«PÁNICO»
James Ellroy (2021)
EL REGRESO DEL PERRO DIABÓLICO
PÁNICO (2022) de James Ellroy (Los Ángeles, 1948)
es una novela independiente,
que se desmarca del Segundo Cuarteto de Los Ángeles, aunque numerosas publicaciones la
estén incluyendo en dicha serie que, por una parte, se enmarca en un período distinto (la década
de los cuarenta y la II Guerra Mundial);
y, por otra, nada tiene que ver con
esta nueva obra (ni en cuanto a personajes,
temática o trama).
Supone un regreso a su ciudad natal, a la década de los
cincuenta y a un viejo conocido de sus novelas, Fred Otash (1922-1992), quien ya aparecía en Seis de los
grandes y Sangre vagabunda, pertenecientes a su Trilogía de los Bajos Fondos (así como en Shakedown, aun no publicada en España).
Ellroy se vale de su versión ficticia del
personaje real como narrador (subjetivo) que habla (en primera persona) desde un
Purgatorio en 2020 (casi cuarenta
años después de su fallecimiento) mientras espera su salvación. Recurso
argumental bastante manido este del personaje muerto al que se da, desde un
determinado limbo (en este caso la Celda 2607
que ocupa en la Galería de los rompevidas
irreflexivos de un Penal Penitenciaría en el Purgatorio de los pervertidos)
la oportunidad de confesar y redimirse. Pero aquí funciona y confiere al
conjunto un tono y una cercanía poco usuales: aunque a primera vista, dado el
carácter del personaje, puede provocar una narrativa confusa o absurda, al acabar
la novela, no sólo se muestra sugerente, sino indudablemente conveniente. En
este caso esta elección formal apoya y realza el fondo argumental, pues no sólo
importa qué se cuenta, sino también quién y cómo lo
cuenta.
UN TAL FRED OTASH
Fred
Otash fue un detective sin escrúpulos que espiaba a todo el
que era algo en Los Ángeles de los cincuenta:
se definió a sí mismo como «el
tirano que tuvo como rehén a Hollywood», pues su actividad
como investigador para la revista sensacionalista
Confidential le permitió acumular
y utilizar sus chismes sobre la sociedad de la época (que le llegó a conocer
como Gestapo Otash). Conocía todo lo
que Hollywood ocultaba, pero las
estrellas cinematográficas no fueron sus únicos objetivos; sus víctimas se extendían
a políticos, músicos, industriales o intelectuales, pasando por la clase alta
(capaz de cualquier cosa para evitar el escándalo) y, como siempre, por la
policía (brutal y corrupta).
Su
agitada y criminal vida real le llevó a aparecer en los
archivos del FBI relativos a la muerte de John Fitzgerald
Kennedy; a ser contratado por Lana Turner o Bette Davis, entre
otras; a ser pagado por Peter Lawford para que investigara a Marilyn
Monroe (en sus memorias, recogió la implicación de Bobby Kennedy en
su muerte); a descubrir la adicción a las drogas de Judy Garland…
Aunque, sorprendentemente, tras su muerte no apareció ninguna de sus cintas o informes.
Utilizado
por el poder policial (el Departamento de Policía de Los Ángeles le
obligó a actuar como confidente), el político (Kennedy llegó a emplear sus
servicios) y el mediático (suministró a la revista sensacionalista Confidential, para la que trabajaba, información
sobre las intimidades de toda la sociedad angelina), representó las cloacas de
una sociedad hipócrita que primero lo utilizó para después condenarlo.
Hipocresía social que dominaba (y domina) Hollywood
y, en general, la puritana vida social americana.
MEMORIAS DEL PERRO PERVERSO DE LA NOCHE
Desde
su celda Freddy rememora los pormenores de
la vida clandestina de Los Ángeles de
los cincuenta: concretamente en el período comprendido entre 1953 y 1957 (ampliado con algunos recuerdos desde 1949 y un breve epílogo en 1960). A partir de ahí, esta novela
escrita en forma de memorias, narra la vida y actividades del
personaje. Pero no nos engañemos, como todas las de Ellroy
contiene tanto de realidad como de recreación: el autor insiste en recordarnos
que lo que escribe es fruto de su imaginación, pues usa la realidad para
llevarla a su terreno.
El
personaje se describe como un galán guapo, un libanés libinidoso y un bribón
nato. Exmarine e instructor militar durante la Guerra Mundial, se incorpora al
DPLA a finales del 45, pero se mete en problemas y abandona la policía para
convertirse en detective privado con aires de matón y proxeneta Personifica a
la perfección el prototipo de detective:
fuma como un carretero, bebe whisky y toma anfetaminas (sus desayunos consisten
en dexis y Old Crow), conduce un Cadillac,
usa gomina, se rodea de mujeres e investiga al todo Hollywood.
