jueves, 24 de octubre de 2024

SEDA

 

«SEDA»

Alessandro Baricco (1996)


«Era, por lo demás, uno de esos hombres que prefiere
asistir a su propia vida y consideran improcedente cualquier aspiración a vivirla»


OBSCURO OBJETO DE CONTROVERSIA

Al iniciar esta reseña de SEDA (1996) de Alessandro Baricco, me asalta el recuerdo de una estancia en 1998, con un Proyecto Comenius, en Turín, cuando una colega italiana, lectora avezada, me preguntó por qué esa novelita, que es más bien un cuento largo o una novela corta (novella), había tenido en España tanta aceptación (bastante más de la que tuvo en Italia). Lo que me lleva a considerar que cuando se habla de esta obra suele decirse o bien que se trata de un libro genial, una delicadez literaria (por ejemplo, Vargas Llosa la calificó de historia misteriosa, lacónica, perfecta); o bien que no deja de ser un cuento sobrevalorado, insoportablemente simple y noño (catalogándola, junto a su autor, de bluff).

La verdad es que podría leerse como una novella surrealista y onírica, pues su estilo poético, sutil y sencillo describe personajes irreales y paisajes poco convencionales que encantan o desesperan, dependiendo de quién la lea y cuándo. Llegados a este punto parece indicado intentar hacer un balance crítico de tan controvertida obra.

Para ello será oportuno comenzar por prestar atención a su igualmente polémico autor. Aunque muchos críticos reconocen a Alessandro Baricco (Turín, 1954) como uno de los grandes creadores italianos contemporáneos, otros tantos (entre ellos, el artista Daniele Luttazzi o el crítico literario Giulio Ferroni) lo consideran uno más de esos autores de lectura fácil y conformista (un fraude, vaya). Baricco es un escritor multifacético, hiperactivo y un tanto histriónico: además de novelista (City, Sin sangre, Océano mar –ganadora del prestigioso premio Viareggio– y Esta historia), también es actor, dramaturgo, ensayista, guionista, crítico musical (en La Stampa y Repubblica), organizador de talleres de narración y, en los noventa, presentador televisivo de Pickwick (popular programa sobre libros).

TRAMA SUTIL (COMO LA SEDA)

En cuanto a la historia, contada por un narrador objetivo (en 3º persona) omnisciente, se desarrolla en un pueblo francés, Lavilledieu, en el siglo XIX. Allí vive el protagonista, Hervé Joncour., encargado de la industria local de la seda y felizmente casado con Hélène. Las sucesivas epidemias que diezman los gusanos de seda en Europa, exigen buscar una solución para salvar el negocio y la economía local: en este caso, a través de la compra de huevos sanos en otro país, lo que conduce a Hervé a un peregrinaje a través del Mediterráneo, hasta Siria y Egipto. Paso previo a un viaje que le lleva hasta Japón, donde se produce la seda más bella y pura. Viaje doble (como suele ocurrir en las fábulas): físico, pero también interior (de autodescubrimiento y, por tanto, de ida, pero no de vuelta). Allí, en un Japón aislado (había restringido el contacto comercial con el extranjero), en una colonia de contrabandistas en la que su propia vida corre peligro, Hervé conoce a una misteriosa joven de rasgos occidentales, que pertenece al contrabandista Hara Kei, y que desliza en la mano de Hervé un papel con ideogramas japoneses cuyo significado no entiende.

En un prostíbulo de Nimes, Hervé encuentra a una joven japonesa que le traduce la nota, que le sorprende y perturba por su brevedad y apremio: «vuelve, o moriré». A partir de aquí, su vida cambia de forma radical. Gracias a esos continuos viajes (hará cuatro viajes) el negocio se mantiene y Hervé incrementa su riqueza; pero ya no son los negocios los que los motivan, sino su obsesión amorosa por la chica: pese a que en Japón la situación se hace cada vez más insostenible y peligrosa debido a una guerra civil (entre gobierno y rebeldes), el indeciso Hervé toma, por primera vez en su vida, una decisión que lleva hasta sus últimas consecuencias: viajar a Japón y comprar los huevos pase lo que pase. Una vez allí, encontrará el campamento contrabanista destruido (descrito como «el fin del mundo»). En el último viaje las cosas no salen bien, Hervé pierde las larvas y sin ellas peligra la economía de Lavilledieu.

Especial interés en esta trama tienen los tres mensajes de amor enviados por la misteriosa joven a Hervé: el primer papel con el categórico mensaje; el niño que guía a Hervé por la selva tras el campamento de contrabandistas; la extensa carta que llega meses tras regresar a Lavilledieu de su último viaje. Cada mensaje se revela más sorprendente. El segundo, que aparentemente es un mensajero, Hara Kei (al descubrirlo) lo considera un mensaje humano (y, por eso, ajusticia al niño). El último comunicado, escrito también con ideogramas japoneses y traducido por la joven de Nimes, supone una culminación sexual prolija en detalles, al tiempo que una despedida definitiva. En este punto el relato se mueve de las leves interacciones eróticas a las expresiones más explícitas de las artes amatorias, lo que contrasta con el resto del texto, que mantiene un tono sereno y sutil.

A partir de esta carta, Hervé pasa de la obsesión a la locura. Tres años después Hélène fallece a causa de una enfermedad incurable y Hervé acaba descubriendo la clave de ese último mensaje, cerrándose el ciclo. A partir de este momento la vida de Hervé casi carece de importancia, y se describe con mayor levedad que todo lo anterior.

EJERCICIO DE ESTILO

La obra (que como se ha dicho, puede considerarse novella o cuento largo) se desarrolla en 65 capítulos breves, que no tienen una longitud predeterminada: el más corto se limita a un párrafo y el más largo se despliega en un par de páginas (cada capítulo se despliega en unas pocas pinceladas, solo las necesarias: a veces una sola frase sirve para cerrar). Llama la atención que la escritura en los capítulos se inicia a media página, con un gran margen superior en blanco, algo más propio de los libros de poesía que de los de narrativa.

Otro aspecto que llama la atención es su estilo, que pretende alejarse de la narrativa tradicional, acercándose más al lenguaje de la poesía. Baricco pretende todo un ejercicio de estilo, intentando, mediante frases cortas, sencillas, descriptivas, cortantes y sugerentes (dice más por lo que sugiere que por lo que muestra explícitamente) crear una atmósfera emocional, una sensación melancólica y hasta onírica (próxima a la poesía en prosa). Prescinde de los diálogos y descripciones detalladas. Juega con la indefinición, más bien escatima la información, hasta el punto de que argumentalmente deja cosas sin explicar, bien sea por descuido o bien porque la obra se supedita a una intencionalidad sensitivo-poética. Todo lo que no se dice explícitamente, esos huecos silentes, pretenden generar misterio.

Sea como fuere, son tantos los silencios y sutilezas de Baricco que el lector ha de rellenar el desarrollo argumental. Aquí se manifiesta con especial intensidad la obsesión del autor por las formas literarias, sometiéndose al riguroso ejercicio de contar todo con la menor cantidad de palabras posibles, aunque sin perder profundidad y sensibilidad. Hasta el punto de que parece que cambiar una sola palabra hubiera dado como resultado un libro distinto (lo cual indica la dificultad de la traducción).

