viernes, 7 de junio de 2024

LO DEMÁS ES AIRE

«LO DEMÁS ES AIRE»
Juan Gómez Bárcena
(2022)



«Sabía poco, pero al menos sabía eso: que nadie habla por los demás. Que, aunque queramos contar historias ajenas, terminamos contando siempre la propia» (Alejandro Zambra)

TOÑANES TERRITORIO LITERARIO

LO DEMÁS ES AIRE ha venido siendo calificada de novela palimpsesto (en cuanto que contiene varias capas en sus historias), aunque parece más procedente definirla como recorrido dendrocronológico (en cuanto los hilos argumentales se articulan como anillos de crecimiento de los árboles). Sea como fuere, más allá de cualquier catalogación, la particularidad de este libro es que los años se superponen los unos a los otros, componiendo una historia del mismo tiempo, una historia abreviada de la humanidad desde un pasado remotísimo hasta el más inmediato presente. La novela es una historia sobre un pueblo (Toñanes), sobre la vida en varias épocas: el Cretácico, los siglos XVII, XVIII, XIX, , e incluso, nuestros días

La sustancia anecdótica y temática reviste un doble impulso: la memoria emocional de la patria chica y la vivencia de una España que se vacía. Articulado en la construcción imaginativo-documental de Toñanes (pueblo situado a 38 km. de Santander). Aunque esa población tenga una base verista, Juan Gómez Bárcena le insufla una dimensión simbólica (emparentándolo con Yoknapatawpha, Macondo, Región o Celama…), que produce la impresión de haber atravesado un territorio que deja huella, de haber estado en un territorio literario personal, original y reconocible.

Todo al mismo tiempo y entremezclado dejando en el centro algo común: Toñanes, o como quiera que se llame en el momento de la historia en cuestión: entrecruzando tantas cosas insignificantes (o no tanto) que son las que dan sentido (histórico, vital, antropológico) al pueblo, hasta convertirlo en un lugar trascendental no solo para sus protagonistas corales, sino para el lector. Dando a entender que, por pequeño y de paso que parezca un lugar, es realmente importante para su vecindario, pero también para quienes tienen la suerte de conocer su trayectoria.

NOVELA CUÁNTICA

Por la sorprendente trama y al empleo revolucionario del espacio y el tiempo. En Toñanes todo ocurre a la vez: una vista a un acantilado conecta con aquél que se ahogó cien años atrás; una moneda encontrada en el campo retrotrae con aquél que la perdió varios siglos antes… El autor despliega todas las historias a la vez organizando la estructura de un modo original.

Por un lado, aprovechando los márgenes izquierdos para añadir el año de la anécdota que está relatando (estructura sorprendente, que él mismo define como esa «locura de llenar todos estos márgenes de fechas»), y entrelazando las historias de cuanto habitante de Toñanes ha podido investigar para contar una y muchas existencias practicando un gran sondeo a la vida a través del lugar. La aclaración cronológica es, muchas veces imprescindible, porque buena parte del libro funciona a base de primerísimos planos (un ojo, unas manos, una acción) alrededor de la cual el tiempo se dinamiza hacia arriba o abajo: unos dedos se enredan al caminar dos personas, y en cuatro líneas esa acción sube y baja a lo largo de siglos y hasta de miles de años (se llega a descender hasta los dinosaurios).

Por otro, utilizando un tipo de capítulos especiales a modo de distribuidores del texto. En estos escoge un tema común (el sol, una preocupación, un olor…), para conectar a los personajes y mostrarnos que, en el siglo XVI o en el XXI, el modo ha cambiado, pero la base, lo más pequeño, la raíz, no.

