«UN GUISO DE LENTEJAS»
Mary Cholmondeley (1899)
«Había vendido se primogenitura por un guiso de lentejas, tan positivamente
como cualquier hombre o mujer que se casa por dinero o por apariencia. No había
creído en su primogenitura y, al tenerla por inservible, la entregó a la primera persona que le ofreció algo a cambio»
NOVELA PROTOFEMINISTA
UN GUISO DE LENTEJAS (1899), claro ejemplo de novela feminista (la crítica
la considera protofeminista), figuró
entre las más vendidas de su época en los países de habla inglesa (tanto
Inglaterra, como Estados Unidos). Quizá porque Mary Cholmondeley plasmó un ámbito que conocía bien (de
hecho, la obra tiene mucho de autobiográfica),
pues gran parte de la acción transcurre en una rectoría de provincias muy
similar, seguramente, a la que llevaba su padre. De ahí que ambiente, costumbres y mentalidad estén
descritos con fidelidad casi quirúrgica. Igualmente retrata con precisión la
vida londinense y las clases sociales más altas (la sociedad a la moda);
es más, el contraste entre unas y otras, los prejuicios, envidias, frustraciones,
mezquindades e intentos de (rápido) ascenso social constituye uno de sus
principales y logrados hilos argumentales.
Por
otra parte, la trama auspicia
el siglo XX, anticipa algunos cambios
que se avecinaban y registra aquellos que venían produciéndose durante las
últimas décadas; pero, al mismo tiempo, muestra las resistencias que se oponen
a esa transición, a superar las convenciones que llevaban siglos marcando el
funcionamiento de un imperio, la reluctancia a abandonar lo que, hasta ese
momento, había funcionado. En su novela, la autora es consciente de que esa nueva Inglaterra, la libertad individual, las New Women y
la independencia femenina, si bien están abriéndose paso, son
aún movimientos tímidos y débiles, frente a la pertinaz Inglaterra victoriana y su moralidad estrecha y opresiva: muestra que se
estaban dando pasos, que el camino estaba abierto, pero que todavía había mucho
obstáculo que sortear y que la posición de la mujer era débil todavía en muchos
aspectos. De hecho, la posición de sus heroínas no dista mucho de las de Jane
Austen, aunque hayan pasado más de ochenta
años entre unas y otras.
NEW WOMEN EN
LA SOCIEDAD VICTORIANA
Un guiso de lentejas sigue, durante seis
meses (comienza en julio y termina en diciembre), a las dos protagonistas, Hester y Rachel, en algunas experiencias
vitales. Las presenta como mujeres que quieren vivir su vida a su manera, conducta
que colisiona frontalmente con los roles que la sociedad de su época ha
establecido para las mujeres. La
sociedad adquiere protagonismo dentro
de la historia a través de estas mujeres: se retrata la hipocresía y artificio de
la sociedad
(a la moda) mediante Rachel; frente
al provincianismo rural, mostrado recurriendo
a Hester
y la familia de su hermano.
Las protagonistas, son dos mujeres opuestas que, sin embargo, mantienen, desde la infancia, un vínculo de amistad que supera estatus sociales diferentes, caracteres dispares y una forma de ver y enfrentarse a la vida, atípica en sí misma en ambos casos, pero igualmente divergente. Al principio su relación se presenta con cierta ambigüedad (Capítulo VI, p. 58), pues la homosexualidad femenina, a finales del XIX, era más que un tabú; y pronto se descarta (Capítulo XX, p. 186), aunque vuelva a insinuarse al final. Son inteligentes, autosuficientes (podrían vivir su vida y mantenerse económicamente sin ningún hombre); sin embargo, viven sujetas a las elecciones y decisiones de los hombres: en el caso de Hester, de manera voluntaria, cruel e intencionada; en el de Rachel, de forma más ambigua, complicada y fatídica, asociada al personaje masculino (realmente enamorado de ella).
Cada una se encuentra encajada en su encrucijada emocional: por amor, Rachel deberá tomar decisiones que afectarán a la alta sociedad circundante; y por el deseo de publicar una gran obra literaria, las decisiones de Hester resquebrajarán algunas relaciones sociales y familiares. Ambas harán caso omiso a la opinión de sus allegados y de la sociedad a la moda (en una época en que resultaba muy arriesgado para una mujer), confiando su destino a su propio esfuerzo personal, con el propósito de alcanzar los objetivos individuales y profesionales.