Tal parece que se pretende crear una dimensión simbólica y metafórica, que transcienda la anécdota y se convierta en una reflexión sobre el sentido de la vida. Símbolos no faltan a lo largo de la obra. Uno de los más importantes es el representado por los pájaros y las jaulas. Los pájaros escapan de las jaulas de Hara Kei, pero éste es consciente de que volverán, porque es difícil resistirse a la tentación de volver; y efectivamente, días después Hervé pasa frente a las jaulas y comprueba que están cerradas y llenas de pájaros, que vuelan protegidos del cielo. Algo parecido es lo que le ocurre a Hervé con Japón, que es su jaula particular, a la que necesita volver cada año para sentirse protegido. Más adelante Hervé tratará de construir jaulas en su jardín, para crear un simulacro del ambiente que vive en Japón.

También el cierre, la sensación circular que suscita la novela, y la seda como eje (y estilo: su suavidad): fondo y forma se identifican a través de la seda; no solo Hervé se dedica a comerciar con los gusanos, todo en el libro es suave como la seda. El estilo ayuda a crear ese efecto, puesto que la prosa se diluye como seda entre los dedos.

TONO DE FÁBULA

Pero, quizá la principal característica de la obra sea su tono fabulístico, pues no deja de ser un cuento adulto por su trasfondo existencial y erótico. Tono de cuento que consigue con la explotación de algunos elementos: la repetición y variación como elementos estructurales; el tratamiento de unos personajes arquetípicos; la astucia y la riqueza como subtemas; y el exotismo de una tierra lejana.

Una de sus características más destacadas es la estructura narrativa, basada en la repetición y la variación. Cada capítulo introduce algún elemento nuevo o diferente, que pretende modificar el sentido o la emoción de la historia, con objeto, supuestamente, de remedar una composición musical o un poema. Así, la descripción del viaje de Hervé Joncour, desde Lavilledieu hasta Japón, su encuentro con la mujer japonesa, su regreso a Francia y su relación con Hélène. La única variante que se introduce es el término con que se refiere al lago Bajkal. En cada uno de los cuatro viajes se le llama «mar». «demonio», «último» y «santo». Tal variación, que sirve para llamar especialmente la atención sobre este elemento por encima de los demás, no puede ser un capricho fortuito de Baricco, sino que ha de ser un recurso consciente para simbolizar cada viaje y la manera en la que interpretarlos. Recurso que, por una parte, ayuda a situar al lector en el lugar y la época, al tiempo que consigue desplazar al protagonista en el espacio y el tiempo en apenas media página; y, por otra, provoca el efecto de vida monótona del protagonista, quien va cambiando pausadamente con el desarrollo de los acontecimientos.

La literatura oral y popular (desde Las mil y una noches a los hermanos Grimm) está saturada de fábulas en las que alguien se enriquece gracias a su ingenio. El capítulo 6 es un excelente ejemplo de esta tradición: el personaje arquetípico (Baldibiou) se enriquece gracias a su sabiduría (no incitada por la avaricia, sino desinteresada), lo mismo que Hervé quien se hará rico gracias al negocio, para ayudar altruistamente, pues no es nada codicioso, a que en el pueblo haya trabajo, dejando clara su carácter de buen ciudadano (como un prototípico burgués benefactor).

El exotismo se fundamenta en la presentación de Japón (el destino al que se llega siempre recto. Hasta el fin del mundo) como paraje desconocido para el protagonista occidental. Ese exotismo difumina el realismo e incrementa la atmósfera de misterio creando esa impresión de cuento. La Francia occidental de la época es el telón de fondo: se muestra como decorado (de forma breve y sin análisis sociales). Tampoco aparece información alguna sobre los viajes comerciales de la época, ni sobre el cultivo de la seda. Ese Japón de cartón piedra (propio de una lectura infantilizada) es el pretexto (como contexto).

El tono apológico se incrementa con la utilización de personajes arquetípicos: caso de Baldibiou, especie de mentor de Hérvé, que encarna la sabiduría; o Hara Kei, representación del poder. Lo mismo puede decirse de las dos mujeres, los dos amores del protagonista, que se muestran como la típica división entre el amor acomodado y hogareño (Hélène) y el amor pasional y prohibido (la misteriosa japonesa).

CARACTERIZACIÓN DE PERSONAJES

Pese a que, en principio, pueda parecer que los personajes son pasivos, incluso desdibujados, al final vemos que esconden sutilezas y giros. Tampoco son personajes huecos, lo que ocurre es que se manifiestan a través de sus acciones y de ciertas sugerencias simbólicas.

Hérvé Joncour, definido en la cita inicial de esta reseña (comercia con huevos de gusanos de seda por decisión de Baldabiou, aun poniendo su vida en peligro), es el único personaje que evoluciona: pasará a tomar la iniciativa para verse inmerso en la persecución obsesiva de una pasión. En su evolución va cobrando cada vez más importancia la introspección, se va replegando en sí mismo, aislándose del mundo en su maravilloso jardín (réplica exacta del de Hara Kei). En ese sentido hay que entender dicha evolución, cuando decide comprar en Lavilledieu la casa de Jean Berbeck, que lleva muchos años abandonada. Pues. lo que Hervé pretende es crear una réplica exacta del poblado de Hara Kei en Lavilledieu, y la casa de Berbeck, lugar lleno de silencios y sombras, parece el lugar perfecto para edificar esa réplica. Todo el pueblo interviene en la construcción del gigantesco jardín, pero Hervé ha venido cambiado de Japón, aquejado de una especie de infelicidad.

Por su parte, Hara Kei es un personaje construido (como todos en la obra) esquemáticamente (sin apenas información), pero que impresiona por la gravedad de sus rasgos al tiempo que por su crueldad: el campamento parece existir y fluir por y para Hara Kei. Su morada se vislumbra anegada en un lago de silencio: desde fuera, a través de las paredes de papel, sólo se veían sombras que no producían el más mínimo rumor, no parecía contener vida.

Y sobre el triángulo amoroso, sólo se puede decir que resulta muy poco original (y bastante convencional), quizá debido a la escasa introspección psicológica con que se plantea, la caracterización plana de los tres personajes, dos de los cuales carecen de evolución.

DEL AMOR Y LA MUERTE

Se insiste en que Seda es una reflexión sobre la vida, la muerte, el amor (algunos críticos hablan de eros sutil) y la pérdida. Se ha dicho que presenta la esencia de un haiku: una corta, aunque aguda, historia que muestra las preocupaciones del hombre respecto a la belleza efímera de lo natural y la muerte.

Quizá uno de sus aspectos temáticos más sobresaliente sea esa concepción de la extrañeza de la vida, como una película que pasa ante nuestros ojos y ante la no sabemos qué hacer ni qué decisiones tomar; y en la cual, independientemente de qué decisión tomemos, somos más espectadores que actores. Aunque Hervé, pasivo en principio, persiga una pasión y tome decisiones, su vida sigue siendo inexplicable, tan extraña que no puede protagonizar lo que no entiende, por lo que solo le queda el papel de espectador.

En cuanto a la visión del amor que ofrece, resulta ambigua y confusa. Quizá porque la relación entre Hervé y la joven japonesa se sostiene en cuatro breves encuentros y un par de cartas. De hecho, no se habla de amor en el sentido usual del término; sin embargo, lo que induce a Hervé a atravesar el mundo tres veces, ponerse en peligro o errar por selvas oscuras siguiendo los pasos de un niño no puede ser sino amor. Del mismo modo, tampoco parece cuestionable que Hervé no esté enamorado de su esposa Hélène (es más, al volver siempre se dice que la ama con impaciencia).