TIEMPO DESARTICULADO

Que Gómez Bárcena haga en estas páginas un recurrente uso del tiempo presente no es ninguna casualidad. Proporciona al lector la impresión de que no está simplemente relacionándose con escenas de un pasado muerto, ya establecido e inalterable, sino como una «historia» que es impredecible y está sucediendo, llena de posibilidades y bifurcaciones imprevistas. Aunque el período temporal que abarcan estas escenas va desde la atención a ciertos instantes más o menos significativos hasta períodos de varios años/siglos, el foco siempre se mantiene atento al momento del acontecimiento, esa situación que altera o modifica la continuidad histórica y abre un proceso de comprensión novedoso, un aspecto determinante de un destino individual o de un desarrollo histórico, mostrando así el genuino carácter de lo humano.

Escribiendo todas estas escenas bajo la modalidad narrativa de un tiempo presente, el autor invita al lector a abandonar la posición cómodamente retrospectiva donde solo puede ser un admirador o un mero espectador pasivo. De esta forma, induce al lector a pasar estas páginas, como si también fuera «actor» (o al menos observador directo), en cierto sentido, de estos dramas. Gómez Bárcena no escribe aquí como un historiador, sino como un educador que entiende que la historia es básicamente un relato.

ESTILOS Y DESARROLLOS

Para lograr la fusión de las dos perspectivas mencionadas dedica el autor un gran esfuerzo constructivo de arriesgada originalidad. Parece, en las primeras líneas del relato, una estampa neocostumbrista, por su detalle descriptivo e informativo. Pero desde ahí mismo sorprenden esas fechas en el margen izquierdo de la página que dan vertiginosos saltos en el tiempo, como se ha dicho, desde el presente inmediato hasta tiempos remotísimos, con abundantes jalones a lo largo de la historia.

A continuación, se pasa a una situación de corte realista: una pareja visita a un familiar, les agrada su destartalada casa y se la compran para cumplir el sueño de disfrutar de una segunda residencia rural. La acción se emplaza en 1984 pero también da saltos en el tiempo, aunque no tan pronunciados como en el pasaje precedente.

En fin, partiendo de este original recurso en la ordenación de los elementos, se genera una narración casi costumbrista que le permite al autor profundizar en algunos recursos que no había utilizado en obras anteriores. Siguiendo este curioso sistema, despliega un carrusel de historias que, como hilos de araña, reaparecen y enlazan notables sucesos principales. Se añaden otras complementarias, algunas son auténticas narraciones interpoladas. Además, una serie de bloques ofrece una desoladora letanía de fallecidos con expeditiva fórmula expresiva (murió, fue enterrado) y conclusión nihilista (De sus vidas no queda más memoria que el trozo de papel en que se afirma que murieron).

Así, la novela funciona como una sonda que lleva hacia atrás y hacia delante, con una original técnica de narración. El pasado y el presente no necesitan el futuro, como demuestra la Historia, pues se trata de un emocionante libro de Historia (para esto, precisamente. sirve la Historia) montado a base de brillantes gemas literarias.

Este nuevo estilo o género ya lo utilizó Gómez Bárcena en Ni siquiera los muertos (2020), pero aquí es donde aplica el recurso a fondo: el tiempo, y sobre todo la memoria, presentes en la obra del autor, se hacen aquí todavía más patentes, hasta suponer un punto de inflexión en el que el escritor subraya su preocupación por los testigos de la historia, por quienes han transmitido el relato hasta el día de hoy.

PERSONAS QUE SON PERSONAJES

La obra se articula como una historia coral construida con las voces de todas las personas que alguna vez pasaron por Toñanes. Aunque el hilo conductor se enhebra a través de un núcleo familiar, Mercedes y Emilio, los padres, con sus hijas Diana y Marta y un proyecto de hijo del que se van desgranando sus vicisitudes, a la vez que crece, en diferentes momentos temporales, como el niño de los dinosaurios, el mozo, el madrileño (todos la misma persona, ofreciendo perspectivas diferentes de Toñanes), siempre sin nombre, hasta que por fin se le asigne, Juan, y sí, hijo de Gómez e hijo de Bárcena; y sí, investigador en archivos y transcriptor de entrevistas a informantes... «Después de todo, la misma persona», que en un acto de amor dentro de la novela conduce a la mujer que ama «a acompañarlo al corazón de su infancia», a la vez que lo comparte en la novela: «Toñanes no es solo un pueblo: es, de alguna manera, una parte de él mismo», en un «arraigo que tiene de árbol [genealógico] pero también de tumba.» Y es que las cosas, según señala el autor, no han cambiado demasiado desde que hay registros históricos, incluso desde antes: hemos cambiado nosotros, y con ello, la manera de abordarlas y de contarlas.

