).
Mientras
que el presente está situado en Nueva York,
los hechos del recuerdo se desarrollan en la ciudad alemana de Stuttgart,
en la que se ubican localizaciones como, la escuela de Karl
Alexander Gymnasium; la casa de los Schwarz
y la mansión de los Hohenfels; o la ópera; juntos a otros
lugares emblemáticos en la amistad de los muchachos son: la Selva Negra, el lago
Constanza, el Hegau o la mansión del poeta Hölderlin.
La
historia, que comienza en febrero de 1932
y finaliza 30 años después, supone un retorno, con algunos elementos autobiográficos y una gran fuerza lírica, a
una época histórica convulsa en la que surgieron y triunfaron los totalitarismos europeos (con su carga de furibundo
antisemitismo y agresivo militarismo) y se gestó la Guerra.
LOS AMIGOS
Y SUS CIRCUNSTANCIAS
Buena
parte de la fuerza del relato gira en torno a la caracterización de los dos
protagonistas, personajes tan similares y a la vez antepuestos por las
construcciones sociales que se vivieron en la Alemania de entreguerras. Hans Schwarz (la voz narrativa), hijo de un médico
judío, nieto y bisnieto de rabinos, y descendiente de un linaje de pequeños
mercaderes y traficantes de ganado, vive con sus padres en Stuttgart, en los años previos a la segunda Guerra
Mundial. Allí asiste a las clases de la prestigiosa Karl Alexander Gymnasium.
Con una idea romántica de la amistad y de las relaciones personales, no percibe
inicialmente la realidad del mundo que le rodea. Konradin
von Hohenfels, miembro de la ilustre familia suaba de los Hohenfels, que
había estado ligada desde siempre a la más alta nobleza y los emperadores
germanos, comparte escuela con Schwarz, con
quien inicia en 1932, como se ha visto, una profunda amistad. Mucho más
realista, a pesar de pertenecer a una aristocracia de rancio abolengo, percibe
con mayor claridad la repercusión de todos los acontecimientos sociales y
políticos que les rodean.
Junto
a ellos toda una serie de personajes secundarios
ayudan a dar el tono y la panorámica de la sociedad
alemana del momento. Por una parte, en el ámbito
familiar, tanto los padres
de Hans, como los de Konradin, sirven de contrapunto social e ideológico a la
amistad de ambos: su presentación se realiza de forma muy diferente, pues
mientras los señores Schwarz, en
consonancia con el punto de vista del narrador, es mucho más cálida y
entrañable, mientras que los Hohenfels,
aparecen representados con mayor frialdad y distanciamiento.
Por
otra, en el mundo escolar, destacan
tres personajes perfilados con muy pocos detalles sirven para evidenciar la
caracterización del profesorado: Herr Zimmerman (el profesor de Literatura, a
quien sus alumnos desprecian porque
era afable y bondadosos y porque olía a pobreza); Max Loehr (el profesor de Deporte, conocido Max
Músculos, quien, pese al desprecio generalizado de aquella época hacia la
Educación Física, intentaba el desarrollo corporal de sus alumnos ); y, frente
a ellos, Herr Pompetzk (el nuevo
profesor prusiano de historia que llega a la escuela a mediados de septiembre
del segundo curso del relato y que explica los acontecimientos recientes desde
la perspectiva nazi). Otro tanto pasa con el
alumnado, entre el que destaca el Caviar
de la clase, tres muchachos (Reuter, Müller y Frank) con afanes culturales (teatro, ópera,
poesía y narrativa, psicología…) que no alternan con nadie; así como Bollarcher y
Schulz, esos compañeros de clase, que
encarnan el giro racista que la sociedad toma hacia los judíos con el
advenimiento del nazismo.
Mención
especial merece la familia Bauer, vecinos de los Schwarz, compuesta por los padres,
un hijo de 12 años y dos niñas de 4 y 7. Los hijos mueren en el incendio de su
casa, hecho que produce una profunda crisis religiosa en Hans y desata la
profunda reflexión sobre la impresión de la muerte, más intensa y sentida ante
la de un conocido que ante la de un millón de lejanos desconocidos. Mas todo
eso eran simples abstracciones: números, estadísticas, información. Era
imposible sufrir por un millón de personas.
UNA PERLA
NARRATIVA
Emocionante
pero medida y alejada de cualquier sentimentalismo,
la narración muestra una incitante cualidad musical
y lírica. La prosa, acorde con
la educación del narrador, adopta un registro
culto, caracterizado por un vocabulario
preciso y escogido. Destaca la variedad de sinónimos
y los juegos semánticos con términos del
mismo campo (Yo no vi el incendio ni oí los alaridos de la criada y la
madre. Sólo me enteré al día siguiente, cuando vi las paredes ennegrecidas, las
muñecas incineradas y las cuerdas chamuscadas del columpio que colgaban como
serpientes del árbol achicharrado). Resulta igualmente remarcable el gusto
por la comparación (días y años, muchos
de ellos tan muertos como las hojas mustias de un árbol seco) y las descripciones, sobre todo de los paisajes
suabos y de las habitaciones quizás influido por su faceta como pintor. (Llegó
la primavera y toda la comarca se convirtió en un macizo de flores, flores de
cerezo y manzano, de peral y melocotonero, al tiempo que los álamos adquirían
un color plateado y los sauces el amarillo limón).
