jueves, 29 de mayo de 2025

SI UNA NOCHE DE INVIERNO UN VIAJERO

 

«SI UNA NOCHE DE INVIERNO UN VIAJERO»
Italo Calvino (1979)


ʺ¡Estoy leyendo! ¡No quiero que me molesten!ʺ Quizá no te han oído, con todo ese estruendo; dilo más fuerte, grita: ʺ¡Estoy empezando a leer la nueva novela de Italo Calvino!ʺ»

¿DE DÓNDE VIENE ESTE VIAJERO?

SI UNA NOCHE DE INVIERNO UN VIAJERO (1979) de Italo Calvino (Santiago de Las Vegas/La Habana, 1923 – Siena, 1985) constituye una propuesta narrativa en la que confluyen las reflexiones generadas por el estructuralismo, la semiótica y el grupo de la revista literaria Tel Quel al compartir la noción de literatura como conciencia que posee el lenguaje de ser una realidad propia y autónoma. De hecho, la influencia del estructuralista (y colaborador de la revista) Roland Barthes en Si una noche... es considerable, por la preponderancia que le asigna a la literatura como conciencia del lenguaje y el significativo papel del lector en el proceso de una trama narrativa que ha de construir desde un yo-que-escribe y un yo-que-es-escrito, en un yo real que va sobre los hombros del yo que está escribiendo, y en un yo mítico que hace de modelo al yo que es escrito, en donde, además, se postula que el verdadero misterio de un libro no radica en su final sino en su comienzo, como ocurre en esta metanovela construida a través de diez inicios que no llegan a concluirse y que, incluso, puede leerse con un sentido conexo (y como clave de interpretación) a través de sus títulos con lo que permanece, de nuevo, el final abierto.

No obstante, el libro de Italo Calvino (IC) no puede ser comprendido sin tener en cuenta los experimentos literarios del Oulipo: Ouvroir de Litterature Potentielle (Taller de Literatura Potencial), que pretende explorar las posibilidades del lenguaje a través de la experimentación. Fundado en 1960 por el escritor Raymond Queneau y el matemático François Le Lionnais, y conformado por un grupo de escritores y matemáticos, ha contado entre sus miembros a Georg Perec, Marcel Duchamp e IC (pese a ser una agrupación eminentemente de habla francesa). Busca explorar las posibilidades de la escritura utilizando técnicas de escritura limitada mediante la aplicación de contraintes (trabas o constricciones): reglas que utilizan para generar textos innovadores (basados más en la forma que en el contenido), jugar con el lenguaje y reflexionar sobre la naturaleza de la literatura.

No se trata de un movimiento, ni de una escuela literaria: es un laboratorio (donde sus miembros se reúnen para crear y compartir sus ideas) que se esfuerza por crear una literatura de la incomodidad en la que el escritor autoimpone un reto a su ingenio y su imaginación. No establece una normativa artística, solo ofrece un procedimiento de creación: llamamos literatura potencial a la búsqueda de formas y de estructuras nuevas que podrán ser utilizadas por los escritores como mejor les parezca. Así lo empleó Queneau, tanto antes de la fundación del taller: en Ejercicios de estilo (1947) presenta hasta 99 formas distintas de contar un mismo y trivial episodio ocurrido en un autobús; como después, en Cent mille miliards de poèmes (Cien billones de poemas, 1961), consistente en 10 sonetos, en los que en todos se mantiene la misma rima, de forma que cada verso puede ser sustituido por el verso correspondiente de otro soneto.

Estas reglas, a veces arbitrarias, pueden variar. A veces es un elemento lingüístico (letra, palabra, fonema) o bien una estructura matemática como una ecuación o un algoritmo. Algunos ejemplos son los lipogramas (textos escritos sin una letra específica), los palíndromos (palabra o frase que se lee igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda.), los tautogramas (textos donde todas las palabras comienzan con la misma letra), escribir una novela entera sin usar la letra E y la creación de textos basados en patrones matemáticos (por ejemplo, la formula oulipiana S+7).