Finalmente recalcar que, como se ha visto, en Seda no hay análisis sociales, brillan por su ausencia los conflictos sociales o las luchas de clases, pues su planteamiento es una fábula adulta y no una novel social.

ACORDES Y DESACORDES

Llegados a este punto, sólo queda expresar la opinión personal, exponiendo las luces y sombras que, desde mi punto de vista, tiene esta obra. Alessandro Baricco, como se ha dicho, es un escritor que se esfuerza por dotar cada obra de un tono y exclusivo, que abra nuevos estilos literarios, y Seda es buen ejemplo de estos principios. Para ello recurre a incumplir normas de puntuación, en abrir párrafos donde debería utilizar el punto y seguido, en acallar a los personajes cuando deberían hablar, y viceversa. Además de una economía narrativa que otorga a la historia de una ineficaz penuria informativa, generando lagunas en muchos pasajes de la novela que dejan múltiples cuestiones sin aclarar y que cualquier lector medio puede formularse: ¿por qué Baldabiou abandona todo y desaparece de repente?; ¿cómo se explica una mujer de rasgos occidentales en Japón?; ¿dónde y cómo aprendió Hara Kei a hablar el francés? Por eso llama la atención la inclusión de ociosas digresiones o de fútiles adjetivaciones que nada precisan (sino que indeterminan).

Aparentemente es una obra desequilibrada, en cierto modo, pues el innegable interés de la primera parte decae cuando pasa a introducir una trama sin avance. Además, resulta una lectura que da sensación de clonación (o si se quiere, de escasa originalidad): remite, en la conciencia lectora, a aspectos ya vistos, ya leídos; sensación que, sumada a una atmósfera banal y a buen número de detalles triviales (cuando no tontos o absurdos), configura un libro muy poco original.

También se puede criticar su afán orientalista plagado de clichés occidentales; un narrador bastante anodino (cuando por su trama no debería serlo); una caracterización de los personajes igualmente blanda (por lo que resultan un tanto flojos); su apresurado final

Asimismo, la prosa tiene sus carencias y (quizá) excesivas pretensiones; tanta suavidad adormece y lo que se cuenta carece de tensión narrativa, el clímax nunca llega (porque algo pretendido, como ejercicio de estilo, o no): nunca se acelera el ritmo, el tono, la narración, y así se llega al final y no se echa nada de menos. Por lo que la brevedad es uno de sus valores, ya que de haberse extendido...

Pero, aunque se le pueden encontrar mil pegas, lo cierto es que no deja de ser entretenida y conmovedora (que no es poco). Sí, es un libro sencillo (se lee en dos horas), con una trama atractiva, un tema literariamente infalible (el amor como fuerza primordial) y una gran potencia visual (escena del lago, entre otras). Incluso, literariamente, contiene algunos aspectos reseñables como el uso de la repetición.

A pesar de los desaciertos citados, a pesar de las preguntas sin respuestas, las sucintas pinceladas que brinda (de la bucólica orilla del lago en la que acaba Hervé, la monumental jaula de pájaros, los yermos desiertos que atraviesa o la ardiente carta final), son auténticas perlas literarias y considerando el cierre real de la historia en el antepenúltimo capítulo, resulta ciertamente eficaz.

Más que una novela, un ejercicio narrativo, o mejor dicho un cuento escrito por un esteta que se muestra como un hábil narrador que sabe lo que quiere, y lo consigue: una historia que, pese a todo, conmueve. Lo no dicho, el toque de irrealidad y la sutil melancolía generan preguntas, pero también abren camino a la ensoñación: hay que verla como lo que es, una fábula entretenida, modesta, que no pretende ser otra cosa. Cuando uno de los personajes describe la seda japonesa como «tener la nada entre los dedos», podría estar describiendo precisamente Seda.

En resumen: novella (en su momento) popular, entretenida, bonita, sensorial, pero que no llega a entusiasmar, quizá porque no alcanza la calidad que presagian las primeras páginas. No volvería a leerla, aunque recuerdo haberla leído con agrado, tal vez por sentencias de haiku como esta:

«Morir de nostalgia por algo que no vivirás jamás»


sábado, 19 de octubre de 2024

REENCUENTRO

 

«REENCUENTRO»

Fred Uhlman (1971)


«Entre los dieciséis y los dieciocho años, los jóvenes combinan a veces una cándida inocencia, una pureza radiante de cuerpo y mente, con un anhelo exasperado de devoción absoluta y desinteresada. Generalmente esa etapa sólo abarca un breve lapso, pero por su intensidad y singularidad perdura como una de las experiencias más preciosas de la vida»

 REENCUENTRO, primera novela de Fred Uhlman que, inspirada en su propia experiencia, fue publicada por primera vez en Londres el año 1971, bajo el título de Reunión, pasando desapercibida. Seis años más tarde, la editorial Collins & Harvill la reeditó, prologada por el periodista y escritor Arthur Koestler, para convertirse rápidamente en un auténtico superventas mundial. El éxito y el reconocimiento le llegaron a Uhlman a los 76 años y de la mano de la literatura, cuando toda su vida había intentado triunfar como pintor.

En efecto, Fred Uhlman (Stuttgart, 1901-Londres, 1985), de origen judío, abandonó Alemania en marzo de 1933, poco después de que Hitler fuera nombrado canciller. Residió un tiempo en París y posteriormente en España (en Tossa de Mar), de donde también escapó al estallar la Guerra Civil para, tras regresar unos meses a París, llegar a Londres; donde fundó el Artist’s Refugee Comittee y la Free German League of Culture, entre cuyos miembros se contaban Stefan Zweig y Oskar Kokoschka. En 1971 publicó Reencuentro, y en 1985 su réplica, Un alma valerosa (la historia contada desde el punto de vista por el otro protagonista).

AMISTAD ADOLESCENTE EN EL HUEVO DE LA SERPIENTE

Parte de un planteamiento muy sencillo: dos jóvenes de 16 años son compañeros de clase en una misma escuela de enseñanza media. Todo empieza cuando Konradin Hohenfels llega a la escuela del judío Hans Swartz, que queda impresionado tanto por la elegancia y distinción de su nuevo compañero como por el renombre de su apellido (los Hohenfels eran una de las más antiguas familias de Europa).

Con ese pretexto, la historia comienza mostrando como a todos los jóvenes del colegio (judíos y no judíos), les une el desprecio hacia el pobre y el débil, revelando claramente el ambiente de la Alemania de entreguerras e indicando que el clasismo-racismo y la crueldad está siempre latente bajo la idea de que el otro es un ser inferior al que puede someter.

Hans y Konradin se hacen amigos gracias a un fortuito encuentro un día tras el colegio, en el cual con la intención de saludarse por educación pasan a tratar otros temas y descubren puntos en común: a partir de aquel día se hacen inseparables.

Pero, un año después, todo terminará entre ellos. Hans lleva a Konradin muchas veces a su casa y se lo presenta a sus padres; Konradin aunque también lo lleva a la suya, pero sus padres nunca se encontraban allí en el momento de la visita. Aunque ambos vivían al margen de la política, en la que no estaban verdaderamente interesados, un día en el que Hans acude invitado a la ópera, ve a su amigo de lejos, pero este aparenta no conocerle. Tal acción les enfrenta, al día siguiente, en el colegio; y aunque Konradin intenta justificarse alegando que siempre ha defendido aquella amistad pues sus padres se oponían a que él, un noble hijo de unos simpatizantes nazis, fuese amigo de un chico judío.

