lunes, 29 de abril de 2024

EL SILENCIO DE LOS CORDEROS

 

«EL SILENCIO DE LOS CORDEROS»
Thomas Harris (1988)


«Nada nos hace más vulnerables que la soledad, a excepción de la avaricia».


LOS TRES PELOS DEL DIABLO

Podría parecer, cuando menos, curioso iniciar esta reseña relatando el cuento del campesino que consigue llegar a casarse con la hija del rey tras ir hasta la cueva del diablo y conseguir arrancarle tres pelos de su cabeza, cada uno de los cuales le autorizan a formularle una pregunta, cuyas respuestas permiten su regreso al castillo sano, salvo y triunfante. Sin embargo, eso es precisamente lo que hizo el escritor norteamericano Thomas Harris (Jackson - Tennessee, 1940) en su novela EL SILENCIO DE LOS CORDEROS, cuya primera edición aparecería como El silencio de los inocentes debido a una desafortunada traducción, adecuadamente corregida en las siguientes.

ÉRASE UNA VEZ

En efecto, Harris tomó como hilo argumental ese clásico de los cuentos de hadas para transformarlo en una novela policiaca (thriller policiaco) tensa y agobiante. Una guapa y destacada aspirante a agente del FBI, Clarice Sterling (el campesino) recibe de uno de sus superiores, Jack Crawford (el rey), el extraño encargo de entrevistarse con un peligroso criminal psicópata, el doctor Hannibal Lecter (el sapientísimo diablo), internado en un sanatorio mental de Baltimore para sicópatas peligrosos (la guarida). Lecter, apodado Hannibal el Caníbal por el FBI, es un inteligente y refinado psiquiatra (valorado como uno de los más prestigiosos en su profesión: escribe artículos científicos, mundialmente reconocidos, desde su celda), capaz de llegar a lo más profundo de la personalidad humana, así como de torturar, asesinar y comerse a sus víctimas con igual refinamiento y frialdad.

Durante esa primera entrevista (el primer pelo), aparentemente inquietante e infructuosa, el psiquiatra, recurriendo a su aguda inteligencia y pericia profesional, averigua detalles íntimos de la vida y personalidad de Clarice, quien, a su vez, descubre que ha sido utilizada por su jefe como cebo para sacarle a Lecter información sobre el caso de Buffalo Bill (el monstruo): apodo que utiliza la policía para referirse a un anónimo asesino de mujeres (las doncellas) de quien no se sabe nada, salvo que despelleja a sus víctimas, todas jóvenes y gruesas, y las arroja a un río, donde aparecen desnudas. Sin embargo, la entrevista resulta menos infructuosa de lo que parece: siguiendo el rastro de uno de los detalles surgidos en la conversación, Clarice llegará, tras una serie de sucesos inquietantes y perfectamente dosificados, entre ellos las otras dos obligadas entrevistas con el doctor Lecter (los otros dos pelos), a superar la prueba (en la que está comprometida la hija de una senadora del Congreso de los Estados Unidos: la princesa), obteniendo finalmente su premio.

ARQUITECTURA DE LA TENSIÓN

Independientemente de que el relato pueda despertar en lector esos recuerdos básicos que los cuentos de hadas pueden haber dejado en el subconsciente, su éxito se debió principalmente a sus características narrativas: una trama milimétricamente diseñada y construida; la creación de unos personajes protagonistas con un enorme potencial dramático; así como una atmósfera inquietante. Con un estilo fluido y directo, sin adornos, la narración resulta ágil, evitando caer en banalidades, para lo cual utiliza un lenguaje medido que proporciona la información necesaria para seguir fácilmente la lectura, haciendo que nos adentremos en el horror sin tregua. Alterna la narración con los diálogos, entre los que sobresalen los que mantienen Clarice y Hannibal, donde la tensión psicológica entre ambos queda palmariamente reflejada en esas entrevistas. A todo ello hay que añadir sus abundantes ideas visuales: el duelo final entre Clarice y Buffalo Bill; los recuerdos infantiles de la protagonista; los episodios relacionados con la "polilla de la muerte" (que en su parte superior tiene un dibujo que recuerda una calavera) desde el descubrimiento inicial de uno de sus capullos en la garganta de una víctima, hasta su función como detalle revelador; la máscara de hockey con que se protege la cara del psiquiatra en su traslado; la casa de Buffalo Bill (auténtica mansión de los horrores), descrita más a través de sugerencias que de detalles concretos…

La novela, que resulta totalmente absorbente, proporciona al lector una trama con dos historias perfectamente ensambladas, aunque ofrece momentos en que los protagonistas viven historias más íntimas, que lejos de obstaculizar la trama y romper la tensión enriquecen a los personajes y su función en el desarrollo de la ficción.