OBRA EXPERIMENTAL

Si una noche de invierno un viajero aparece cerca del final de la carrera de IC y ha venido siendo considerada una de sus obras literarias más relevantes, especialmente por su estilo y estructura novedosos. En este sentido, quizá el aspecto más discordante de la novela proviene de que en parte está escrita en segunda persona: el narrador interpela constantemente a un "", dando la sensación de que los lectores formamos parte de la historia. A lo que se añade que hay diez historias breves leídas por el personaje principal que hacen que el libro cambie constantemente de escenarios, narradores y estilos.

Estructurada siguiendo la técnica literaria de narración enmarcada, cuenta con una línea de trama principal ("historia marco") que funciona como encuadre de las otras historias que van apareciendo a lo largo de la novela ("historias enmarcadas"), al estilo de Las mil y una noches (a la que hay un guiño en un pequeño relato apócrifo del ʺXIʺ).

Gran parte de la historia marco está escrita en un estilo realista. Sin embargo, muchos de los lugares referenciados son completamente ficticios (como Cimeria o Ataguitania). Esto, combinado con la trama secundaria de la novela sobre la falsificación de libros, hace que los lectores nos sintamos intrigados, pero, al mismo tiempo, recelosos de a la información que vamos recibiendo.

La gracia del libro no está en los relatos cortos enmarcados (inconclusos), sino en el relato marco que avanza entre ellos, donde IC juega los lectores, rompiendo esa norma en la que el autor escribe contando una historia lineal en la que el lector solo debe seguir el orden de lo que está escrito y pasar por un inicio, nudo y desenlace de los hechos que se le presentan. IC nos lleva a pensar que estamos leyendo un libro de novelas solo iniciadas, cuando la historia pasa por hacernos sentir como ese protagonista del libro, que va conociendo un mundo concebido por IC, donde vive la frustración de comenzar a leer algo para llegar a un punto donde todo queda en suspenso, cuestionándose siempre ¿y qué pasó después? Ese es el objetivo, hacernos partícipes de la misma historia que estamos leyendo.

Sin duda es la obra de IC donde mejor se observa el trabajo de metaficción (esa narrativa que trata y reflexiona sobre la literatura en sí misma); al tiempo que da cuenta también de la condición posmoderna del autor, pues no son pocos los críticos que han señalado que su estilo aquí está muy influenciado por la escritura de Vladimir Nabokov. Por otra parte, el propio IC ha admitido que los estilos de las diez historias que se encuentran en la novela tienen influencia, entre otros, de Bulgakov, Kawabata, Tanizaki, Rulfo, Arguedas, Borges o Chesterton.

JUEGO METANARRATIVO

Donde los lectores nos convertimos en un personaje activo, involucrado en la trama desde el inicio. Hasta el punto de que se estructura a partir de la metaficción, de tal modo que el protagonista inicia y termina la novela leyéndola, al igual que nosotros, los lectores reales.

Ese Lector innominado comienza a leer la última novela de IC, Si una noche…, cuando un error de encuadernación le impide continuar. La búsqueda del ejemplar correcto le conduce a Fuera del poblado de Malbork, que también empieza una Lectora llamada Ludmilla. Así, una serie consecutiva de accidentes los lleva a descubrir fragmentos de diez historias diferentes, que no llegan a finalizar. En este proceso, el Lector descubre una red de falsificación liderada por Ermes Marana, un hombre enamorado de Ludmilla, en la que él se había interesado. Luego, junto con otros lectores, descubren diferentes formas de goce de la lectura que el falsificador había intentado frustrar.

En la sección "VI", el falso traductor, Ermes Marana, se propone una estratagema inspirada en la tradición de oriente para no perder sus privilegios en la corte del Sultán: interrumpir la traducción en el punto más importante y comenzar la traducción de otra novela, insertándola a través de un personaje de la primera novela que abre un libro y se pone a leer, y así sucesivamente.