Momento en que se muestra el paso de ese racismo y crueldad latentes a su manifestación creciente y sin paliativos. A partir de ahí, aunque siguen saliendo juntos, la relación va decayendo hasta que, en 1933, tras el ascenso de Hitler al poder, Konradin entra a formar parte de las fuerzas armadas nazis, mientras Hans parte hacia el exilio.

Justamente cuando sus padres resuelven enviarlo a Estados Unidos con unos parientes y antes de irse, Hans recibe una carta de Konradin que, aunque le da ánimos, le expone lo necesario de la situación, razonando que, aunque resultara imprescindible que Hitler hiciese una depuración entre los de su raza, estaba convencido de que él podría volver algún día por ser uno de los judíos cuya valía personal podía ser admirada por cualquiera.

Tras la marcha de Hans, sus padres se verán empujados a suicidarse. Y tan sólo muchos años después, instalado ya en Estados Unidos, donde intenta olvidar el siniestro episodio que los separó amargamente, Hans reencuentra, en cierto modo, al amigo perdido.

NOVELLA EN PRIMERA PERSONA

Se trata de una sutil novella (novela corta: término medio entre el cuento y la novela), forma narrativa que destaca por su sencillez y su estilo directo, relatada en primera persona (narrador subjetivo), se estructura en 19 capítulos enumerados (sin título). Internamente sigue una estructura lineal cronológica: desde la madurez presente se recuerda el pasado de aquellos años de adolescencia entre los 16 y los 18 años. En breves ocasiones se regresa al presente para enfocar algún asunto, por ejemplo, cuando se incluye un párrafo para analizar el estado de ánimo del narrador en el mismo proceso narrativo (incluso después de treinta años creo que no se trata de una exageración.); o se salta hacia el futuro (El vendaval que había empezado a soplar desde el Este también alcanzó a Suabia. Aumentó de intensidad hasta adquirir la fuerza de un tornado, y no amainó hasta que, aproximadamente doce años más tarde).

Mientras que el presente está situado en Nueva York, los hechos del recuerdo se desarrollan en la ciudad alemana de Stuttgart, en la que se ubican localizaciones como, la escuela de Karl Alexander Gymnasium; la casa de los Schwarz y la mansión de los Hohenfels; o la ópera; juntos a otros lugares emblemáticos en la amistad de los muchachos son: la Selva Negra, el lago Constanza, el Hegau o la mansión del poeta Hölderlin.

La historia, que comienza en febrero de 1932 y finaliza 30 años después, supone un retorno, con algunos elementos autobiográficos y una gran fuerza lírica, a una época histórica convulsa en la que surgieron y triunfaron los totalitarismos europeos (con su carga de furibundo antisemitismo y agresivo militarismo) y se gestó la Guerra.

LOS AMIGOS Y SUS CIRCUNSTANCIAS

Buena parte de la fuerza del relato gira en torno a la caracterización de los dos protagonistas, personajes tan similares y a la vez antepuestos por las construcciones sociales que se vivieron en la Alemania de entreguerras. Hans Schwarz (la voz narrativa), hijo de un médico judío, nieto y bisnieto de rabinos, y descendiente de un linaje de pequeños mercaderes y traficantes de ganado, vive con sus padres en Stuttgart, en los años previos a la segunda Guerra Mundial. Allí asiste a las clases de la prestigiosa Karl Alexander Gymnasium. Con una idea romántica de la amistad y de las relaciones personales, no percibe inicialmente la realidad del mundo que le rodea. Konradin von Hohenfels, miembro de la ilustre familia suaba de los Hohenfels, que había estado ligada desde siempre a la más alta nobleza y los emperadores germanos, comparte escuela con Schwarz, con quien inicia en 1932, como se ha visto, una profunda amistad. Mucho más realista, a pesar de pertenecer a una aristocracia de rancio abolengo, percibe con mayor claridad la repercusión de todos los acontecimientos sociales y políticos que les rodean.

Junto a ellos toda una serie de personajes secundarios ayudan a dar el tono y la panorámica de la sociedad alemana del momento. Por una parte, en el ámbito familiar, tanto los padres de Hans, como los de Konradin, sirven de contrapunto social e ideológico a la amistad de ambos: su presentación se realiza de forma muy diferente, pues mientras los señores Schwarz, en consonancia con el punto de vista del narrador, es mucho más cálida y entrañable, mientras que los Hohenfels, aparecen representados con mayor frialdad y distanciamiento.

Por otra, en el mundo escolar, destacan tres personajes perfilados con muy pocos detalles sirven para evidenciar la caracterización del profesorado: Herr Zimmerman (el profesor de Literatura, a quien  sus alumnos desprecian porque era afable y bondadosos y porque olía a pobreza); Max Loehr (el profesor de Deporte, conocido Max Músculos, quien, pese al desprecio generalizado de aquella época hacia la Educación Física, intentaba el desarrollo corporal de sus alumnos ); y, frente a ellos, Herr Pompetzk (el nuevo profesor prusiano de historia que llega a la escuela a mediados de septiembre del segundo curso del relato y que explica los acontecimientos recientes desde la perspectiva nazi). Otro tanto pasa con el alumnado, entre el que destaca el Caviar de la clase, tres muchachos (Reuter, Müller y Frank) con afanes culturales (teatro, ópera, poesía y narrativa, psicología…) que no alternan con nadie; así como Bollarcher y Schulz, esos compañeros de clase, que encarnan el giro racista que la sociedad toma hacia los judíos con el advenimiento del nazismo.

Mención especial merece la familia Bauer, vecinos de los Schwarz, compuesta por los padres, un hijo de 12 años y dos niñas de 4 y 7. Los hijos mueren en el incendio de su casa, hecho que produce una profunda crisis religiosa en Hans y desata la profunda reflexión sobre la impresión de la muerte, más intensa y sentida ante la de un conocido que ante la de un millón de lejanos desconocidos. Mas todo eso eran simples abstracciones: números, estadísticas, información. Era imposible sufrir por un millón de personas.

UNA PERLA NARRATIVA

Emocionante pero medida y alejada de cualquier sentimentalismo, la narración muestra una incitante cualidad musical y lírica. La prosa, acorde con la educación del narrador, adopta un registro culto, caracterizado por un vocabulario preciso y escogido. Destaca la variedad de sinónimos y los juegos semánticos con términos del mismo campo (Yo no vi el incendio ni oí los alaridos de la criada y la madre. Sólo me enteré al día siguiente, cuando vi las paredes ennegrecidas, las muñecas incineradas y las cuerdas chamuscadas del columpio que colgaban como serpientes del árbol achicharrado). Resulta igualmente remarcable el gusto por la comparación (días y años, muchos de ellos tan muertos como las hojas mustias de un árbol seco) y las descripciones, sobre todo de los paisajes suabos y de las habitaciones quizás influido por su faceta como pintor. (Llegó la primavera y toda la comarca se convirtió en un macizo de flores, flores de cerezo y manzano, de peral y melocotonero, al tiempo que los álamos adquirían un color plateado y los sauces el amarillo limón).