Pero, más allá de su atractivo argumento, lo que realmente engrandece la novela son sus personajes. Tanto protagonistas como secundarios aparecen inmejorablemente dibujados y perfilados, sobre todo psicológicamente, lo que permite al lector apreciar e interpretar a cada uno de ellos (lo que en algunos momentos llega a producir auténtica angustia). Por supuesto, destaca Hannibal Lecter, dotado de una personalidad tan fascinante como repelente, dotado de una mente privilegiada que sólo utiliza para el mal: resulta paradójico observar cómo alguien incapaz de desarrollar ningún tipo de empatía hacia otro ser humano pueda conocer tan profundamente el alma humana. También el personaje de Buffalo Bill está magistralmente construido, así como el proceso de extravío por el que va degenerando a lo largo del libro para convertirse en lo que es.

UNA SAGA… INTERMINABLE

Hijo único, Tomas Harris estudio en la bautista Baylor University en Waco (Texas), licenciándose en 1964 en lengua inglesa. Mientras estaba en la universidad trabajó como reportero en el Waco Tribune-Herald (el periódico local), cubriendo los sucesos y casos policiales. Se trasladó a Nueva York en 1968 para trabajar en Associated Press hasta 1974, cuando comenzó a escribir su primera novela. La muerte de once atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 le inspiró Domingo Negro (1975), novela sobre los planes de un grupo terrorista para tomar el control de un dirigible, poner una bomba a bordo y hacerla explotar en la Super Bowl de Nueva Orleans. La novela se llevó al cine, dirigida por John Frankenheimer, con el mismo título.

En 1981 publica su segunda novela, El dragón rojo, primera en la que aparece Hannibal Lecter (aunque como personaje secundario). Fue llevada a la pantalla en 1986 bajo el título de Manhunter (Hunter / Cazador de hombres) y, en 2002 como El dragón rojo. En 1988 publica El silencio de los corderos / El silencio de los inocentes en la que el doctor Lecter es ya el personaje principal. El éxito no se hizo esperar: tres años después de su publicación el libro fue llevado al cine por Jonathan Demme, con un enorme reconocimiento público, incluidos cinco Oscar (entre ellos el de mejor guion adaptado). Thomas Harris evitó la prensa durante unos veinte años y declinó participar en la película, pero cuando estuvo lista envió regalos a todos los que trabajaron en ella.

Todo ello animó al escritor a publicar, once años después, otra entrega de las andanzas de estos personajes en la novela Hannibal (1999); y aun publicaría Hannibal: El origen del mal (2006), precuela de El dragón rojo, donde se narra la infancia y juventud de Hannibal Lecter. Ambas se llevaron también al cine (aunque con menor fortuna en cuanto a calidad y recaudación que la película de Jonathan Demme).

Además entre 2103 y 2015 Bryan Fuller produjo un serie de televisión con los personajes de El Dragón Rojo: Hannibal Lecter (magníficamente interpretado por el actor sueco Mads Mikkelsen), el agente del FBI Will Graham, y Jack Crawford (Laurence Fishburne).

Finalmente en 2021, se estrenó en CBS la serie de televisión estadounidense  Clarice: serie de terror psicológico creada por Alex Kurtzman y Jenny Lumet basada en la novela El Silencio de los corderos. Ambientada en 1993, un año después de los acontecimientos de la novela, profundiza en la historia personal de Clarice, cuando vuelve al trabajo de campo para perseguir a asesinos en serie y depredadores sexuales mientras brega en no menos peligroso mundo político de Washington.

NADA COMO EL ORIGINAL

Pese al enorme éxito y la excelente calidad de la película, sigo prefiriendo la novela. Es cierto que los dos actores protagonistas, Anthony Hopkins y Jodie Foster dan vida de forma magistral a los personajes del libro (sobre todo Hopkins, hasta el punto de que es el papel por el que se le suele identificar), pero, redundando en lo dicho sobre mi preferencia literaria, continuaré imaginándome a Clarice Sterling bajo los rasgos de Michelle Pfeiffer (a quien, por cierto, se ofreció primero el papel y lo rechazó), no por considerarla mejor actriz que Jodie Foster, sino porque su físico parece encarnar mejor el personaje creado por el autor (la lectura de la novela no deja la menor duda).

Por tanto, no hay que considerar como ya conocida una novela tan interesante como inquietante mediante la mera visión de la película (por debajo, como suele suceder, de su referente literario): hay que leerla y disfrutarla. En este caso, la mejor prueba es verificar cómo el conocimiento de la película no resta interés, ni atracción a la novela.

Quizá porque de una forma sencilla y atractiva muestra cómo la locura adopta infinitas caras, cómo tras la mente más brillante puede esconderse un ser humano perverso o cómo los sucesos del pasado pueden marcar la vida futura. Porque nos hace ver, en suma, que tras el silencio de los inocentes se esconde la balanza donde el bien y el mal se equilibran en precario. ¡Casi nada!

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