Esta estratagema es la que constatamos en parte los lectores reales en la novela de IC, y, paralelamente, el Lector-personaje (ora narrador, ora personaje) en la historia marco. Pero también, y sobre todo, se hace patente cuando el personaje del Escritor, Silas Flannery, en la sección "VIII", subtitulada "Del diario de Silas Flannery", después de conversar con el Lector, se le ocurre la idea de escribir una novela compuesta por comienzos de novela en donde el protagonista podría ser un Lector que se viera continuamente interrumpido.

Este Lector compraría la nueva novela A del autor Z, pero el ejemplar sería defectuoso, y como no conseguiría pasar del principio volvería a la librería para cambiar el volumen. Flannery se propone escribirlo todo en segunda persona ("tú, Lector"), haría entrar a una Lectora, a un Traductor falsificador y a un viejo Escritor que lleva un diario como el diario que él mismo está escribiendo, pero no quisiera que por huir del Falsificador la Lectora terminase en los brazos del Lector. Se las arreglaría para que el Lector fuera tras el Falsificador, y el Escritor pudiera quedarse solo con la Lectora. Pero, para que el viaje del Lector tenga vivacidad, resultaría necesario poner a una mujer en su recorrido, entonces la Lectora podría tener una hermana...

La diferencia entre la trama del proyecto de novela de Flannery y la de la novela de IC es que en esta última la Lectora se queda con el Lector y no con el Escritor (Flannery). Todo lo demás es lo que efectivamente leemos los lectores reales en la historia marco de la novela de IC. Nótese también la alusión a sí mismo que hace Flannery al pretender escribir una novela como la de IC (autor real), en la que incluiría un personaje con el nombre de "Escritor"; mientras que, en la novela de la historia marco, el escritor que está interesado en Ludmilla (la Lectora) es, precisamente, Flannery.

ESTRUCTURA ENMARCADA

La novela reparte sus 269 páginas en dos grandes bloques. Por un lado, doce capítulos de la trama principal ("historia marco"), donde se desarrolla paralelamente la historia del Lector y su compañera de aventuras literarias, la Lectora Ludmila. Por otro, los diez fragmentos o relatos breves ("historias enmarcadas") de las novelas (historias apócrifas sin final) con los que los protagonistas se encuentran dentro de la trama principal. Para diferenciar la trama de la subtrama, la primera (capítulos) se identifica con números romanos (I-XII); mientras que la subtrama lleva títulos (Fuera del poblado de Malbork, Asomándose desde la abrupta costa, Sin temor al viento y al vértigo y así hasta completar los títulos de las diez historias fragmentadas). La búsqueda para obtener el desenlace de las historias es el motor de desarrollo de la novela, dando lugar a que los universos de escritor, lector y artista se tejan alrededor del libro.

La lectura, aunque inicialmente parezca difícil, tan pronto uno se percata de la estructura, no plantea mayor problema. La mayoría de las secciones identificadas con número romano al inicio están narradas en segunda persona, lo que significa que se cuenta como si el lector ("") fuera uno de los protagonistas de la historia. Constituyen narraciones (metanovelescas, metatextuales y metacríticas) en donde la voz narradora, en principio identificada con el autor (IC), apela a un tú-Lector-personaje para hacerlo consciente de su posición frente al relato,

Mientras, los capítulos titulados mediante una frase son "historias" inconclusas (mezcladas con discursos metanovelescos) en las que el Lector-personaje debe acometer la búsqueda (fallida) de la historia concluyente dispuesta así por la voz narradora. En general, se cuentan desde un punto de vista más tradicional, es decir, en primera o en tercera persona. Así pues, lo primero que se observa es el rompimiento de la referencia gramatical más convencional, pasando de la segunda persona a la primera y a la tercera, lo que rompe los estándares y convenciones más arraigados sobre las marcas lingüísticas pronominales, las cuales interrumpen la identificación de quién realmente habla. Se parodia, así, no solo el pacto novelesco (el lector entiende que está ante una ficción), sino también el autobiográfico (que garantiza que los datos y los hechos que cuenta el autor sobre su propia vida son reales), y se juega con la creencia del lector real en dicho pacto, pues cabría preguntarse si es IC realmente el que habla desde el principio del texto, pero esta ilusión jamás se afirma, y tampoco contribuyen a ello las distintas figuras de escritores que aparecen a lo largo de la novela, los cuales también juegan, de un modo u otro, con dicho pacto. Esta obsesión del autor por autoanularse, esconderse, permite que el texto nos proponga a los lectores reales la propia realidad de la ficción, lo cual estimula nuestro protagonismo como lectores para que seamos quienes ordenemos los hechos de la trama, y no el autor.