De hecho, el tipo de elocución predominante es la descripción: apenas aparece el diálogo (sólo en estilo directo en algunos episodios claves, como cuando Hans pide explicaciones a su amigo por su comportamiento en la ópera –cap. 15–) y la narración es tan detallista que en numerosas ocasiones adquiere carácter descriptivo: así, el retardado detallismo en la narración final, gracias al cual la tensión aumenta para estallar en la última línea de la novela y hacernos reelaborar la comprensión que habíamos ido elaborando. Los 7 últimos párrafos constituyen una lección magistral de técnica narrativa. Uhlman desecha su gusto por la descripción y la adjetivación, y adopta un estilo ágil, en el que abundan los verbos en pretérito perfecto simple. Las vacilaciones del narrador aparecen relatadas con tal precisión que obligan a incrementar la velocidad lectora para conocer lo antes posible el destino de Konradin. De este modo, el lector participa en el propio proceso creador (o recreador) de la novela, compartiendo la misma curiosidad-ansiedad del narrador.

BREVE, NO SIMPLE

Desde luego no se trata de una novela más en torno al nazismo, puesto que el autor ofrece una obra protagonizada por unos jóvenes que disfrutaban de la inocencia de la edad. Unos jóvenes cuyas familias, cuya posición les permitía (en distinto grado) poder llevar una vida apacible y formarse en una institución de élite. Unos jóvenes de 16 años, que, como tantos otros en aquel momento, solo se preocupaban y hablaban de las cosas propias de su edad, y que todavía no eran muy conscientes del cambio que se estaba produciendo en sus vidas. En poco más de cien páginas se plantea la concepción de una relación, se contempla el nacimiento de la Alemania nazi y la consiguiente radicalización de su sociedad. El relato explora el preludio al genocidio en ciernes desde la perspectiva adolescente y expone de crudamente el inicio de la situación que vivieron miles de judíos en un corto lapso de tiempo. Como se vieron señalados, perseguidos y expulsados por el propio entorno que pocos meses antes constituía su propia comunidad. En pocas páginas se ilustra la fragilidad de las relaciones humanas cuando fuerzas poderosas que escapan a su control condicionan su vida.

La novela retrata de la amistad como sólo puede concebirse en la adolescencia, cuando los amigos constituyen el eje de opiniones y gustos. Como tales adolescentes, permanecen ajenos a lo que sucede en su entorno, incluso cuando comienzan a verse afectados. Porque uno de ellos era judío, y eso se dejaba notar en el trato: el autor adopta perfectamente la mentalidad propia de la edad de sus protagonistas personalizando gestos que debieran haberles alertado.

El libro trata al mismo tiempo de la adolescencia y del sentido de la amistad (cómo dos chicos completamente diferentes llegan a ser amigos, y cómo tal amistad transciende a través del tiempo), pero también de la educación alemana en la época, de los hijos de la burguesía, del descubrimiento de la cultura y el conocimiento, y quizás sobre todo ello, de la autenticidad y del sentido de la vida y la existencia.

Habla también de la soledad, punto de partida que une a estos dos jóvenes. Hans ve en Konradin la oportunidad de disfrutar por fin de la compañía de un amigo, porque se da cuenta de que al joven aristócrata también le envuelve la soledad. Amistad que plantea, a medida que se desarrollaban los capítulos, una interesante cuestión: ¿Es posible poseer un ideal de la amistad como se posee una imagen ideal del amor? En esos momentos de la vida, en la que se define la personalidad, la amistad está muy cerca del amor: de hecho, las páginas en que Hans manifiesta su concepción de la amistad podría ser una declaración de amor.

Otro punto, relacionado que destaca especialmente la novela, es cómo actúa la mente ante aquellas personas que desprenden una cierta autoridad innata, cómo las personas suelen verse subyugadas por esas personalidades que las arrastran. Caso de la admiración de Hans por Konradin; como, por otra parte, de la tremenda impresión que experimenta Konradin (y tantos otros) ante Hitler.

También está muy presente la familia, que marca el futuro de ambos personajes en los acontecimientos que se avecinan y que influirán, por su origen, de manera muy distinta en uno y otro. La familia del protagonista es judía, aunque bascule entre el ateísmo y el agnosticismo, antisionista (Mi padre aborrecía el sionismo. Esa sola idea le parecía demencial), burguesa y culta. Mientras que la de Konradin es una familia aristocrática, vinculada a la historia de Alemania, y con los prejuicios de su estatus social: estimación de su significación, conciencia de su papel en la historia alemana, respeto por las normas señoriales… En fin, cada uno de ellos se ve abocado al futuro de su familia (clase y raza): el éxodo para el judío y el enrolamiento en la Wehrmacht para (servir y engrandecer Alemania) el aristócrata. A ambos les alcanzó el futuro antes de que se dieran cuenta. Y treinta años después ese futuro propició su reencuentro.

«La política era cuestión de adultos y nosotros debíamos resolver nuestros propios dilemas»


martes, 1 de octubre de 2024

LOS CHICOS DE LA NICKEL

 «LOS CHICOS DE LA NICKEL»

Colson Whitehead (2019)

«La Nickel era el colmo del racismo –la mitad de los que trabajaban allí seguramente se ponían el disfraz del Klan los fines de semana–, pero, tal como lo veía Turner, la maldad era algo más profundo que el color de la piel. Era Spencer. Era Spencer y era Griff, y eran todos los padres que dejaban que sus hijos acabaran allí. La maldad eran las personas.»

LA FÁBRICA DEL DOLOR

LOS CHICOS DE LA NICKEL (2019) de Colson Whitehead (Nueva York, 1969), nominada como uno de los mejores libros de la década por la revista TIME, se basa en una tragedia real, los crímenes ejecutados en la Arthur G. Dozier School for Boys de Marianna, que el Estado de Florida dirigió como reformatorio durante 111 años (1900-2011), y por la que pasaron niños y jóvenes (6-18 años), con condenas por lesiones, robo o por no ir a clase, los incorregibles y los huérfanos.

Tras décadas de denuncias contra la institución (por palizas, violaciones, torturas e incluso asesinatos de estudiantes), se inician varias investigaciones consecutivas por parte del Departamento de Cumplimiento de la Ley de Florida (2010), del Dpto. de Estado de los Estados Unidos de Justicia (2011) y de la Universidad del Sur de Florida (2012). La del Dpto. de Justicia reveló la existencia prácticas sistémicas, atroces y peligrosas exacerbadas por la falta de responsabilidad y controles. Y la investigación forense de la Universidad descubrió unas 55 tumbas en los terrenos de la escuela (diciembre, 2012) e identificó posibles lugares para tumbas (marzo, 2019).

Las primeras referencias que Whitehead tuvo al respecto fueron en 2014, vía Twitter. Pero serían los datos de la investigación universitaria (el hallazgo de varios cementerios ilegales con innumerables restos de estudiantes violados y asesinados) los que desataron su interés (por el racismo e indiferencia que encarnaban). Tras tratar el tema de la esclavitud en El Ferrocarril Subterráneo (2016), que le supuso su primer Pulitzer de ficción (2017), Whitehead no quería escribir otro libro pesado, pero la elección de Trump le instó a hacerlo. Así nació la versión ficticia (la Nickel Academy) de la institución real: Whitehead, para mantener el mayor realismo posible, redujo deliberadamente el alcance del libro, lo documentó minuciosamente y prescindió de elementos especulativos o fantásticos (presente en otras novelas suyas).