En efecto, el único personaje que sobresale de entre todos es el niño de los dinosaurios: Juan. Al igual que el protagonista de Ni siquiera los muertos: este Juan también busca a un Juan. O quizá a muchos Juanes, los antepasados que llegaron antes de él y que habitaron Toñanes, dando forma a un árbol genealógico que sitúa y quizá justifica todo el armazón del pueblo.

Como novela colectiva, hay muchos personajes (protagonistas), tantos como habitantes tiene/ha tenido Toñanes: muchas historias, vidas truncadas o sueños cumplidos; un relato, en suma, trufado de recuerdos individuales de un gran surtido de personajes carismáticos y entrañables todos ellos, aunque cada uno a su modo. En efecto, las historias se van entrelazando, con sucesiones rápidas que descansan en historias que se extienden, como la historia de Juan o de D. Francisco (quien se dedica a litigar por un pequeño pedazo de tierra casi sin valor, por el que lucha más allá de lo razonable, precisamente, porque está luchando por la razón; o la del cura que un día encuentra un fósil de ammonites y se enreda en sus espirales como en un laberinto o la de Higinia y Manuela a finales del siglo XIX; o la de Teresa y Luis, a mediados del siglo XIX (y hasta casi nuestro hoy); o la del doctor Fernando de Hinojedo y aquel Miguel Gervasio Sánchez, a quien decían el Monstruo, en el siglo XVIII… Todo eso y la lumbre del sol de los muertos.

Sin duda, de las novelas del autor ésta es la que muestra mayor ternura hacia los personajes. De hecho, su novela anterior, la citada Ni siquiera los muertos, era un libro implacable, donde la mayoría de los personajes carecían de humanidad (eran arquetipos). Lo demás es aire, por el contrario, transmite un esfuerzo, no ya por comprender a los personajes y sus motivaciones (es decir, por tratarlo como personajes literarios), sino por conseguir la empatía. Es curioso ver cómo de esa empatía y de la humanidad de los personajes surgen dimensiones nuevas, incluido el humor, siempre presente (aunque la novela esté lejos de la comedia).

Muchos personajes se introducen a modo de lista siguiendo los libros de nacimientos y muertes que se pueden encontrar en cualquier parroquia. A raíz de sus nombres Gómez Bárcena novela su vida e imagina el carácter de aquellos vecinos, suponiendo cómo debían ser al ir tomando determinadas decisiones, qué les motivaba y cómo se llevaban con la comunidad. Con este modo de exponerlos consigue destapar la vorágine de la vida: nombres que repiten, apellidos familiares, un hilo de parientes; pero también la pequeñez de las personas, lo efímero de su paso por el planeta, donde lo único que dejan será un nombre y, quizá, legajos reclamando un pedazo de terreno

HOMENAJE A LA CONDICIÓN HUMANA

Para ello, parte de una extensa investigación histórica. Juan Gómez Bárcena rastrea los archivos de Toñanes hasta los pintores rupestres del Paleolítico y sus vidas. De hecho. todas las menciones de hechos, movimientos, nacimientos y especialmente defunciones, son reales e históricos y están datados (fechas al margen que uno mira o se deja llevar por el texto que no se interrumpe): todos los personajes han existido o han estado muy cerca de hacerlo; sus episodios son hechos reales basados en historias imaginadas, permitiendo al lector convertirse en observador de la historia (creación, vida y muerte) de un pueblo a lo largo de los siglos y de la evolución de cada uno de sus habitantes.. Gómez Bárcena se vale de la literatura, con recursos propios del montaje cinematográfico, para llegar donde los documentos oficiales no alcanzan y compone la biografía de un lugar simbólico, logrando una excepcional novela-homenaje a los habitantes de Toñanes, a la vez que efectúa un portentoso estudio histórico y antropológico.

