sábado, 18 de mayo de 2024

PÁNICO

 

«PÁNICO»
James Ellroy
(2021)


 «El lenguaje debe levantar el látigo y lacerar. El lenguaje libera a la vez que ofende»

 

EL REGRESO DEL PERRO DIABÓLICO

PÁNICO (2022) de James Ellroy (Los Ángeles, 1948) es una novela independiente, que se desmarca del Segundo Cuarteto de Los Ángeles, aunque numerosas publicaciones la estén incluyendo en dicha serie que, por una parte, se enmarca en un período distinto (la década de los cuarenta y la II Guerra Mundial); y, por otra, nada tiene que ver con esta nueva obra (ni en cuanto a personajes, temática o trama).

Supone un regreso a su ciudad natal, a la década de los cincuenta y a un viejo conocido de sus novelas, Fred Otash (1922-1992), quien ya aparecía en Seis de los grandes y Sangre vagabunda, pertenecientes a su Trilogía de los Bajos Fondos (así como en Shakedown, aun no publicada en España).

Ellroy se vale de su versión ficticia del personaje real como narrador (subjetivo) que habla (en primera persona) desde un Purgatorio en 2020 (casi cuarenta años después de su fallecimiento) mientras espera su salvación. Recurso argumental bastante manido este del personaje muerto al que se da, desde un determinado limbo (en este caso la Celda 2607 que ocupa en la Galería de los rompevidas irreflexivos de un Penal Penitenciaría en el Purgatorio de los pervertidos) la oportunidad de confesar y redimirse. Pero aquí funciona y confiere al conjunto un tono y una cercanía poco usuales: aunque a primera vista, dado el carácter del personaje, puede provocar una narrativa confusa o absurda, al acabar la novela, no sólo se muestra sugerente, sino indudablemente conveniente. En este caso esta elección formal apoya y realza el fondo argumental, pues no sólo importa qué se cuenta, sino también quién y cómo lo cuenta.

UN TAL FRED OTASH

Fred Otash fue un detective sin escrúpulos que espiaba a todo el que era algo en Los Ángeles de los cincuenta: se definió a sí mismo como «el tirano que tuvo como rehén a Hollywood», pues su actividad como investigador para la revista sensacionalista Confidential le permitió acumular y utilizar sus chismes sobre la sociedad de la época (que le llegó a conocer como Gestapo Otash). Conocía todo lo que Hollywood ocultaba, pero las estrellas cinematográficas no fueron sus únicos objetivos; sus víctimas se extendían a políticos, músicos, industriales o intelectuales, pasando por la clase alta (capaz de cualquier cosa para evitar el escándalo) y, como siempre, por la policía (brutal y corrupta).

Su agitada y criminal vida real le llevó a aparecer en los archivos del FBI relativos a la muerte de John Fitzgerald Kennedy; a ser contratado por Lana Turner o Bette Davis, entre otras; a ser pagado por Peter Lawford para que investigara a Marilyn Monroe (en sus memorias, recogió la implicación de Bobby Kennedy en su muerte); a descubrir la adicción a las drogas de Judy Garland… Aunque, sorprendentemente, tras su muerte no apareció ninguna de sus cintas o informes.

Utilizado por el poder policial (el Departamento de Policía de Los Ángeles le obligó a actuar como confidente), el político (Kennedy llegó a emplear sus servicios) y el mediático (suministró a la revista sensacionalista Confidential, para la que trabajaba, información sobre las intimidades de toda la sociedad angelina), representó las cloacas de una sociedad hipócrita que primero lo utilizó para después condenarlo. Hipocresía social que dominaba (y domina) Hollywood y, en general, la puritana vida social americana.

MEMORIAS DEL PERRO PERVERSO DE LA NOCHE

Desde su celda Freddy rememora los pormenores de la vida clandestina de Los Ángeles de los cincuenta: concretamente en el período comprendido entre 1953 y 1957 (ampliado con algunos recuerdos desde 1949 y un breve epílogo en 1960). A partir de ahí, esta novela escrita en forma de memorias, narra la vida y actividades del personaje. Pero no nos engañemos, como todas las de Ellroy contiene tanto de realidad como de recreación: el autor insiste en recordarnos que lo que escribe es fruto de su imaginación, pues usa la realidad para llevarla a su terreno.

El personaje se describe como un galán guapo, un libanés libinidoso y un bribón nato. Exmarine e instructor militar durante la Guerra Mundial, se incorpora al DPLA a finales del 45, pero se mete en problemas y abandona la policía para convertirse en detective privado con aires de matón y proxeneta Personifica a la perfección el prototipo de detective: fuma como un carretero, bebe whisky y toma anfetaminas (sus desayunos consisten en dexis y Old Crow), conduce un Cadillac, usa gomina, se rodea de mujeres e investiga al todo Hollywood.