DOS
MUJERES Y UN DESTINO
Rachel West, hija
de un herrero que había quebrado, tras la muerte de sus padres queda en una
situación de extrema pobreza: se gana la vida como puede y comienza una
relación (de cuatro años) con un hombre (Tristram) con quien no llega a casarse porque él busca una
esposa con dinero y buena posición social. Su vida cambia cuando hereda una
inmensa fortuna del socio de su padre y se convierte en uno de los partidos más
solicitados de Londres. Es una mujer fuerte que quiere casarse por amor, pero
el desengaño sufrido cuando luchaba por salir adelante por su cuenta hace que
recele de los hombres. Cortejada por dos pretendientes, Richard (Dick) Vernon y Hugh Scarlett, será conocedora
involuntaria de una apuesta que condicionará su vida.
Hester Gresley, escritora
de clase social alta, ha publicado un libro que ha sido la comidilla de su
entorno social. Tras morir la tía con la que vivía, se traslada al campo a
vivir en casa de su hermano James
(un vicario
ofuscado por su particular visión de la religión y la corrección
política) y la familia de este. Allí está escribiendo la que será su
obra maestra, sobre la que gira toda su existencia y en la que va postrando su
salud. Su visión de la vida, regida por la imaginación, es tan personal que
solo mediante la escritura consigue expresarse con acierto. Mujer
independiente, intelectualmente muy superior a la gente que le rodea, con una
vocación (profesión) a la que dedicar su vida, comete el error de irse a
convivir con su familia, gentes que, no conscientes de sus muchas limitaciones,
se creen en posesión de la verdad absoluta y consideran saber mejor que ella lo
que le conviene: de hecho, su hermano, James, no
deja de poner trabas a su creatividad, pues cualquiera que le contradice mínimamente
se gana su censura y enemistad. En ese ambiente cerrado y profesionalmente castrante, Hester termina su segundo libro: obra que va
a desbaratar las frágiles relaciones de tolerancia y confianza que ha mantenido
con su familia.
Ciertamente, algunos de
los momentos más brillantes de la obra los protagoniza el clérigo James Gresley:
su falta de empatía ofrece situaciones hilarantes (sátira mediante), aunque
disten de ser graciosas (aunque están perfectamente graduadas en su perversidad:
desde las simples travesuras dialécticas iniciales, al abuso destructivo
del climax). Este clérigo egocéntrico, provinciano, obtuso y
engreído que no da ninguna importancia al trabajo y al éxito como escritora de
su hermana, que la infravalora y censura porque no quiera vivir como él
pretende. James y su esposa, Minna, son, sin lugar a
dudas, los dos personajes más mezquinos de la novela, y protagonistas de una
escena espeluznante en su desarrollo y consecuencias (Capítulos
XL y XLI).
Los demás personajes (excelentes secundarios) componen un vivaz retrato de la
época y contribuyen (unos más que otros) a frustrar los proyectos de las
protagonistas. Cada uno interviene en una red de tramas que se entrecruzan y colisionan
provocando en ocasiones la sonrisa. Y, entre ellos y el lector, la narradora (autora) siempre presente,
mostrando sus opiniones y un sentido del humor ácido, irónico o tierno según el
momento.
NARRACIÓN CON INQUIETUDES
La novela comienza con brío: con los
tres primeros capítulos capta la atención del lector: narran la historia de una infidelidad a través de un personaje que resultará crucial, Hugh Scarlett,
que se dirige a casa de Lady Newhaven,
mujer casada con la que inició un romance meses atrás. Está dispuesto a
terminar con esta relación esa misma noche, pero no se espera lo que ocurre una
vez que llega a la casa... suceso inesperado
que condicionará no solo su propio futuro, sino el de una de las protagonistas.
A partir de ahí, la novela se organiza a través de dos hilos argumentales. Por un lado, está el adulterio que atrapa en su red de
obligaciones sociales no solo al personaje
masculino que lo ha protagonizado, sino al
personaje femenino que, sin saber nada de esa circunstancia, se
enamora de él, quedando también atrapada en una telaraña de enredos sociales de
los que no puede escapar.
Por otro, presenta cómo un clérigo (que
se considera piadoso, poseedor de una ética intachable y moralmente superior solo
por ser quién es y representar lo que representa) destroza
la vida de su hermana, una escritora que
vive por y para la literatura (camino que ha escogido para expresarse,
usar su voz, realizarse y situarse en el mundo.