Esta situación inusitada nos desconcierta a los lectores que creemos ser, en cierto instante, únicos lectores del texto; sin embargo, por un largo espacio temporal debemos compartir su lectura con el Lector-personaje y recibir las instructivas precisiones de una voz narradora (que no se identifica, pero que lo apela) a la espera de la trama intitulada (las 10 historias enmarcadas), la cual llega de manera inconclusa y fragmentada intermediada por la inclusión de numerosos discursos metanovelescos.

La conjunción de lectores invocados por una voz narradora (lector real y Lector-personaje, respectivamente) se disuelve en la sección "II" mediante la alteración de la encuadernación de las páginas de la novela que lee el Lector-personaje y no el lector real. En ese instante, el lector real puede entender que el lector invocado por el narrador es, de aquí en adelante, el Lector-personaje y no él, aun se siga sintiendo identificado con aquél.

Pero el comienzo de la sección que lleva el mismo título del libro (Si una noche de invierno un viajero), presenta a una voz narradora externa (en primera instancia y con relativa intermitencia) plural, pues es un lector de la novela que narra y que se transforma en el personaje central de esa historia autodenominándose "yo". Dicho de otro modo, la voz narradora externa es lector externo y personaje de la trama en donde, desde la misma historia, alude al autor de la novela que lee y al Lector aún no escindido, responsabilizándole de decidir llamar "yo" al personaje, que es la propia voz narradora. Un aparente embrollo que no desluce en absoluta el interés de este relato enmarcado.

En fin, los lectores hemos de "recorrer" toda la novela para apreciar los diversos grados de narración, pues las narraciones identificadas con número romano no sólo contienen discursos metanovelescos, metatextuales y metacríticos, sino que también conforman una "historia" (el relato sobre el Lector y la Lectora que recorren la novela leyendo falsas novelas inconclusas hasta que contraen matrimonio) trufada de relatos asignados a personajes que se constituyen como narraciones enmarcadas realizadas por la voz narradora. De tal manera que las "novelas" contenidas en las secciones con títulos corresponden a lecturas realizadas por personajes de la trama-marco que leen falsas novelas inconclusas explicitadas cuyos falsos autores y/o traductores poseen como proyecto artístico realizar una novela como la leída por nosotros los lectores.

DOBLE CÓDIGO

Este doble código se muestra fundamentalmente mediante el cruzamiento de los planos del proceso de creación literaria, por una parte, y del texto de la novela, por otra: el proceso de producción parece destinado a un público culto o competente, mientras que el texto surgido de ese proceso parece apropiado para un público popular, puesto que las novelas inconclusas son lineales y sin obstrucciones. No obstante, la obra completa se postula para un tipo de lector dotado de un conocimiento casi enciclopédico que le permita aproximarse semióticamente a ella para desentrañar el enrevesamiento constructivo generativo-organizacional. De esta manera se impone más bien un "guiño culto", toda vez que un lector ingenuo (o semántico) puede abandonar la lectura, al encontrarse con páginas enteras dedicadas a los procesos de producción literaria más que con los textos narrativos esperables. No hay que olvidar que IC se inspira en la tradición literaria de la metaficción, la exploración del lector y la intertextualidad.