Mantiene una vida frenética que sobrelleva y carece de moral y de principios: su credo se reduce a hacer de todo, excepto matar y trabajar para los comunistas.

Pero su debilidad son las mujeres, hasta el punto de poner en peligro su vida y su actividad por solucionar los asesinatos irresolutos de dos mujeres, Janey Blayne y Joan Hubbard Horvath (a las que le unen unos vínculos especiales), por lo que incluso el propio William H. Parker, Jefe del DPLA, le aconsejará que abandone su fijación con las «mujeres muertas y maltratadas». Aparecerán también en estas estrafalarias confesiones las mujeres que quiso: Claire Klein (la vengativa), Connie Woodard (la comunista), Stretch Perkins (la joven jugadora de baloncesto), y, sobre todo, Joi Lansing (su amor perdido) y Lois Nettleton (a quien consideró su amor verdadero).

EL PODER DEL PERIODISMO BASURA

El protagonista glosa sus actividades como traficante de información privada para vender a revistas de escándalos, mantenerse a bien con la policía o, simplemente, para su beneficio personal. Indudablemente, una de sus principales actividades estribaba en su trabajo para la revista sensacionalista Confidential (la otra gran protagonista, por decirlo así, de la novela), proveyéndola de cotilleos íntimos y escabrosos del gran mundo angelino.

Tal hilo argumental ofrece momentos tan apreciables como su reflexión, desde el presente, sobre el papel que la revista jugó como precursora infantil de internet y la actual cultura mediática sensacionalista: los (timoratos y balandrones) blogueros actuales y sus textos (trapaceros).

Destaca, sobre todo, el diálogo mantenido con Robert Harrison («Bondage Bob»), editor y redactor jefe de la revista, en el que le aconseja cómo llevarla y los principios a los que ha de ajustarse: incremento del contenido sexual y publicación de aquello totalmente cierto y verificable

Otro aspecto remarcable es el uso indiscriminado que hace de la tecnología de escuchas y filmaciones, mediante una red tan impresionante que pone de manifiesto que la situación de nuestros días al respecto ha tenido eficaces precursores (hasta el punto de poder considerar a Villarejo un burdo remedo de Otash).

Pero especialmente reseñable resulta el enfoque del protagonista sobre el léxico de la revista: uso de un lenguaje escabroso, del argot de los bajos fondos, de aliteraciones, de insultos…: en suma, vulgarizar creando un lenguaje populista y extravagante.

DIVERSIFICAR PARA GANAR

Como cualquier empresario emprendedor dentro del mercado capitalista, practica una prudente diversificación: no limita toda su actividad a la revista, sino que paralelamente emprende otros negocios. Trafica con armas o píldoras, distribuye pornografía (se cita la película Mae West’s Menagerie), arregla abortos y, en general, se dedica a todo lo que puede proporcionarle dinero o influencia.

Para abordar todas esas actividades cuenta los más variados colaboradores: exmarines, la Brigada de los Sombreros (cuerpo policial de prácticas heterodoxas), sus propias novias o amantes, y, por supuesto, toda una red de soplones e indeseables que trafican con información. Emprendedor agresivo, está dispuesto a recurrir a cualquier práctica para conseguir información: el acceso a policías corruptos, el chantaje de sus víctimas (para que delaten a otros a cambio de no aparecer en la revista), el robo de expedientes de consultas psiquiátricas, y por supuesto, la amenaza y la aplicación de la fuerza. En este sentido, hay que destacar la brutalidad de sus métodos: entre otros, el uso persuasivo de una freidora encendida o de una gruesa guía de teléfonos.

PERSONAJES PARA UNA EXPOSICIÓN

Si bien el protagonista es quien proporciona al conjunto su solidez narrativa, toda una serie de menciones y anécdotas del amplio elenco de personajes aportan una variedad y atracción innegables: actores, directores, músicos, periodistas, prostitutas, delincuentes, policías, políticos, todo ese mundo agrupado en el fastuoso y libertino Hollywood (la meca del cine).