EL EFECTO TRUMP

La novela reinventa la vida de esas generaciones de niños prometedores (negros y blancos) sin recursos, víctimas de abusos ante la indiferencia general. Denuncia que no se reduce al pasado, sino que encaja en la políticamente correcta sociedad actual, porque esos crímenes ni están tan alejados en el tiempo ni son tan ajenos a la marginalidad en que siguen viviendo miles de niños en todo el país (y en todo el mundo).

La ficción alivia la realidad, pero también permite revivirla y contribuir así a la memoria histórica de la nación: la historia de los negros en Estados Unidos y su apartheid institucional y social. Whitehead, que inició esa revisión con El ferrocarril subterráneo, aquí cuenta una historia de la bondad e inocencia infantil sometida a la crueldad con idéntica fuerza narrativa y despiadado realismo. El autor reincide en su pedagógica labor de memoria histórica para hablar del racismo endémico de la sociedad norteamericana: los jueces del Premio Pulitzer de ficción 2020 (segundo de Whitehead: es el cuarto escritor en la historia en ganarlo dos veces) calificaron la novela como una exploración sobria y devastadora del abuso en un reformatorio en la era de Jim Crow en Florida que, en última instancia, es una poderosa historia de perseverancia humana, dignidad y redención. Las Leyes de Jim Crow (estatales y locales), promulgadas a fines del siglo XIX, por las legislaturas estatales sureñas (dominadas por los demócratas después del período de Reconstrucción entre 1876-1965), propugnaban la segregación racial en todas las instalaciones públicas por mandato de iure bajo el lema «separados pero iguales» y se aplicaban a los negros y a otros grupos étnicos no blancos. Condujeron a que tratamiento y alojamientos fueran por lo general inferiores a los de los blancos, sistematizando un número de desventajas sociales, educativas y económicas.

DISCURSO SOBRE ESTILO

Whitehead ha calificado la obra como novela de ficción histórica, pues, aunque está basada en hechos reales, cambió algunos nombres (como el del reformatorio) y creó personajes ficticios.

Relato de estilo ágil, muy próximo a la crónica periodística, muestra una gran economía expresiva destilada en una prosa seca y directa, huyendo de cualquier adorno estilístico: su objetivo es, más que plasmar un artificio literario, emitir un mensaje. Prima el discurso sobre el estilo: interesa por la contundencia de lo contado (fondo) más que por los recursos que utiliza (forma). El resultado es una narración detallada (a la vez que clara y sencilla), con vívidas descripciones de los escenarios y diferentes acontecimientos, así como de olores, sensaciones y sentimientos.

Es de agradecer que el relato no se limite a la sucesión de maltratos y torturas, pues el tema resulta propicio para caer en el cliché y el estereotipo, pues hubieran desviado la historia hacia los tópicos de los melodramas decimonónicos o de los relatos de miedo. No carga las tintas, no cae en lo fácil, ni en la estridencia. Consigue con muy pocos detalles, mediante la sugerencia, mucho más que con la descripción cruda y detallada. Por ejemplo, mediante las (muy reveladoras) frases con que se iniciaba el castigo pretendidamente educativo por parte de los supervisores («Como te oiga quejarte una sola vez, tendrás propina.» «Cierra la puta boca, negro de mierda.»), seguidas de la enunciación, seca y carente de detalles escabrosos, de la tanda de correazos (reducidos al número: unos setenta y al detalle de una hebilla golpeando el techo) en nalgas y piernas; y finalizaba en la enfermería, con diagnósticos secos, pero reveladores («De resultas de los correazos, fragmentos del pantalón viejo se le habían incrustado en la piel.»). Del mismo modo se tratan, un torneo de boxeo que tiene ciertas consecuencias y unos árboles con argollas de hierro donde encadenan a los casos perdidos para que luego desaparezcan discretamente.

La historia se expone mediante la alternancia de varias épocas, que giran en torno la experiencia del protagonista; y, aunque con algún altibajo (como en su novela anterior, aquí también hay partes donde decae el pulso narrativo, aunque el conjunto no resulta afectado), la fragmentación temporal confiere un tono adecuado al mensaje.

Mención aparte merece el final; pues, a través de un inesperado giro abordado con delicadeza, ahonda en un dramatismo sosegado pero demoledor, que se recibe con sorpresa y que condiciona la opinión sobre lo leído hasta llegar ahí.

ESTRUCTURA DISCURSIVA

La novela se estructura en tres Partes más un Prólogo y un Epílogo. Prólogo y Epílogo se sitúan en el momento actual y sirven de marco a la historia que se cuenta perfectamente estructurada en las tres secciones que obedecen al clásico planteamiento, nudo y desenlace.

Prólogo. «Hasta muertos creaban problemas los chicos.»: así arranca la historia, con el hallazgo de unos cadáveres por parte de unos urbanistas de un parque empresarial en el lado norte del campus de la Nickel. Sus pocas páginas giran en torno a la fosa común: pone de manifiesto que apenas hay diferencia entre un cementerio oficial y uno clandestino; ambos se funden en depositarios de despojos marcados por la tortura y muerte violenta. En efecto, en la investigación forense de la Universidad, los alumnos de arqueología en prácticas desentierran 43 cadáveres del cementerio oficial de la Nickel, Boot Hill (en referencia a la película Duelo en el O. K. Corral). Y una alumna, Jody, ante un terreno que se veía raro, descubrirá el cementerio secreto. Esos estudiantes contarán sus descubrimientos a algunos antiguos residentes y a los familiares de los chicos que habían desenterrado. Alguien da el soplo a los medios de comunicación y... Por otra parte, algunos antiguos residentes hacían reuniones anuales (iban por la quinta) y uno de ellos se encargaba de subir a la red todo lo que caía en sus manos sobre la Nickel. Sin embargo, no todos los antiguos alumnos veían bien tales actuaciones, entre ellos Elwood Curtis, residente en Nueva York.

1ª Parte: Refiere la infancia y adolescencia del protagonista, un niño negro de familia humilde que escuchaba los discursos de Martin Luther King en la Tallahasse de la década de los sesenta, criado por su abuela, tras la marcha de sus padres a California. Finaliza cuando ilusionadamente el protagonista, buen estudiante y con afán de aprender (pese a las dificultades que un negro tiene por serlo), a los 16 años, fortuitamente (cuando se dirige a la Universidad que lo ha admitido para realizar un curso preuniversitario sobre literatura inglesa) se ve implicado en el robo de un automóvil. Como consecuencia es condenado a pasar dos años en la Escuela Reformatorio para chicos Nickel, en Eleanor (Florida), interrumpiendo sus ilusiones y comprometiendo su esfuerzo y amor al estudio.

2ª Parte: transcurre en la Nickel, donde los internos, segregados por raza (los negros sufren peor trato), apenas reciben educación. El protagonista, asignado a la residencia Cleveland (una de las destinadas a los negros) se hará amigo de otros residentes y aprenderá a sobrevivir. Conocerá cómo tratan los trabajadores de la Nickel a los chicos a su cargo; cómo son objeto de palizas y abusos sexuales; cómo son utilizados como obreros sin salario; e, incluso, cómo se les hace desaparecer con la excusa de que se han escapado del Centro, mientras el personal pasa por alto y encubre todo. Aprender esos códigos le ocasionará pasar por la Casa Blanca: viejo almacén donde los supervisores inculcan disciplina y hacen entender los códigos de conducta no escritos a los chicos (negros o blancos). Con uno de sus amigos logrará participar en un servicio que sale del centro una vez por semana, acompañando en coche al supervisor para desviar fondos y productos a ciertos vecinos de Eleanor, dejando la alimentación y las instalaciones de la institución en un precario. Así comprenderá que, junto a la violencia, la corrupción constituye otra norma de la institución.