Mantiene
una vida frenética que sobrelleva y carece de moral y de principios: su credo
se reduce a hacer de todo, excepto matar y trabajar para los comunistas.
Pero
su debilidad son las mujeres, hasta el punto de poner en peligro su vida y su
actividad por solucionar los asesinatos irresolutos de dos mujeres, Janey Blayne y Joan
Hubbard Horvath (a las que le unen unos vínculos especiales), por lo
que incluso el propio William H. Parker, Jefe del DPLA, le aconsejará
que abandone su fijación con las «mujeres muertas y maltratadas». Aparecerán
también en estas estrafalarias confesiones las mujeres que quiso: Claire Klein (la vengativa), Connie Woodard (la comunista), Stretch Perkins (la joven jugadora de
baloncesto), y, sobre todo, Joi Lansing
(su amor perdido) y Lois Nettleton (a
quien consideró su amor verdadero).
EL
PODER DEL PERIODISMO BASURA
El protagonista glosa sus actividades como traficante de información
privada para vender a revistas de escándalos, mantenerse a bien con la policía
o, simplemente, para su beneficio personal. Indudablemente, una de sus
principales actividades estribaba en su trabajo para la revista
sensacionalista Confidential (la otra gran protagonista, por decirlo así, de la novela), proveyéndola
de cotilleos íntimos y escabrosos del gran mundo angelino.
Tal hilo argumental ofrece momentos tan apreciables como su
reflexión, desde el presente, sobre el papel que la revista jugó como precursora
infantil de internet y la actual cultura mediática sensacionalista: los (timoratos
y balandrones) blogueros actuales y sus textos (trapaceros).
Destaca,
sobre todo, el diálogo mantenido con Robert Harrison («Bondage Bob»), editor y redactor jefe de la
revista, en el que le aconseja cómo llevarla y los principios a los que ha de
ajustarse: incremento del contenido sexual y publicación de aquello totalmente
cierto y verificable
Otro aspecto
remarcable es el uso indiscriminado que hace de la tecnología
de escuchas y filmaciones, mediante una red tan impresionante que pone de
manifiesto que la situación de nuestros días al respecto ha tenido eficaces
precursores (hasta el punto de poder considerar a Villarejo un burdo
remedo de Otash).
Pero
especialmente reseñable resulta el enfoque del protagonista sobre el léxico de la
revista: uso de un lenguaje escabroso, del argot de los bajos fondos, de
aliteraciones, de insultos…: en suma, vulgarizar creando un lenguaje populista
y extravagante.
DIVERSIFICAR
PARA GANAR
Como cualquier empresario emprendedor dentro del mercado capitalista,
practica una prudente diversificación: no limita toda su actividad a la revista, sino que paralelamente emprende
otros negocios. Trafica con armas o
píldoras, distribuye pornografía (se cita
la película Mae West’s Menagerie), arregla abortos y, en general, se dedica a todo lo que puede proporcionarle dinero o
influencia.
Para abordar todas esas actividades cuenta los más variados colaboradores: exmarines, la Brigada de los Sombreros (cuerpo policial de prácticas heterodoxas), sus propias novias o
amantes, y, por supuesto, toda una red de soplones e indeseables que trafican
con información. Emprendedor agresivo, está dispuesto a
recurrir a cualquier práctica para conseguir información: el acceso a policías
corruptos, el chantaje de sus víctimas (para que delaten a otros a cambio de no
aparecer en la revista), el robo de expedientes de consultas psiquiátricas, y
por supuesto, la amenaza y la aplicación de la fuerza. En este sentido, hay que
destacar la brutalidad de sus métodos:
entre otros, el uso persuasivo de una freidora encendida o de una gruesa guía de teléfonos.
PERSONAJES PARA UNA EXPOSICIÓN
Si
bien el protagonista es quien proporciona al conjunto su solidez
narrativa, toda una serie de menciones y
anécdotas del amplio elenco de
personajes aportan una variedad y atracción innegables: actores,
directores, músicos, periodistas, prostitutas, delincuentes, policías,
políticos, todo ese mundo agrupado en el fastuoso y libertino Hollywood (la meca
del cine).
Un
valor añadido de esta narración desquiciada se deriva no tanto del hecho de que
la mayoría de estos personajes sean reales, sino de cómo los caracteriza el
autor, a veces mediante simples coletillas:
Ingrid Bergman, insolente; Jane Russell, jugosa; Lex Barker,
tonificado (como Tarzán); Lana Turner, borrachina; Elia Kazan,
enano inepto y delator…
Otro
tanto ocurre con las anécdotas relatadas. A modo de ejemplo baste citar, entre
otros episodios gloriosos, el pase en la casa del protagonista en el otoño de
1953 de una película especial,
editada y montada por James Dean, pues ilustra tanto el espíritu de la
época como el mundo en que se movía el protagonista. El anfitrión proporciona
pizza, bebida y pastillas a toda una serie de invitados representativos del
mundo social de la época: Liz
Taylor, Ward
Wardell, Ronnie Reagan, Arthur Crowley, Bondage Bob,
Jean-Paul Sartre, Rock Hudson, Helen Gahagan
Douglas, Charlie Parker…
Pero
entre toda esa plétora de personajes sobresalen
especialmente tres. El más destacado
es James Dean, del que presenta sus
inicios en Hollywood. Primero como amigo y confidente de Otash. Y luego, relacionado con el director Nicholas
Ray y un grupo de jóvenes actores (incluidos Sal Mineo y Natalie
Wood) durante el rodaje de Rebelde sin causa:
ello da ocasión a Ellroy para mostrar la
creciente espiral de envilecimiento en que se va adentrando el grupo y el
intento de disuadirlo por parte de un joven y timorato Dennis Hopper.