De
hecho, el tipo de elocución predominante es la
descripción: apenas aparece el diálogo (sólo en estilo directo en
algunos episodios claves, como cuando Hans
pide explicaciones a su amigo por su comportamiento en la ópera –cap. 15–) y la narración es tan detallista que en
numerosas ocasiones adquiere carácter descriptivo: así, el retardado detallismo en la narración final, gracias al cual
la tensión aumenta para estallar en la última línea de la novela y hacernos
reelaborar la comprensión que habíamos ido elaborando. Los 7 últimos párrafos constituyen una lección
magistral de técnica narrativa. Uhlman desecha
su gusto por la descripción y la adjetivación, y adopta un estilo ágil, en el que abundan los verbos en pretérito perfecto simple. Las
vacilaciones del narrador aparecen relatadas con tal precisión que obligan a incrementar
la velocidad lectora para conocer lo antes posible el destino de Konradin. De este modo, el lector participa en el propio
proceso creador (o recreador) de la novela, compartiendo la misma curiosidad-ansiedad
del narrador.
BREVE, NO SIMPLE
Desde
luego no se trata de una novela más en torno al nazismo, puesto que el autor
ofrece una obra protagonizada por unos jóvenes que disfrutaban de la inocencia de la edad. Unos jóvenes cuyas
familias, cuya posición les permitía (en distinto grado) poder llevar una vida apacible
y formarse en una institución de élite. Unos jóvenes de 16 años, que, como
tantos otros en aquel momento, solo se preocupaban y hablaban de las cosas
propias de su edad, y que todavía no eran muy conscientes del cambio que se estaba
produciendo en sus vidas. En poco más de cien páginas se plantea la concepción
de una relación, se contempla el nacimiento de la Alemania nazi y la consiguiente
radicalización de su sociedad. El relato explora el preludio al genocidio en
ciernes desde la perspectiva adolescente
y expone de crudamente el inicio de la situación que vivieron miles de judíos
en un corto lapso de tiempo. Como se vieron señalados, perseguidos y expulsados
por el propio entorno que pocos meses antes constituía su propia comunidad. En
pocas páginas se ilustra la fragilidad de las relaciones humanas cuando
fuerzas poderosas que escapan a su control condicionan su vida.
La
novela retrata de la amistad como
sólo puede concebirse en la adolescencia,
cuando los amigos constituyen el eje de opiniones y gustos. Como tales
adolescentes, permanecen ajenos a lo que sucede en su entorno, incluso cuando
comienzan a verse afectados. Porque uno de ellos era judío, y eso se dejaba
notar en el trato: el autor adopta perfectamente la mentalidad propia de la
edad de sus protagonistas personalizando gestos que debieran haberles alertado.
El
libro trata al mismo tiempo de la adolescencia
y del sentido
de la amistad (cómo dos chicos completamente diferentes llegan a ser
amigos, y cómo tal amistad transciende a través del tiempo), pero también de la educación alemana en la época, de los hijos
de la burguesía, del descubrimiento de la cultura y el conocimiento, y quizás
sobre todo ello, de la autenticidad y del sentido de la vida y la existencia.
Habla
también de la soledad, punto de
partida que une a estos dos jóvenes. Hans ve
en Konradin la oportunidad de disfrutar por
fin de la compañía de un amigo, porque se da cuenta de que al joven aristócrata
también le envuelve la soledad. Amistad que plantea, a medida que se
desarrollaban los capítulos, una interesante cuestión: ¿Es posible poseer un ideal de la amistad como se posee una imagen ideal del amor? En esos momentos de
la vida, en la que se define la personalidad, la amistad está muy cerca del
amor: de hecho, las páginas en que Hans
manifiesta su concepción de la amistad podría ser una declaración de amor.
Otro
punto, relacionado que destaca especialmente la novela, es cómo actúa la mente
ante aquellas personas que desprenden una cierta autoridad innata,
cómo las personas suelen verse subyugadas por esas personalidades que las
arrastran. Caso de la admiración de Hans por
Konradin; como, por otra parte, de la tremenda
impresión que experimenta Konradin (y tantos
otros) ante Hitler.
También
está muy presente la familia, que marca el futuro de ambos personajes en
los acontecimientos que se avecinan y que influirán, por su origen, de manera
muy distinta en uno y otro. La
familia del protagonista es judía, aunque bascule entre el ateísmo y el agnosticismo,
antisionista (Mi padre aborrecía el sionismo. Esa sola idea le parecía
demencial), burguesa y culta. Mientras que la de Konradin es una familia aristocrática, vinculada a la historia de
Alemania, y con los prejuicios de su estatus social: estimación de su significación,
conciencia de su papel en la historia alemana, respeto por las normas señoriales…
En fin, cada uno de ellos se ve abocado al futuro de su familia (clase y raza):
el éxodo para el judío y el enrolamiento en la Wehrmacht para (servir
y engrandecer Alemania) el aristócrata. A ambos les alcanzó el futuro antes de
que se dieran cuenta. Y treinta años después ese futuro propició su reencuentro.
«La política era cuestión
de adultos y nosotros debíamos resolver nuestros propios dilemas»

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