Su influencia se encuentra, aparte de las mencionadas al comienzo de la reseña, también en la escritura de Borges (con quien comparte una fascinación por los juegos literarios y la metaficción) y la metaficción: en particular, se relaciona con el cuento "Examen de la obra de Herbert Quain", donde se describe una serie de novelas inventadas, lo que influye en la estructura y el juego de narración de IC.

En este sentido, se constata también que las historias enmarcadas dentro de la novela marco no son solo relatos de ficción, sino que reflejan diferentes géneros literarios y estilos. Desde la ficción de aventuras hasta el romance, cada relato nos ofrece a los lectores una experiencia única. Esto nos permite sumergirnos en diversos mundos narrativos (literatura japonesa, de misterio, gánster, ciencia ficción, romántica, thriller, western…), enriqueciendo así la experiencia literaria.

Al tratar de escribir el inicio de diez novelas apócrifas, de autores imaginarios, todos en cierto modo distintos entre sí (y distintos de IC), ha configurado las diez historias enmarcadas: una novela toda sospechas y sensaciones confusas, de realidad inasible como la niebla (Si una noche de invierno un viajero); una novela que presenta los objetos con caracteres demasiado corpóreos, sensuales y sanguíneos (Fuera del poblado de Malbork); una tercera, de enfoque introspectivo y simbólico (Asomándose desde la abrupta costa); otra, revolucionaria existencial proyectada hacia la historia, la política y la acción (Sin temor al viento y al vértigo); otra, de violencia cínico-brutal (Mira hacia abajo donde la sombra se adensa); otra, de manías obsesivas, de sentimiento insostenible de malestar y angustia (En una red de líneas que se entrelazan); también, una lógica y geométrica (En una red de líneas que se intersecan); además, , una novela erótico-perversa (Sobre la alfombra de hojas iluminadas por la luna); otra, telúrica-primordial (En torno a una fosa vacía); y, finalmente, una apocalíptica alegórica (¿Cuál historia espera su fin allá abajo?).

La historia principal empieza con un lector (¡tú!) yendo a comprar el libro Si una noche de invierno un viajero. Una vez que compra el libro, lo empieza a leer. Ahí comienza la diversión, principalmente para IC, que por momentos marea (parece reírse de nosotros) y en otros proporciona el suficiente interés para continuar la lectura. Porque lo sorprendente de la estructura es ese tira y afloja. Este juego entre autor, personajes y lectores (nosotros) provoca desorientación y curiosidad, determinándonos a seguir, aunque no entendamos nada de lo que está sucediendo.

Al final, Si una noche… es más de una novela: es la novela de IC que creemos estar leyendo; es cada una de las diez novelas interrumpidas que lee el Lector; es además el comentario a todas esas novelas; y una novela policiaca en busca del creador de toda esta trama de novelas. Es una novela y su comentario, todo en uno. Al mismo tiempo que leemos, el narrador nos va explicando lo que leemos, lo que nos debe hacer sentir lo que estamos leyendo… Por si fuera poco, el protagonista es el Lector, empeñado en terminar de leer la nueva novela de IC (que se llama, como remate, Si una noche de invierno un viajero), pero que se encuentra con fragmentos y más fragmentos de novelas que se interrumpen por accidente (italianas, cimerias, cimbras, belgas...), y que se involucra en una persecución de la Lectora, Ludmilla, y del editor, el traductor y el supuesto autor de varias de las novelas que lee (junto a nosotros, acompañando desde fuera).

METALITERATURA y ANÁLISIS SOCIAL

Cuando comenzamos a adentrarnos en el texto, al igual que el Lector-personaje y la Lectora en la novela de IC, aparecen marcas en el texto que hacen tomar conciencia de la realidad inventada, imaginada y ficticia. De este modo en el texto metanarrativo y metaléptico (interferencia entre niveles narrativos diversos, como cuando el narrador irrumpe en el ámbito de los personajes o viceversa) que es Si una noche de invierno un viajero la verosimilitud se destruye a sí misma; lo cual, a su vez, se correlaciona metafóricamente con la verosimilitud de la vida social contemporánea y/o coetánea al texto, toda vez que ambas, ficción y realidad, rompen sus respectivas verosimilitudes postulando otras que a su vez se rompen descolocando respectivamente a seres ficticios y reales. La sustitución, en primera instancia, de la ficción por la vida (real), nos permite a los lectores reales (más o menos coetáneos al texto) realizar, metafóricamente, un símil entre lo verosímil de la ficción que se quiebra y la quiebra constante de lo verosímil en nuestra existencia real (mayormente en el mundo y tiempo que estamos viviendo).