3ª Parte: la más variada, comienza con el personaje en la actual Nueva York, convertido en propietario de una próspera empresa de mudanzas, con varios empleados en plantilla y una flota de camiones. Contra todo pronóstico, ha triunfado; aunque sigue marcado por el recuerdo del reformatorio. Mediante una alternancia temporal presente (2010) pasado (1960) y reveladores flashbacks de lo sucedido hasta el momento, se va aclarando lo que vivió esa pareja de compañeros hasta que ahora, uno ha triunfado. El protagonista, aprovechando una visita de inspección a la Nickel, entregará a uno de los inspectores una carta denunciando los abusos sufridos por los chicos y la corrupción del establecimiento. Denuncia cuyas consecuencias sufrirá en una celda oscura de la que lo van a sacar para llevarlo a Boot Hill (el cementerio). Afortunadamente, su colega, enterado de tales planes, decide que ha llegado el momento de escapar juntos.

Epílogo: se regresa al principio, la década de 2010. Se han encontrado los cadáveres en los terrenos de la Nickel y se ha abierto una investigación al respecto. Esto lleva al empresario neoyorkino a revelar a su esposa su historia y su nombre real, para volar luego a Tallahassee con objeto de dar testimonio (como tantos otros que fueron confinados siendo niños) y enfrentarse a los efectos duraderos de sus experiencias allí.

PERSONIFICACIÓN DE LA TRAGEDIA

Sobresale, pues, en la novela esa narración detallada, pero también la caracterización del protagonista (desde su inicial ilusión infantil hasta su esperanza posterior): destaca la habilidad para explicar el pasado de un personaje en tres páginas de pura vida (las que narran, por ejemplo, la de Harriet, la abuela de Elwood, son espectaculares).

Ese protagonista, Elwood Curtis, es un chico negro estudioso, trabajador, crédulo e iluso, con un sentido idealista de la justicia, que intenta llevar a la práctica las ideas de Martin Luther King Jr. (escuchadas reiteradamente, hasta interiorizarlas, en el único disco que tiene: Martin Luther King at Zion Hill, regalo navideño de su abuela en 1962). Aplicado estudiante de secundaria, se ve inspirado por las clases y el ejemplo de un profesor implicado en el Movimiento por los Derechos Civiles. Seleccionado para asistir a clases universitarias, se ve implicado en un desafortunado incidente y, como tantos negros que sufren la violencia y el racismo en Estados Unidos, es condenado a ser internado en la Escuela para Chicos Nickel. Allí, intenta cumplir su condena sin incidentes; pero su tendencia a hacer bien las cosas, luchar contra las injusticias y defender causas perdidas le traerán problemas con supervisores y responsables: será severamente castigado en dos ocasiones. Así, dolorosamente, se dará cuenta de que lo mejor es pasar desapercibido. Su único refugio es la amistad con Turner, Jaimie o Desmond; juntos idean e imaginan venganzas contra estos crueles supervisores que casi nunca realizan (sólo con Earl). Con Turner los lazos serán más estrechos, porque los dos ayudan al supervisor Harper a dar salida, bajo cuerda, a muchos de los productos y donaciones recibidas por la escuela, o sea, serán mano de obra gratuita en la corrupción practicada por los miembros de la institución.

Jack Turner: compañero de residencia, primero; y, luego, amigo. Mientras está en la Nickel mantendrá una visión más cínica del mundo y de la administración de la institución... Pero, cuando logra la libertad, intentará estar a la altura de los ideales de Elwood.

Whitehead ha descrito a estos dos protagonistas como dos partes diferentes de mi personalidad: Elwood Curtis, la parte optimista o esperanzada de mí que cree que podemos hacer del mundo un lugar mejor si seguimos trabajando en ello; Jack Turner, el lado cínico que dice que no: este país se basa en el genocidio, el asesinato, la esclavitud, y siempre será así.

Aunque Whitehead prima la humanidad de los protagonistas frente a la miseria de sus antagonistas, no por ello, estos dejan de estar perfectamente caracterizados. Sobre todo, el superintendente Maynard Spencer: blanco de cincuenta años largos y algunas canas en su pelo negro muy corto, severo e intimidante. Un auténtico «castigador» (como diría Harriet) que se movía con un aire de determinación, como si lo ensayara todo delante de un espejo: angosta cara de mapache, nariz diminuta, ojeras oscuras bajo los ojos, y cejas espesas y erizadas. Muy puntilloso con su uniforme azul oscuro de la Nickel, cada pliegue de sus prendas parecía lo bastante afilado como para cortar, como si él fuera un cuchillo andante.

Y su opuesto, pero no menos inquietante, Blakeley: rollizo, de cabellos blancos, piel oscura y ojos grises y alborozados, de carácter suave y agradable. Llevaba once años trabajando allí y estaba al mando de la residencia Cleveland. Solía decir que la escuela tenía su filosofía: poner el destino de los chicos en sus propias manos.

Junto a ellos aparece toda una serie de secundarios, que a veces sólo aparecen en una especie de chispazo de un par de páginas (caso de Griff, el boxeador, o Goodal, el patético profesor), pero cuyas vivencias cimentan la historia, ejemplifican lo que ocurre y también lo que hay detrás, motivaciones, odios y un enorme desprecio hacia la vida.

Así, unos sirven para asentar la tradición familiar del protagonista: su padre, Percy, condecorado por su papel como soldado en la Guerra Mundial que escribió a sus superiores denunciando el trato desigual dado a los soldados de color; el abuelo Monty que pagó cara su intervención en una pelea con afán de separar a los contendientes; su bisabuelo, el padre de la abuela Harriet, castigado con dureza por no apartarse del camino de una señora blanca en Tennessee Avenue. Y, sobre todo, la abuela Harriet: una pobre mujer mayor, que, dado que los padres de Elwood no estaban (su padre ha muerto y su madre lo ha abandonado), será quien lo crie. Trabajaba en el Hotel Richmond desde los catorce años, donde su madre formaba parte del personal de limpieza, y ve cómo sus ahorros se desvanecen.

Otros, serán personajes inspiradores para Elwood, como su profesor en el instituto Lincoln, el señor Hill, que llega a Tallahassee tras terminar estudios de magisterio. Su primera visita a Florida había sido el verano anterior, como «viajero de la libertad». Había participado en manifestaciones; se había sentado en bares prohibidos a los negros esperando a que alguien le sirviera; y estuvo en la cárcel por alterar el orden público. Sobre el ojo derecho tiene una cicatriz en forma de media luna, recuerdo de la barra de hierro de un blanco. Profesor de Historia de Estados Unidos, que en sus clases relaciona lo sucedido cien años atrás con el presente, con sus vidas actuales; es quien le dio a conocer obras escritas por autores negros que denunciaban la desigualdad.