Homenaje también a todos esos pueblos que se pasan con el coche en dirección a cualquier otra parte y de los que no se conoce nada más que el nombre, lugares en los que habitan personas que quizás también tienen una historia que contar. Y, por extensión, homenaje a la memoria individual y colectiva y biografía emocional de todo un país (de toda la humanidad).

Las peripecias que relata siempre se presentan como una ilustración de la vida. Recopila la amplia variedad de lo humano marcada por el tiempo y la memoria. Y es que, la sustancia anecdótica y temática centrada, como se ha dicho, en la memoria emocional de la patria chica y la vivencia de una España que se vacía, se despliega mediante un amplio repertorio de asuntos: el presente descubriendo que es gemelo del pasado; la pérdida/muerte (que penetra todas las historias): los que fueron y ya no están; el amor; la religión; el fanatismo de las creencias; la justicia; la desigualdad social; el racismo; la emigración obligada; la guerra; el enraizamiento; la despoblación; la pérdida de las tradiciones

LO EFÍMERO

Pero esta soberbia novela es, sobre todo, la autobiografía de un escritor (convertido en un personaje más) y de un lugar simbólico para él (Toñanes, escenario de los veranos de su infancia): el lugar en el que la familia tenía esa segunda residencia que empezaron a tener las familias de clase media española en los ochenta y noventa, normalmente mirando hacia la playa o recuperando las raíces uno o de los dos progenitores y que se convirtió en lugar simbólico para los niños que vivieron allí los momentos más felices de su infancia.

Por todo ello, no sorprende que una novela escrita con una técnica experimental sea también una novela de lectura cómoda (en un sentido positivo o, al menos, constructivo) pues, en el fondo, permite recomponerla como una larga serie de historias cortas narradas de una forma bastante tradicional, dado que el experimento narrativo no condiciona la novela. Al contrario, la técnica se utiliza con naturalidad, como una herramienta más, lo que determina que, a las pocas páginas, se tenga la sensación de que uno lleve leyendo así toda la vida.

Por otra parte, si bien Juan Gómez Bárcena se caracteriza por sobrepasar sus propias estructuras en cada nuevo trabajo, aquí muestra también una serie de elementos que se han mantenido en todos sus libros y que permiten hablar de una narrativa reconocible. Uno de estos elementos, quizá el más llamativo, es la puesta a prueba del discurso en el tiempo, es decir, una forma determinada de experimentar con la verdad sometiéndola al efecto del tiempo. En sus novelas el tiempo no es tanto un factor de erosión como un cristal que condiciona la verdad de cada momento: quizá porque esta ha sido la primera novela que comenzó a escribir y en la que llevaba sumergido toda su vida (y por tanto con distintas miradas determinadas por la edad y la experiencia).

Solo queda decir, por si no estaba claro, que Juan Gómez Bárcena ha construido una obra preciosa, de estructura complicada, con las dataciones temporales siempre históricas, siempre rigurosas; articulada sobre una notable arquitectura textual y de organización-concatenación de las historias que contiene; pero también sobre un enorme trabajo de documentación para recoger diversos giros del lenguaje, la descripción de tareas pasadas y la cotidianidad de los vecinos del pueblo.

Si bien es cierto que el inicio puede resultar un tanto confuso, la novela se cierra con tristeza por esas historias que acaban, por la pérdida, por lo efímero Por abandonar Toñanes.


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