Otro de los temas destacados en esta novela es la fragmentación de la narrativa. IC utiliza fragmentos de novelas que son relatos completos en sí mismos, pero que quedan inconclusos, lo que refleja la experiencia a menudo frustrante de la lectura. Esta técnica invita al lector a reflexionar sobre la naturaleza de la narrativa y el proceso de lectura, así como su relación con la percepción, el tiempo y la memoria. IC al presentar esas diez historias fragmentadas, en realidad está presentando fragmentos de la totalidad de la verdad que constituye la historia de la literatura y la memoria lectora de un individuo o de una cultura en la que el texto permite el pacto de ficción, es decir, aquel acuerdo entre un lector y un autor para dar una interpretación intelectual de sentido a una construcción retórica que en su base real sólo posee significado. Sin embargo, la anulación del autor sólo permite la aceptación arbitraria y gratuita de dicho pacto por parte del lector. Por esto todas las instancias narrativas aparecen fallidas: punto de vista, personajes, tiempo, espacio, narrador a través de las identificaciones autor-narrador y lector-personaje.

Porque la frustración de ver interrumpida la lectura por errores de encuadernación no deja de ser una metáfora de la vida misma, donde los planes no siempre salen como uno espera y la incertidumbre es una constante. No pierde IC la capacidad de dar unidad al conjunto que, en última instancia, quiere que sea una representación del caos e irreductibilidad del mundo. Tanto en la historia que enmarca los cuentos como en los cuentos mismos el autor quiere presentar al hombre frente a las encrucijadas de la vida, en los caminos que elige tomar y transita; los que elige, pero se cortan; o los que nunca tomará. El tono melancólico y fatalista de las historias y el humor de la narración principal sirven también para mostrar la complejidad y el desorden de la realidad, el desconcierto al que el ser humano está abocado. A lo largo de toda la obra se ve, o al menos se vislumbra, la intención del autor bajo el maremágnum de las palabras y una estructura muy pensada, aunque predomina, y es esa quizá la principal objeción que pueda hacérsele a la novela, la sensación de densidad y confusión con lo que no consigue enganchar a todos los lectores, pues muchos se pierden en el experimento.

También juega con la estructura narrativa y el concepto de la lectura misma. Algunas de las características más peculiares de esta novela, la encontramos en su estructura rizomática: «Como novelista, Calvino tenía inclinación por convertir en literatura lo confuso de los laberintos, el orden de las figuras geométricas, la proporción de los árboles en la naturaleza con la lógica de raíces, troncos, ramas y hojas, de acá que se deje llevar por el concepto de rizoma». Pero también en la eliminación de la secuencia lógica de acontecimientos y de la cronología estable que el mismo autor reconoce en ʺIIIʺ: «la dimensión del tiempo se ha hecho pedazos, no podemos vivir o pensar sino fragmentos de metralla del tiempo que se alejan cada cual a lo largo de su trayectoria y al punto desaparecen.» (pág. 28).

Postula así una apertura receptora, un lector abierto a la destrucción de la trama; el desprecio por el tiempo cronológico y la búsqueda constante del presente, el instante y la preponderancia del tiempo interior del Lector-personaje. A través de su prosa ingeniosa y su estilo innovador, IC explora temas como la búsqueda de la identidad: a través de los personajes que el protagonista encuentra en sus lecturas, se explora la idea de que la identidad es múltiple y en constante cambio; la naturaleza de la realidad: IC cuestiona qué es real y qué es ficción, creando un juego constante entre ambos mundos; la relación entre autor y lector: la obra destaca cómo la interpretación del texto varía según las experiencias previas y las expectativas del lector; y la experiencia de la ficción, ofreciendo al lector una obra única que desafía las convenciones literarias.