Recorriendo en segundo plano todas las páginas, está el personaje de Martir Luther King, cuyo discurso grabado en el disco y su resonancia en los pensamientos y acciones de Elwood lo convierten en eje ético de la novela (que le rinde homenaje por su lucha a favor de los derechos civiles). Precisamente la lucha pacífica, en forma de escritos y cartas denunciando abusos y vejaciones sobre la población de color, la realiza Elwood, secundándole (también en su sacrificio, paralelo al del pastor, asesinado en 1968).

ARQUEOLOGÍA ESPECTRAL

Sobre la base de la amistad entre Elwood y Turner, la novela podría leerse (aparte de como denuncia o bosquejo de un contexto social convincente), como una novela decimonónica (de Dickens o Mark Twain); pero Whitehead no necesita seguir las convenciones de este género (y lo podría haber hecho, atendiendo a lo mucho que abarca en términos éticos y políticos) para presentar su discurso. La precisa concisión de su prosa supone un gesto de modestia ante una tragedia que continúa.

Si El ferrocarril subterráneo trataba la realidad de la esclavitud y la lucha por salir de ella, Los chicos de la Nickel se plantea en momentos más actuales, cuando parecía que las leyes cambiaban y blancos y negros eran iguales… Pero la verdad real suele ser anacrónica y llegar tarde, apareciendo después del ejercicio de la violencia, como reconstrucción del pasado; de ahí que se la califique de ejercicio de arqueología espectral, pues la novela relata exhumaciones de cuerpos objeto de múltiples y crueles excesos, pero sobre todo desentierra el pasado (¿y el presente?).

A este respecto, ahí está la ironía del azar que empuja a Elwood a subir, sin saberlo, a un coche robado, precisamente para dirigirse al lugar (¡la universidad!) donde iba a acceder a una vida que, en la América del segregacionismo, significaba el paraíso para un adolescente de raza negra: Paul Auster diría que no se trata de mala suerte, sino de la siniestra música del azar, que en el caso de los ciudadanos negros de Estados Unidos suele darse con frecuencia: suelen estar en el lugar equivocado en el momento equivocado (caso de George Floyd o Jacob Blake, recientemente).

La novela refleja como el mal está presente en el corazón de los hombres. Pues los sufrimientos de los chicos de la Nickel no fueron accidentales, formaron parte de la estructura social violenta. La realidad que recrea la novela denota la dificultad de elaborar un propósito vital en condiciones de continuo sufrimiento e inseguridad. Igualmente advierte que las fábricas del dolor siguen funcionando e intenta hacer comprender por qué antes, durante y después de la Nickel, todos los chicos estaban jodidos. Porque la violencia sufrida determina la vida de la persona y le impone una pesarosa tara de oscuros recuerdos.

El libro no se reduce a la denuncia. Explotando el contexto, invita a reflexionar sobre la pervivencia del problema de los derechos civiles y las formas de exclusión en las sociedades contemporáneas: cómo lo que se presenta como progreso sigue originando miseria y desdicha. Especula sobre cómo la identificación de lo legal y lo ilegal sigue presente en las prácticas que respaldan nuestras ideas de lo justo y lo injusto; lo correcto y lo incorrecto; lo necesario y lo descartable.

Tampoco se limita a una visión exclusivamente racial (aunque la contenga, no es el eje narrativo): la cualidad racial que segrega a negros y blancos en los años '60 del s. XX en Estados Unidos, es una variable sin la que esta precariedad no podría aparecer como el contexto sobre el cual aparecen los excesos de la violencia en la novela. Pero esta no es una obra sobre la violencia racial, sobre la lucha de la población negra por conseguir sus derechos (aunque, en parte, lo sea): ciertamente narra esta lucha, pero solo de pasada: el núcleo narrativo reside en la adolescencia en condiciones precarias. Aunque exponga los excesos sufridos por personajes negros, deja claro que los adolescentes blancos también sufren explotación, violencia e instrumentalización. Va más allá, porque en realidad habla de la violencia y brutalidad de los poderosos, más dura cuanto más débil es la víctima (y los negros lo son más), pero que acaba no haciendo distinciones (de clases o colores).

EL INFIERNO SEGÚN WHITEHEAD

El caso de Elwood (más allá de ser negro) es el reflejo de una atroz regla social: actúa por encima de tu condición y lo pagarás. Como toda regla, suscita rebeldía, que no dejará de ser un acto de no resignación: no permitirse siquiera que revoloteara por tu mente, era matar lo de humano que uno pudiera llevar dentro. En la Nickel estaban separados los blancos de los negros en dos pabellones diferentes y las condiciones de ambos grupos no eran iguales; pero el castigo los igualaba: blancos y negros eran tratados como escoria. En este sentido, resulta casi humorístico el caso de Jamie, que, ni muy blanco ni muy negro (su madre era mexicana), pasa periódicamente de lado a lado, aunque no escapará a la violencia de los educadores. A fin de cuentas, a aquella institución, que ejercía la violencia en sus múltiples formas como práctica cotidiana (aunque en mayor grado con los negros), iban a parar aquellos que no tenían recursos y habían tenido la mala suerte de caer en las redes del sistema.

Uno de los grandes méritos de la narración estriba en conseguir que una historia particular, la de un chico negro (podría ser blanco) que por azar ve quebrarse su futuro, tenga alcance universal: la defensa de la dignidad humana, la lucha contra la violencia gratuita, la resistencia pasiva para así denunciar la maldad indiscriminada, la universalidad (y pervivencia) de las ideas de Martin Luther King.

Latente está también el tema de la rehabilitación social. La novela es tajante: añadir a una condición de precariedad el confinamiento en una institución reformadora suele originar el efecto contrario; agrava las situaciones y prácticas que fortalecen esa vida miserable, la misma que el sujeto encuentra fuera de esos lugares de confinamiento y opresión. La identificación metafórica de estos lugares de corrección con el infierno señala el despropósito de un sistema de castigo que tiende a la maldad y determina que la aparición vínculos solidarios solo pueda darse sobre la base de la resistencia.

Estamos ante un viaje a un pasado (que no es el nuestro) de poco más de doscientas páginas que se hacen cortas, por duras que sean. Viaje de descubrimiento que, aunque oscuro y doloroso, resulta revelador (sorprendente clímax, incluido) por el realismo y la cruda honestidad con que se afronta

No obstante, se le ha achacado que, a pesar de la denuncia de las injusticias y atrocidades que retrata, una narración distante y una escasa profundidad en la conexión con los personajes, dejan en el lector una sensación de frialdad (al no lograr transmitir angustia y desesperación): pese a la intención de denunciar los abusos y la violencia ejercida sobre los negros, la ausencia de conexión emocional con los personajes impide un impacto profundo en el lector, malogrando las expectativas generadas. Si bien la novela comienza de manera prometedora, una vez Elwood ingresa en el correccional, la narrativa se vuelve más superficial y distante, no logra transmitir empatía ni impulsar al lector a adentrarse en la historia: le falta contundencia y profundidad.

Solo tras su lectura, se podrá enjuiciar su auténtico valor testimonial y literario, pero parafraseando al Último de la Fila, con su lectura «nunca el tiempo es perdido.»


LA SOLITARIA PASIÓN DE JUDITH HEARNE

  « LA SOLITARIA PASIÓN DE JUDITH HEARNE » Brian Moore (1955) «Acercó los pies desnudos a la estufa de gas para calentárselos y se recost...