Un valor añadido de esta narración desquiciada se deriva no tanto del hecho de que la mayoría de estos personajes sean reales, sino de cómo los caracteriza el autor, a veces mediante simples coletillas: Ingrid Bergman, insolente; Jane Russell, jugosa; Lex Barker, tonificado (como Tarzán); Lana Turner, borrachina; Elia Kazan, enano inepto y delator…

Otro tanto ocurre con las anécdotas relatadas. A modo de ejemplo baste citar, entre otros episodios gloriosos, el pase en la casa del protagonista en el otoño de 1953 de una película especial, editada y montada por James Dean, pues ilustra tanto el espíritu de la época como el mundo en que se movía el protagonista. El anfitrión proporciona pizza, bebida y pastillas a toda una serie de invitados representativos del mundo social de la época: Liz Taylor, Ward Wardell, Ronnie Reagan, Arthur Crowley, Bondage Bob, Jean-Paul Sartre, Rock Hudson, Helen Gahagan Douglas, Charlie Parker

Pero entre toda esa plétora de personajes sobresalen especialmente tres. El más destacado es James Dean, del que presenta sus inicios en Hollywood. Primero como amigo y confidente de Otash. Y luego, relacionado con el director Nicholas Ray y un grupo de jóvenes actores (incluidos Sal Mineo y Natalie Wood) durante el rodaje de Rebelde sin causa: ello da ocasión a Ellroy para mostrar la creciente espiral de envilecimiento en que se va adentrando el grupo y el intento de disuadirlo por parte de un joven y timorato Dennis Hopper.

Otro personaje destacado es Rock Hudson, al que se nos presenta en la época en que los estudios le buscan una esposa que encubra sus inclinaciones sexuales: Otash cuenta todo lo que llega a hacer al respecto y cómo se va beneficiando de tal actividad.

Y no podía faltar uno de los personajes históricos favoritos del autor, el por entonces senador (y después futuro presidente) de los Estados Unidos, Jack Kennedy (Jack el K, para Otash), del que vuelve a trazar un feroz retrato personal y político.

Todas esas anécdotas y personajes se agitan en una coctelera con mucho sexo, política (historias sobre los grupos filocomunistas del momento, centradas en Connie Woodard, la columnista del grupo Hearts), procesos judiciales (el tortuoso recorrido judicial que desembocó en la ejecución del secuestrador y violador Caryl Whittier Chessman), rodajes (como Rebelde sin causa o la filmación y proyección de películas obscenas), investigaciones del FBI, la caza de brujas del Comité de Actividades Antiamericanas, alianzas impensables y. sobre todo, el ascenso y la caída de Confidential. Toda una profusión de hilos argumentales que dibujan un tapiz esquizofrénico de la América de posguerra.

ALGO QUE APRENDER

La novela, que se estructura en tres partes emitidas desde la Celda 2607 (Extorsión, Perro Pervertido y El Piro), constituye una estampa del lado oscuro de la ley, la política, el periodismo y la aparentemente inocente ciudadanía.

Ellroy mediante esta historia en clave paranoica y tono paródico nos lleva, una vez más al infierno de la corrupción total: policial, política, social, artística y moral. Con humor, misterio y momentos de locura que rozan el absurdo, propone un descarnado descenso a las cloacas sociales en el que no queda títere con cabeza.

Todo ello, como es propio de una novela de Ellroy, contado con un ritmo frenético (aquí exacerbado, por la naturaleza del narrador) que no da respiro; con un lenguaje directo y sin pelos en la lengua; y, como se ha dicho, desplegando ante el lector mil historias escabrosas y brutales de Los Ángeles. Una vez más el autor ha logrado una narración apasionante de la que es difícil desengancharse (y que cuando se acaba, te deja con ganas de más).

Esta vez, sus referentes ha sido, según declaración propia, el género de la llamada novela de Hollywood (El día de la langosta de Nathanel West, ¿Por qué corre Summy? y Los desencantados de Budd Schulberg) mezclado con novela negra (sus propias novelas como autorreferencia) y novela popular (El informe Chapman de Irving Wallace, Los insaciables de Harold Robbins), aunque reconoce que también le han influido novelas de sexo y sobre la alta sociedad publicadas en los años sesenta.

¿QUIÉN DA MÁS?

De James Ellroy se viene diciendo desde hace años que es el gran autor de la novela negra contemporánea; que ha redefinido el género; que se ha convertido en una de las figuras de la literatura norteamericana de la segunda mitad del siglo pasado; que está escribiendo la historia de Estados Unidos en el siglo XX (sobre todo con los Cuartetos de Los Ángeles y la Trilogía de los Bajos Fondos). Todo ello puede ser verdad o ser simples epígrafes para la publicidad editorial de sus obras, cada lector opinará al respecto.

Lo que no cabe duda es que sus novelas son destellos de realidad en un mundo que cada día se ve reflejado de forma más palmaria en sus obras. Y no solo limitado a los Estados Unidos. En España, sin ir más lejos pueden hoy día rastrearse tantas o más miserias que, entre bastidores, se vienen dando en nuestra sociedad del bienestar: de Roldán a Villarejo, de Mariano Rubio a Mariano Conde, de Amedo a Koldo, de Filesa a Gurtel, en fin, como Francisco Umbral dejaba traslucir en sus columnas, todos los días tenemos personajes y anécdotas que no quedan atrás de las relatadas por el ficticio Otash en esta novela desbordante y sugestivamente chismosa.


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