En efecto, el análisis de la estructura también lleva a reflexiones sobre el destino y la libertad del lector. Al interrumpir constantemente las historias, IC invita al lector a cuestionar hasta qué punto está controlando la narración o es un simple espectador de una serie de eventos predefinidos.

CELEBRACIÓN DE LA LECTURA (DIFÍCIL)

IC recurre a la experimentación, al laboratorio novelístico, para despertar al lector, para hacerle ver su papel en el juego del arte, en la realidad de la configuración artística, e introducirlo en el proceso. Para conseguirlo, muestra dicho proceso (como Cortázar en Rayuela). Pero el lector real, aferrado al paradigma moderno, pasa gran parte de la novela buscando al autor sin encontrarlo. En efecto, la lectura no es fácil de seguir, requiere de toda nuestra atención: quienes estamos acostumbrados a leer varias obras a la vez, en este caso hemos de hacer una excepción y, si queremos leerla cabalmente, dedicarnos exclusivamente a ella, pues uno se pierde un poco (y, en ocasiones, un mucho).

No obstante, si bien esta técnica provoca una sensación de frustración, a la vez aviva la curiosidad. Sin duda, a medida que uno se adentra en la lectura, la confusión se incrementa y se evidencia que no se trata de una obra convencional, sino de un texto experimental, una caja china de historias inconclusas, una historia dentro de otra y ésta dentro de otra más, unidas por un hilo conductor que al final retorna al tema inicial. Además, el hecho de que los diez relatos que conforman la novela aparezcan inacabados, provoca cierta dificultad en la lectura y comprensión de cada historia, así como también una cierta confusión general en la lectura, que se muestra, por tanto, inesperada e imprevisible. La confusión es el motor que guía al lector (que es a la vez protagonista), al igual que el personaje principal. La gracia reside, precisamente, en esa maraña de lectores, personajes, historias y lugares, la dicotomía de querer cerrar el libro (porque te desborda) para luego volver a abrirlo de inmediato porque quieres saber cómo sigue porque es el libro en sí lo que te intriga e incluso bien pensado prefieres que sea así, hallarte ante algo que aún no sabes bien qué es. El objetivo evidente es provocar una relación especial entre escritor y lector.

En suma, se trata de una celebración de la lectura por placer (y del placer de la lectura), al mismo tiempo que una reflexión sobre los efectos que la lectura puede tener en nosotros. Llena de humor, inteligencia y creatividad, al final es una invitación a la reflexión sobre el poder de la lectura y la imaginación, sobre la multiplicidad de interpretaciones que puede tener una misma obra: IC demuestra que existen tantos mundos como los que seamos capaces de crear: es una invitación a reflexionar, y.:

Por lo que se refiere a la fuerte e interesante aportación metaliteraria, hay que decir que el autor desmenuza todos los elementos que intervienen en el hecho literario, empezando por la descripción pormenorizada de la elección del libro y del momento de empezar a leer y terminando por el matrimonio del Lector y la Lectora (final novelesco típico donde los haya), pasando por la descripción del proceso de escritura, el trajín de las editoriales, el mundo de la crítica y de la intelectualidad universitaria o la búsqueda de los libros menos accesibles en las bibliotecas. En estas 270 páginas hay, además de diez novelas, pensamientos sobre el arte de escribir, de leer, un panorama sobre las editoriales y la industria de los libros, y muchas otras sorpresas más escondidas entre esas páginas, donde IC juega a destripar los elementos de la creación y de la lectura

Pero si, como juego puede resultar interesante, la exigencia de su estructura, desarrollo y temática no gusta a todo el mundo: pocos defensores ha tenido la novela de la que se ha dicho que es «un libro para filólogos». Pues el laberinto se hace cada vez más tupido hasta que la novela termina del modo más delirante: si se iniciaba con un lector (el Lector) que compraba la última novela de IC (personaje principal enredado en un laberinto sin salida), y, a partir de ahí, el personaje no entiende nada (y el lector tampoco) hasta llegar a un final que es un principio (que no deja de ser convencional).