Pero tan atractiva como la trama es la forma en qué se
cuenta y desarrolla. En primer lugar, hay que mencionar cómo cada capítulo se abre con una cita, refrán o frase que sirve de introducción y sinopsis
del mismo: toda una sintética declaración de principios.
No obstante, lo realmente destacable es el uso de la voz narrativa, que aparte de sus afiladas
apreciaciones, se muestra como un personaje más con
intervenciones en las que mediante el uso de la primera persona del plural
introduce apreciaciones que incluyen al lector (p.
22) o se dirige directamente a él (p. 265).
Por otra parte, está el uso intencional del estilo
indirecto en el desarrollo de diálogos con un claro objetivo expresivo. Así, en el Capítulo XLI, el
diálogo entre Hester y su cuñada Minna, mientras ésta se expresa mediante estilo
directo, para Hester se utiliza el indirecto, mostrando así la diferencia comunicativa entre ambas
interlocutoras, subrayando la indiferencia de la protagonista por entrar en la inicua
y convencional conversación de su cuñada (p. 356).
Sin embargo, en el Capítulo XLVII, en la
escena entre Lady Violet Newhaven y el capitán Algy Pratt utiliza para ambos el estilo indirecto mostrando así la disociación
comunicativa entre los dos en este encuentro (p.
429).
Otro rasgo de estilo es la utilización de las
descripciones de la naturaleza para asociarlos
a los estados de ánimo de los personajes. En este sentido
destaca el Capítulo XXXV, donde la
descripción atmosférica (viento, nubes...) sirve de telón al anuncio de la
muerte de Lord Edward Newhaven (p. 306).
Finalmente, cabe destacar asimismo la arquitectura
estructural del Capítulo XLVII: se abre con el anuncio de
compromiso de Rachel y Hugh en The Morning
Post, para pasar, a continuación, a ir intercalando sucesivamente la
recepción (y la consecuente reacción) del mismo por cada uno de los demás
personajes, desde Tristram a Violet Newaven.
UNA TAL MARY CHOMONDELEY
Pero,
¿quién está detrás de esta trama y estos personajes?
Mary Chomondeley (1859-1925) apenas es
conocida en España, aunque desde hace algunos años dos editoriales (Periférica y
Nocturna) hayan iniciado el rescate de su obra.
Poco agraciada
físicamente e hija, como se ha dicho, de un vicario, se dedicó a
cuidar a su madre durante más de treinta años. Tales factores le hicieron creer
(acertadamente, pues murió soltera) que nunca se casaría, por lo que usaba la
escritura como vía de escape ante la monotonía de su vida. Su pasión
siempre fue escribir y publicó al menos decena y media de títulos apreciables.
Admirada por Henry James y Virginia Woolf, se le compara con Jane
Austen (en la sinopsis se lee «a la manera de una Jane Austen al alba del siglo XX»), aunque la supera en
lo afilado de su prosa, pues maneja la sátira con incisiva maestría: administra
una ironía dirigida con acierto. Abiertamente feminista, dirige críticas
aceradas (a veces, incluso cáusticas) al machismo social, la iglesia
fundamentalista y las convenciones de su entorno (rural o urbano, hay censura
para todos: pocos personajes se salvan).
Mujer independiente, pertenece a esa generación de mujeres que
alcanzan la mayoría de edad entre 1890 y 1920
y desafiarían las normas y estructuras de género vigentes, oponiéndose a los
ideales victorianos. Amiga de escritores y curtida feminista, durante los
primeros años, no utiliza su auténtico nombre, hasta que, en 1893 abandona el pseudónimo al publicar Diana
Tempest, considerado
libro precursor del movimiento
feminista New Woman (ideal feminista surgido a finales del siglo xix que auspiciaba una nueva mujer que forzaba los
límites establecidos por la sociedad dominada por los hombres, siguiendo el
ejemplo de las obras del noruego Henrik Ibsen en cuanto al papel
de la mujer en la sociedad y su libertad a la hora de escoger su camino en la
vida).
MIRADA CRÍTICA, LENGUA AFILADA
Así
pues, tras el argumento, los personajes y las intervenciones de la narradora está
una mente libre capaz de ir más allá de lo esperable, aunque hasta cierto punto,
ya que la autora es plenamente consciente de que la iglesia y la sociedad de su
época están ahí, alerta. Quizá, esa sea la causa de los
castigos que los personajes sufren
cuando se apartan del camino correcto, es decir, cuando se observan conductas inadmisibles como el adulterio
o la novela de crítica social (escrita, además por ¡una mujer!), algo a
lo que el lector-espectador actual está acostumbrado, pues tanto la literatura
como el cine (sobre todo en etapas de censura más o menos oficial) nos han
acostumbrado a este tipo de convención argumental. Pero, tanto lo que queda
dicho antes, como la reacción moral y emotiva que tales castigos suscitan en el
lector (sensación de injusticia, impotencia, empatía…) forman parte del mensaje
de forma clara y contundente.