Otro
personaje destacado es Rock Hudson,
al que se nos presenta en la época en que los estudios le buscan una esposa que
encubra sus inclinaciones sexuales: Otash
cuenta todo lo que llega a hacer al respecto y cómo se va beneficiando de tal
actividad.
Y
no podía faltar uno de los personajes históricos favoritos del autor, el por
entonces senador (y después futuro presidente) de los Estados Unidos, Jack
Kennedy (Jack el K, para Otash), del que vuelve a trazar un feroz retrato
personal y político.
Todas
esas anécdotas y personajes se agitan en una coctelera con mucho sexo, política
(historias sobre los grupos filocomunistas del momento, centradas en Connie
Woodard, la columnista del grupo Hearts), procesos judiciales (el
tortuoso recorrido judicial que desembocó en la ejecución del secuestrador y
violador Caryl Whittier Chessman), rodajes (como Rebelde sin causa o la filmación y proyección
de películas obscenas), investigaciones del FBI, la caza de brujas del Comité
de Actividades Antiamericanas, alianzas impensables y. sobre todo, el
ascenso y la caída de Confidential. Toda una profusión de hilos argumentales que
dibujan un tapiz esquizofrénico de la América
de posguerra.
ALGO
QUE APRENDER
La
novela, que se estructura en tres partes
emitidas desde la Celda 2607 (Extorsión,
Perro Pervertido y El Piro), constituye una estampa del lado
oscuro de la ley, la política, el periodismo y la aparentemente inocente
ciudadanía.
Ellroy mediante esta historia
en clave paranoica y tono paródico
nos lleva, una vez más al infierno de la corrupción total: policial, política,
social, artística y moral. Con humor, misterio y momentos de locura que rozan
el absurdo, propone un descarnado descenso a las cloacas sociales en el que no
queda títere con cabeza.
Todo
ello, como es propio de una novela de Ellroy,
contado con un ritmo frenético (aquí exacerbado, por la naturaleza del
narrador) que no da respiro; con un lenguaje directo y sin pelos en la lengua;
y, como se ha dicho, desplegando ante el lector mil historias escabrosas y
brutales de Los Ángeles. Una vez más el
autor ha logrado una narración apasionante de la que es difícil desengancharse
(y que cuando se acaba, te deja con ganas de más).
Esta
vez, sus referentes ha sido, según
declaración propia, el género de la llamada novela
de Hollywood (El día de la
langosta de Nathanel West, ¿Por
qué corre Summy? y Los desencantados
de Budd Schulberg) mezclado con novela
negra (sus propias novelas como autorreferencia) y novela popular (El
informe Chapman de Irving Wallace, Los insaciables de Harold Robbins), aunque reconoce
que también le han influido novelas de sexo
y sobre la alta sociedad
publicadas en los años sesenta.
¿QUIÉN DA MÁS?
De
James Ellroy se viene diciendo desde hace
años que es el gran autor de la novela negra contemporánea; que ha redefinido el género; que se ha convertido
en una de las figuras de la literatura
norteamericana de la segunda mitad del siglo pasado; que está escribiendo la historia de Estados Unidos
en el siglo XX (sobre
todo con los Cuartetos de Los Ángeles
y la Trilogía de los Bajos Fondos). Todo ello puede ser verdad
o ser simples epígrafes para la publicidad
editorial de sus obras, cada lector opinará al respecto.
Lo que no cabe duda es que sus novelas son destellos de realidad
en un mundo que cada día se ve reflejado de forma más palmaria en sus obras. Y
no solo limitado a los Estados Unidos. En España, sin ir más lejos pueden hoy día rastrearse tantas o más miserias
que, entre bastidores, se vienen dando en nuestra sociedad del bienestar: de Roldán
a Villarejo, de Mariano Rubio a Mariano Conde, de Amedo
a Koldo, de Filesa a Gurtel, en fin, como Francisco Umbral
dejaba traslucir en sus columnas, todos los días tenemos personajes y anécdotas
que no quedan atrás de las relatadas por el ficticio Otash en esta novela desbordante y
sugestivamente chismosa.

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