DE LA HIPERTEXTUALIDAD A LA IA

Esta novela, catalogada como hipernovela (e, incluso, antinovela) siempre se citaba como antecedente de los avances narrativos permitidos por el hipertexto y los enlaces. Se llego a decir que era un ejemplo de novela moderna como es el relato hipertextual, en cuanto «manera de escribir no secuencial que rompe con la linealidad de la escritura convencional» (Berenguer, 2006).

De hecho, contiene fragmentos en los que los propios personajes se dedican a describir características del hipertexto en un símil con su propia historia, la novelada por IC con un claro propósito: Estoy sacando demasiadas historias a la vez porque lo que quiero es que en torno al relato se sienta una saturación de otras historias que podía contar y quizá contaré y quién sabe si no las he contado ya en otra ocasión, un espacio lleno de historias que quizá no sea otra cosa que el tiempo de mi vida, en el cual uno puede moverse en todas las direcciones… (pág. 51).

Por otra parte, la búsqueda constante de los libros conduce a la presunción de que no existen originales, sino únicamente sus rastros, y que sólo existen lecturas y no textos; que no hay ficciones a las que se opone un mundo real; que las novelas, como dice Ludmilla, se hacen, como un naranjo hace naranjas, y es el lector real el que debe desentrañar, como sugiere Umberto Eco, ese conjunto de condiciones establecidas en el texto que han de satisfacerse para que el contenido potencial lo actualice de manera plena su Lector Modelo.

IC reflexiona sobre las condiciones de creación de una novela dentro de una novela para demostrar que las reglas precisas (elegidas voluntariamente) hacen el texto y abren la multiplicidad potencial de todos los textos posibles según esas restricciones, así como de todas las lecturas virtuales de los mismos. Si el autor recurre a la ficción para hablar del mundo cotidiano de los libros es porque desea esclarecer que las reglas responden a un juego particular que desea de algún modo compartir con los lectores reconociendo la arbitrariedad de la estructura narrativa elegida.

Pero para el lector de hoy día, la pretensión de IC queda corta. No se trata ya solo de todas las lecturas virtuales posibles, pues la irrupción de una herramienta como es la Inteligencia Artificial (IA) en el campo de juego abre la posibilidad de todas las escrituras virtuales posibles desde el momento en que su tecnología permite la creación (si se puede llamar así) de todos los textos posibles: de cualquier género literario, de cualquier autor (o incluso en un combinado de varios), de cualquier tema… ¡Qué filón habría encontrado IC para introducir en su obra! Ermes Marana es el paleolítico de la IA.

El sentido global, por tanto, de Si una nochees presentar, a nivel de discurso, un texto narrativo erótico y narcisista, toda vez que provoca y seduce al lector real y al Lector-personaje con historias esperadas, pero falsas e inconclusas, mostrando, a su vez, una alegoría del mundo contemporáneo: confuso, lúdico, fragmentario, caótico, inauténtico, falso y enrevesado, con un verosímil autorreferente y versátil, donde lo único sutil y débilmente rescatable es el amor, que en la trama de la "historia marco" se sustancia en la unión del Lector con la Lectora en la sección "XII", donde el narrador apela al Lector y a la Lectora.

Desde el punto de vista de la metalepsis ontológica (intrusión del mundo del autor en el mundo de los personajes o viceversa), Lector-personaje y lector real terminan la misma novela en el mismo instante, pero en un espacio-tiempo diferente, convergiendo así el mundo de los personajes con el mundo extratextual mediante la ruptura o trasgresión de los niveles que separan la ficción de la realidad, anulando la barrera que separa la situación contextual de la discursiva y la realidad de la ficción.

«Un momentito. Estoy a punto de acabar Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino»

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