Todo
lo que Mary Cholmondeley veía y no le
gustaba, los obstáculos que tenían que afrontar las mujeres cuando querían
seguir una carrera profesional, las oportunidades que se les negaban por ser
mujeres, lo plasma y critica aquí. Escribe con absoluta libertad (como su
personaje, Hester, goza de una lengua
afilada) de todo lo que consideraba importante mediante alusiones y
críticas (unas veces, expresas; otras, indirectas y solapadas) a las
convenciones sociales y religiosas que coartaban la libertad de las personas,
en general, y de las mujeres, en particular. Aparecen críticas obvias a la
iglesia anglicana fundamentalista de la época y a la moralidad victoriana hipócrita
que condenaba las conductas ajenas mientras pasaba por alto las propias. Critica
el deber autoimpuesto (nunca solicitado) por ciertos familiares sobre las
mujeres solteras para decidir por ellas todos los aspectos de su vida, considerándolas
incapaces de elegir y tomar sus propias decisiones, dando por supuesto su inferioridad
moral e intelectual. Critica el anacrónico, pero inalterable, sentido del honor
que constituía el eje del sistema moral que seguía la alta sociedad inglesa (hasta
el punto de que su incumplimiento suponía la caída en desgracia no solo del
individuo, sino de toda su estirpe). Y, por supuesto, desnuda a su propia
sociedad, ávida de espiritualidad y de ética, pero inmersa en la superficialidad,
la apariencia y lo políticamente correcto.
PROBLEMAS DE TRADUCCIÓN
En efecto, el título hace referencia al pasaje
bíblico del Génesis en el que Esaú
vende su primogenitura a su hermano, Jacob, por un plato de lentejas, metáfora
que incluye dos enfoques: tanto el aprovechamiento de un momento de necesidad de
otro para obtener de él un beneficio, como el cambio de algo importante por algo
de escaso valor. La autora lo utiliza como metáfora para explicar lo ocurrido con el
personaje de Hugh Scarlett, su
affaire con la casada Lady Newhaven
y el descubrimiento del amor verdadero junto a Rachel. La
primogenitura en
este caso es el amor
verdadero, el que siente cuando conoce a Rachel y que ha
quedado vendido y supeditado a las consecuencias de su relación con Violet Newhaven, de la que nunca llegó a estar enamorado (aunque
así lo creyese en un principio).
Si bien a esta obra aguda y absorbente se le pueden poner pocas pegas una de ellas es la traducción del título, pues en nuestro idioma la metáfora bíblica tiene acuñada la expresión «por un plato de lentejas», mucho más descriptiva y afortunada que la adoptada por la editorial.
Pega extensible al conjunto del libro, que el lector aprecia pronto con la sensación de estar leyendo una traducción poco afortunada, especialmente evidente en detalles como el que un obispo victoriano, dirigiéndose a una dama, le diga: Hester está en manos de Dios y eso es suficiente para nosotros. Y ahora date un garbeo por el jardín. (p. 438)
Asimismo,
se podrían señalar los pasajes que carecen de
contenido crítico o el excesivo
dramatismo de algunas escenas. Sin duda, también se puede reprochar
la excesiva extensión. Aunque
conviene recordar que todo autor vive en un contexto y ambos rasgos reflejan
los gustos de la época victoriana en la que se escribió.
Posiblemente este retrato de la sociedad inglesa de finales del siglo XIX, pueda resultar poco combativo, pero teniendo en cuenta la fecha en la que se escribió sus postulados se
manifiestan sobradamente incisivos, pues, como se ha dicho, no escatima dardos envenenados sobre la sociedad de su época.
Se como fuere, se trata
de una novela grácil y sugestiva que, con su estilo fresco e
incisivo,
se lee con agrado y desenfado, aun siendo un
tanto irregular (el hilo argumental dedicado a Hester está temática y narrativamente más logrado y, desde luego, más próximo al lector actual), que alterna momentos
muy brillantes, con otros que no lo son tanto y pueden resultar, incluso, algo
pesados.

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